Una Polonia sin recesión, menos euroescépctica y con mejores relaciones con sus vecinos ha asumido la Presidencia de la UE. Varsovia, con más seguridad en sí misma, puede impulsar las relaciones de la Unión con los países del Este y consolidarse definitivamente como potencia regional.

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El 1 de julio, Polonia asumió la presidencia del Consejo de la UE, en medio de esperanzas de que este nuevo Estado miembro pudiera transformar el relato más bien negativo que ha rodeado a la UE desde que estalló la crisis económica, en 2008. A esta impresión contribuían numerosos factores. Polonia ha ido en contra de casi todas las tendencias negativas que ha sufrido la Unión en los últimos años; es el único Estado miembro que ha escapado a la recesión y ha seguido creciendo durante la crisis. Mientras que en la mayor parte de la UE ha aumentado el euroescepticismo, Polonia ha vivido la tendencia opuesta: el apoyo a la Unión ha pasado del 60% en el momento de la incorporación a más del 80% en 2011. Y, si las relaciones entre los Estados miembros han sido con frecuencia tensas, por las disputas sobre la mejor forma de gestionar la crisis económica, las relaciones de Varsovia, tanto con sus socios de la UE como con sus vecinos de fuera, han mejorado de forma visible y son muy estables. Y, sobre todo, como esta es la primera vez que Polonia ocupa la presidencia y la UE es muy popular, los polacos están decididos a demostrar que pueden hacerlo bien.

Ahora bien, por elevadas que sean las ambiciones de este país del Este, la idea de que puede contribuir de forma importante a sacar a la UE de la crisis económica es exagerada. Polonia sigue siendo uno de los miembros más pobres de la Unión, con un PIB per cápita que está en el 62% del promedio de la UE. Además, no está en la eurozona y, por consiguiente, sigue siendo muy marginal en las discusiones sobre cómo abordar la crisis actual de la deuda y administrar el gobierno económico de Europa.

Sin embargo, en el frente de la política exterior existe seguramente más margen de maniobra para que Polonia influya en la agenda de la UE. Es más, puede aprovechar su posición para consolidarse como potencia regional. Aunque la Presidencia ha visto reducidas sus competencias en este ámbito como consecuencia del Tratado de Lisboa, Polonia puede desempeñar todavía un papel facilitador y coordinador durante su periodo a los mandos, entre otras cosas porque las nuevas estructuras de política exterior de Bruselas no están funcionando aún por completo. Podría decirse que existe un vacío temporal que afecta a la capacidad de la UE de  tomar la iniciativa en asuntos internacionales y, en este contexto, Varsovia puede promover sus intereses en la política de la Unión respecto a los países del Este, en especial impulsando la iniciativa de Partenariado Oriental (PO).

Polonia necesita recordar a la UE que hay muchas tareas pendientes en el Este y que el radar de la Unión no debe limitarse a apuntar hacia el sur y la admirable labor de reformar los Estados del norte de África. Deben insistir en los retos similares que aguardan a la UE en el este y el hecho de que las experiencias con Estados como Bielorrusia, Ucrania y Moldavia pueden aportar enseñanzas importantes para el sur. Polonia está fomentando una política más activa hacia ambas zonas vecinas; en el sur, la responsable de la política exterior de la UE, Catherine Ashton, ha pedido al ministro Sikorski que la represente en ciertas actividades, y los funcionarios polacos ya han encabezado varias misiones a Túnez que incluyen el desarrollo de programas de apoyo a la democracia.

 

Dirigir la política oriental de la UE

Ya antes de convertirse en país miembro, Polonia se expresaba con vigor sobre la política oriental de la Unión y exigía una actitud más enérgica respecto a los Estados emparedados entre la UE y Rusia, sobre todo Ucrania. Posteriormente, Varsovia ha sido firme partidaria de la Política Europea de Vecindad (PEV) e instigó la PO junto a Suecia.

