El director general del Consejo Europeo, Leonardo Schiavo, el primer ministro de Letonia, Edgar Rinkevics, y la Alta Representante de Asuntos Exteriores de la UE, Federica Mogherini durante una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE en Riga, Letonia. (Ilmars Znotins/AFP/Getty Images)
El director general del Consejo Europeo, Leonardo Schiavo, el primer ministro de Letonia, Edgar Rinkevics, y la Alta Representante de Asuntos Exteriores de la UE, Federica Mogherini durante una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE en Riga, Letonia. (Ilmars Znotins/AFP/Getty Images)

Hay que guiar a la UE por un nuevo camino que está lleno de obstáculos en varios frentes: las acciones de Rusia en el este, la inestabilidad en Oriente Medio, los Estados fallidos en África y diversos desafíos globales como el cambio climático.

El impago de la deuda griega y la amenaza con celebrar un referéndum el domingo, las discusiones entre los Estados miembros acerca de qué hacer con el grave problema de la inmigración y los esfuerzos de Reino Unido de renegociar las condiciones de su contrato con la Unión ha eclipsado el importante compromiso de los líderes europeos a continuar con el proceso de reflexión hacia la elaboración de una "estrategia global de la UE sobre la política exterior y de seguridad”, incluido en la letra pequeña de las conclusiones del Consejo Europeo celebrado el 26 de junio.

La Alta Representante de la UE, Federica Mogherini, es la que deberá guiar a Europa por un nuevo camino en el mundo. Pero éste está lleno de obstáculos en varios frentes: las acciones de Rusia en el este, la inestabilidad en Oriente Medio, los Estados fallidos en África y diversos desafíos globales como el cambio climático.

Al mismo tiempo, los diferentes intereses y capacidades de Europa a menudo actúan como una barrera a la acción colectiva. La crisis de la inmigración es ejemplo de ello. Algunos países simplemente no quieren (o no pueden) albergar más inmigrantes. Otros se quejan de que las presiones que sufren son a raíz de la inmigración ilegal, no de los refugiados. Para otros, el problema debe abordarse en los países de origen, mediante ayuda humanitaria y al desarrollo. Si bien se han dado algunos pequeños pasos positivos, aún queda mucho para lograr una posición común.

La verdad es que, siete años tras el inicio de la crisis financiera, el Consejo Europeo sigue estancado y se encuentra dividido sobre cuestiones que están interconectadas. Está claro que si Europa quiere contar con una estrategia para la seguridad y la prosperidad a largo plazo, necesita actuar al unísono en todas sus políticas externas e internas, desde el comercio, las finanzas, la energía, el clima y el desarrollo hasta la seguridad y la defensa. Los mayores desafíos a los que se enfrenta requieren de la acción colectiva europea, además de revisiones estratégicas periódicas.

Pero la política europea no está siempre tan descoordinada. La UE ha adoptado y recientemente prorrogado sanciones contra Rusia, ha trabajado bien en equipo en las negociaciones con Irán y ha acordado una posición razonablemente ambiciosa sobre el cambio climático. Está claro que puede actuar de manera unida. Entonces, ¿qué lecciones deberían aprender la Unión y sus Estados miembros?

Primero, tienen que tener claro que una estrategia europea global necesita un enfoque verdaderamente integrado. Por ejemplo, es imposible abordar las causas de la inmigración ilegal y los flujos de refugiados en el Mediterráneo simplemente mediante medidas de seguridad como muros y operaciones marítimas. Sin la correcta mezcla de herramientas y asociaciones, Europa continuará apagando fuegos pero sin lograr una solución duradera. El informe del European Think Tanks Group titulado Our Collective Interest (Nuestro interés colectivo), publicado en septiembre de 2014, aboga como imperativo que la nueva estrategia europea global sea estratégica y esté integrada, tanto en términos de ambición como de lenguaje, y conecte lo interno con todos los aspectos de la acción exterior.

Segundo, la UE y sus Estados miembros deberían abordar, de manera implacable, los problemas (y las oportunidades) que requieran inequívocamente una acción colectiva en la esfera europea. La Estrategia Europea de Seguridad de 2003, si bien intentó ir más allá del enfoque exclusivo en la seguridad, acabó centrándose sobre todo en las amenazas, sin infundir un sentimiento de custodia común del mundo, sus recursos y sus personas. Europa sigue siendo un agente transformador en el mundo, debido a su enfoque preventivo integrado de largo plazo hacia los bienes públicos globales, el bienestar compartido y la prosperidad. Y el futuro de la Unión depende precisamente de eso.

En ese contexto, la nueva estrategia europea debería ser igual de ambiciosa que los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se están negociando en el sistema de Naciones Unidas. La Unión debe hacer balance y examinar sus propios fracasos internos así como los que están a la vuelta de la esquina. Según el informe Our Collective Interest, Bruselas debe contribuir a un modelo de crecimiento del siglo XXI que haga hincapié en el comercio responsable y en la coordinación de las políticas financieras.

Tercero, la nueva estrategia global deberá identificar y dar prioridad a unas pocas cuestiones donde la UE realmente pueda marcar la diferencia. El éxito en algunas áreas podría llegar a lograr el apoyo de la opinión pública y de los líderes europeos a una acción europea conjunta. Las prioridades deberían incluir continuar liderando las políticas climáticas mundiales, facilitar la inmigración legal y abordar los Estados débiles, frágiles o fallidos en la vecindad europea.

La Unión Europea tiene duras pero importantes decisiones que tomar tanto dentro como fuera de sus fronteras. El resultado de la crisis griega tendrá grandes implicaciones, no solo para Europa sino también internacionalmente. No podemos subestimar la ardua tarea que tienen por delante la Alta Representante, las instituciones europeas y los Estados miembros para lograr el cambio. Pero los líderes europeos deben mostrar mucha más determinación y actuar conjuntamente para estar a la altura de los desafíos a los que se enfrenta Europa.