En 1974 la Revolución de los Claveles, que tumbó la dictadura de Salazar, supuso también el fin del colonialismo. Un hecho que cambió las relaciones de Europa con África pero que se celebra en un Portugal vigilado por la Troika y en países que, como Angola, suponen un nuevo futuro para la maltrecha economía de la ex metrópoli.

 

Patricia de Melo Moreira/AFP/Getty Images

Mural conmemorativo del aniversario de la Revolución de los Claveles en Lisboa.

 

 

Sobre el mapa de Europa que colgaba en los puestos de frontera, en color anaranjado, estaban dibujados los contornos de las zonas ultramarinas sobre las que Portugal ejercía su soberanía: la dimensión de Europa desaparecía bajo las manchas de Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea Bissau, Santo Tomé y Príncipe, Timor y Macao. ‘A verdadera dimençao de Portugal’, rezaba en la leyenda. Hasta que cayó la dictadura y adelgazó la silueta portuguesa.

Corría 1972 y el país estaba inmerso en duras y sangrantes guerras coloniales cuyos gastos, el 40% del presupuesto nacional, lastraban el desarrollo social y económico de un empobrecido país. Mientras el sueño imperialista del dictador António de Oliveira Salazar era condenado insistentemente por Naciones Unidas, las guerrillas africanas luchaban por su derecho de autodeterminación. La guerra marcó a generaciones de imberbes lusos a quienes les ‘tocó’ un conflicto que sabían perdido militarmente.

Dos años después, un grupo de jóvenes y experimentados capitanes decidieron poner fin a una de las dictaduras más longevas de Europa. Estaban convencidos de que la solución a 13 años de conflictos debía ser política. El objetivo, y también el resultado, de la Revolución de los Claveles no era sólo conseguir la democracia y la libertad, sino acabar con los conflictos armados y el colonialismo. "Aquel día comenzó la paz espontáneamente", explica Adelino Gomes, periodista portugués que cubrió los acontecimientos. Aquel día, un 25 de abril de 1974, del que ahora se cumplen 40 años, cambiaron las fronteras portuguesas. También las del mundo.

El problema de los retornados

"Con la retirada de Portugal de África comienzan realmente las nuevas relaciones entre el viejo continente y las nuevas naciones africanas. Se trata de un proceso que continuará con avances y retrocesos, con la conciliación de intereses y beneficios mutuos", apunta Aniceto Afonso, historiador y uno de los militares que participó en la revolución desde Mozambique. La independencia de las colonias portuguesas significó el fin del colonialismo europeo en África, que había arrancado 560 años antes con la llegada de los portugueses a Ceuta. Las nuevas naciones aportaron una "democratización racial" clave para la zona sur del continente negro, donde había tres países con segregación y discriminación entre sus habitantes, Rodesia del Norte, Rodesia del Sur y Sudáfrica, recuerda la investigadora de la Universidad de Lisboa y especialista en estudios africanos Catia Miriam Costa.

El proceso es aún materia de debate. "El único aspecto de todos los estudios de opinión sobre la memoria de la dictadura y la revolución que es valorado de manera negativa por los portugueses es la descolonización", confirma el historiador Manuel Loff. Existen principalmente dos tipos de posturas críticas. La de quienes ideológicamente entienden el país como un destino imperial, como predestinado a tener un imperio colonial. Y la del más de medio millón de portugueses que vivían en las colonias -algunos como la tercera generación de colonos- y que regresaron a la antigua metrópoli. Los retornados.

"Mi verdadero retorno ha sido para Angola en 2006. Ésta es mi tierra. La llegada a Portugal en 1975, aunque fuera por unos meses de camino a Brasil, no fue muy buena: a todos nos etiquetaban de retornados, fascistas, colonialistas, exploradores…Nos trataron mal", recuerda el vicerrector de la Universidad Independiente de Luanda, Francisco Soares. No fue fácil encajar en un país empobrecido la llegada masiva de población. "Tuvimos uno de los momentos más difíciles del proceso político y fuimos salvados por la idea luminosa de la creación de un instituto de apoyo al retornado", recuerda Adelino Gomes.

Han pasado cuatro décadas del proceso que dejó su huella en la historia, tanto en la del continente europeo como en el africano. También en el sudeste asiático, donde Timor Oriental se libró del yugo portugués para ser ocupado por Indonesia hasta 1999. "Los pueblos descubren que al final pueden ser hermanos en vez de padre e hijo", apunta Soares.