Son muchas las esperanzas depositadas en la presidencia polaca de la UE y la PO. El ministerio polaco de Exteriores ha dicho que esta tarea es prioritaria, parte de su visión de una Unión Europea abierta. La cumbre de la PO, que se celebrará en otoño en Varsovia, ofrecerá un foro para darla a conocer y una oportunidad para que Polonia se asegure de convertirla en su programa estrella. Por supuesto, el grado de éxito en este ámbito dependerá de que haya resultados tangibles, dos años después de la puesta en marcha de la política. Otra medida importante del éxito es que los estados socios en Europa del este y el sur del Cáucaso cooperen con la UE en proyectos de la PO. Lo que tiene que hacer Polonia es evaluar los puntos fuertes y débiles del Partenariado Oriental, presentar un relato positivo de su implantación hasta el momento y ofrecer una imagen concreta del camino que hay que recorrer. En resumen, la credibilidad de la PO depende en gran medida de lo que haga Polonia.

Se puede decir sin temor a equivocarse que el Partenariado Oriental no se desmoronará en caída libre como ha sucedido con la Unión para el Mediterráneo en los últimos años. La agenda de Polonia, si encuentra los apoyos necesarios, podría preparar el terreno para un reexamen de la Política Oriental de la UE. Los objetivos concretos por los que se va a trabajar durante el segundo semestre de 2011 serán la conclusión del Acuerdo de Asociación (AA) y la culminación de las negociaciones sobre el Acuerdo Global de Libre Comercio (AGLC) con Ucrania. La credibilidad de la PO depende mucho de este proyecto, que está en marcha desde hace mucho tiempo. Asimismo, Varsovia pretende acelerar los progresos en el ámbito de la movilidad para que los ciudadanos de los países incluidos en la PEV puedan visitar, estudiar o trabajar en la UE, dentro de los Planes de Acción para la Liberalización de Visados instaurados recientemente con respecto a Ucrania y Moldavia. Entre sus elementos más positivos están que los ciudadanos de esos países puedan adquirir de forma más barata y más fácil los visados para los países Schengen y la posibilidad de viajar sin visado a largo plazo. Los avances y oportunidades tangibles de este tipo son los que más repercusiones positivas pueden tener en el bienestar económico y social de los ciudadanos de los Estados socios y, por consiguiente, decidir el futuro de la PO.

 

Polonia como potencia regional

Las negociaciones para la entrada de Croacia en la UE culminaron el 30 de junio, es decir, aún durante el mandato de Hungría en la presidencia de la Unión, pero, aparte de eso, Budapest no cumplió ningún otro gran objetivo relacionado con el este. Por consiguiente, a Polonia le corresponde la responsabilidad de observar a los países vecinos orientales, y empieza a apremiar el tiempo si pretende tomar grandes medidas antes de que asuman el puesto Dinamarca y, después, Chipre, en 2012. Al mismo tiempo que impulsa la agenda oriental, Polonia debe hacer de honrado intermediario y defender la idea del equilibrio en la PEV, porque solo así podrán los polacos obtener el apoyo general de toda la UE, sobre todo de los Estados especialmente interesados en el sur.

La presidencia polaca de la UE ofrece un prisma a través del cual es posible examinar los logros y valorar las perspectivas futuras de este recién llegado, un país, en otro tiempo, incómodo y batallador. También permite ver cómo puede funcionar el nuevo aparato de política exterior de la UE y qué papel tiene la presidencia después de Lisboa. Desde el punto de vista actual, es innegable que Polonia ya es una potencia regional. Es el actor principal en Europa central y el principal defensor de las relaciones de Europa del este con la UE. En cuanto a la presidencia de la Unión, aunque se han reducido sus competencias en materia de política exterior, el interregno en el que está actuando Varsovia está permitiéndole promover sus prioridades de política oriental y, por tanto, reforzar esa posición de potencia regional.