Podemos evitar que los desacuerdos menores se conviertan en conflictos graves utilizando medidas estabilizadoras en conjunto con estructuras de paz de base. Los conflictos se producen y seguirán ocurriendo, pero si se actúa utilizando estrategias de prevención operativa y estructural, especialmente por parte de los Estados influyentes y las organizaciones multilaterales, se podrían evitar muchos de ellos.
Europa se enfrenta hoy a lo que muchos pensaban que nunca volveríamos a ver: una guerra. La invasión ilegal de Ucrania por parte de Rusia ha convertido a millones de personas en refugiados que han emprendido la huida a Polonia, Hungría, Alemania, Moldavia y Rumanía, todo en cuestión de días.

Para muchos, los abrumadores niveles de agresión, las armas de fuego, además de los ataques peligrosos e ilegales a las centrales nucleares civiles, el uso de municiones de racimo, minas y la amenaza de la utilización de armas nucleares ha supuesto una gran conmoción.
Pero para las personas que viven en Siria, Afganistán, Yemen, Tigray (Etiopía), por nombrar solo algunos conflictos actuales, puede que no sea tan sorprendente.
La guerra se desborda, infiltrándose de forma dramática en los territorios vecinos y más allá. Las consecuencias incluyen el crecimiento de las economías ilícitas que socavan la gobernanza, la generación de personas refugiadas, la destrucción de ciudades y pueblos, daños medioambientales y más.
Los conflictos armados modernos son cada vez más destructivos y complejos de resolver. Como consecuencia, el número de acuerdos de paz ha disminuido drásticamente en la última década.
Una práctica inaceptable
A lo largo de la historia, la guerra ha formado parte de las relaciones sociales y políticas, hasta el punto de ser glorificada. La preparación para la guerra, que normalmente se formula como la disuasión de esta por medios militares, es parte de nuestra cultura política y de construcción del Estado, y representó 1.981.000 millones de dólares de gasto militar mundial en 2020, según el Instituto Internacional de Investigación de Paz de Estocolmo.
El conflicto violento es un rango peligroso que puede variar en muchas dimensiones, pasando, por ejemplo, de regional a global, o de convencional a nuclear. Representa el fracaso de la prevención de conflictos, para empezar, o de la resolución de éstos una vez iniciada la guerra.
Otras formas de actividades humanas han sido rechazadas rotundamente por ser inhumanas, como la esclavitud, la desigualdad de género y el trabajo infantil. La violencia organizada podría unirse a esta lista de prácticas inaceptables.
La Carta de Naciones Unidas deja bastante clara esta ambición, exigiendo que todos los Estados miembros resuelvan sus disputas internacionales de manera pacífica y que se abstengan de amenazar o usar la fuerza contra la integridad territorial o política de cualquier Estado.
Sin embargo, 77 años después de su firma, aquí seguimos. Tras un declive gradual, el número de conflictos armados comenzó a aumentar de nuevo a partir de 2010. Actualmente hay unos 35 activos en el mundo.
En la última década, muchos de ...
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