El yugo europeo y las ventanas africanas

Las actuales relaciones de la otrora metrópoli con sus antiguas colonias son "interesantes e irónicas", según Adelino Gomes. En un Portugal amordazado por las medidas económicas impuestas por el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, el crecimiento económico de sus antiguas colonias es una ventana. De escape, por un lado: tan solo en 2011, cuando dio comienzo el rescate económico y financiero de la troika, entre 120.000 y 150.000 portugueses emigraron principalmente a Angola, Mozambique, Brasil (otra ex colonia) e Inglaterra. "Angola y Mozambique son países ricos desde el punto de vista de los recursos y tienen necesidad de personal cualificado. La crisis económica de Portugal pasa la mano de obra cualificada que les falta y que además tiene dos ventajas: habla la misma lengua y tiene una capacidad de integración superior a otros pueblos", apunta el subdirector del diario Negocios, Celso Filipe.

El aire, por otro lado, también entra a través de esa ventana. "Muchas de las personas más enriquecidas de Angola están invirtiendo en empresas estratégicas de Portugal, como la banca y las telecomunicaciones", apunta la profesora Costa. La mirada se centra en compañías como los bancos BPI, Millennium o BIC, la energética Galp, o en Zon, dedicada a las telecomunicaciones. Y del lado angoleño, en la compañía Sonangol y en Isabel dos Santos, la hija del presidente y una de las mujeres más ricas de África.
"Con el final de la guerra civil en Angola en 2002 se abrió un nuevo ciclo y el dinero que antes el Gobierno canalizaba para el esfuerzo del conflicto ahora está disponible para otros fines. Desde entonces, Angola mira a Portugal como destino de inversiones" explica Filipe, autor del libro El poder angoleño en Portugal, quien cifra en 6.000 millones de euros la presencia de Angola. "La relación es recíproca", matiza Costa. Y es que, el país africano es el cuarto mayor mercado para Portugal.

El caso de Angola es el más llamativo y voluminoso pero no el único. A pesar de que la presencia de los capitales de las ex colonias aún no supone el 1%, los expertos coinciden en que la tendencia está cambiando. "El principal factor está vinculado con las ligaciones culturales y lingüísticas", destaca el último informe de la consultora EY, titulado curiosamente ‘Inversión extranjera. ¿Un regreso al futuro?’ y que también llama la atención sobre Mozambique. Precisamente el pasado mes de marzo se celebró la segunda Cumbre Mozambique-Portugal y, en un contexto definido como "de cooperación económica", se destacó que las exportaciones mozambiqueñas en la República portuguesa han crecido el 60% desde finales de 2011, cuando se celebró la primera cita bilateral.

De colonizador a colonizado

Las mismas aguas bañan a Portugal y Angola, que desde hace 40 años no comparten bandera. "En el fondo y a pesar de ser un país europeo, Portugal siempre tuvo una vocación atlántica, y por necesidad o deseo logra este propósito" finaliza Filipe.

‘¿Por qué en Portugal se escribe tanto de Angola?’ preguntó un angoleño a Celso Filipe. ‘¿Y por qué en Angola se escribe tanto de Portugal?’ respondió el periodista. Es habitual hojear un diario o una revista en Lisboa y leer informaciones de la ex . El segundo productor de petróleo del continente y uno de las principales reservas de diamantes cosecha frecuentes titulares a la par que publirreportajes sobre inversión.

No se puede hablar de una política oficial que englobe el trato de Portugal con sus colonias, pero lo cierto es que se advierte un patrón oficioso. "La relación con las ex colonias, con la excepción de Angola, con la que siempre hubo más turbulencia, fue siempre próxima e incluso armoniosa. Hasta hace poco los portugueses sentían la relación con esos territorios como próxima. Y el hecho de existir inmigrantes de esos países en Portugal y de haber habido una relación de inversión también ha facilitado la tendencia. Los ‘afectos de la lusofonía’ es algo que se cultiva desde el proceso de la descolonización", explica la especialista en estudios africanos, quien en sus viajes a África reconoce no haber sentido ningún odio, aunque "sí puede existir alguna reticencia. Pero es normal porque el sistema colonial es depredador en la sociedad en la que actúa".

¿De país colonizador a colonizado?, cambia la pregunta. Y la respuesta no deja indiferente a nadie. "Es un momento extraordinario en la historia de los pueblos porque la antigua potencia y el nuevo país están obligados a discutir todo en plena igualdad y usando cada uno sus argumentos", suscribe Adelino Gomes. "La pregunta es populista pero su metáfora es útil. Como Portugal no tiene derecho a una política monetaria y tiene serias limitaciones para su política fiscal es cierto que hoy el país tiene serios problemas de soberanía", aporta el profesor de Economía en el ISCTE Business School Sandro Mendonça. La cuestión la zanja Costa: "En todo caso la metrópoli ahora es la troika".

 

Artículos relacionados