El uso de la inteligencia artificial en este terreno es prometedor, pero al mismo tiempo genera nuevas cuestiones, tanto éticas como prácticas, con importantes implicaciones.

La innovación tecnológica, particularmente la derivada del uso intensivo de la inteligencia artificial (IA) y el análisis masivo de datos, está teniendo un impacto aún difícil de predecir en la definición del nuevo orden internacional. Esto no es en sí mismo algo novedoso, pero lo que resulta sorprendente es la velocidad y amplitud de los cambios en curso. Las certezas del orden liberal multilateral, en las que se basaba nuestra visión del mundo, marcadas por la confianza en una prosperidad en constante aumento y una seguridad garantizada frente a las amenazas, están en cuestión. Simultáneamente al desarrollo acelerado de la economía digital y de la doctrina militar del ciberespacio, estamos experimentando una multiplicación de conflictos de raíz etno-cultural y religiosa cada vez más complejos y frecuentemente reincidentes. Este fenómeno, combinado con la erosión de las instituciones y la autoridad del Estado en nuestro entorno inmediato y el surgimiento de nuevos actores no estatales, está provocando transformaciones sin precedentes en el sistema multilateral vigente en los últimos 75 años.

Mural contra la guerra de Ucrania en Roma, Italia. (Andrea Ronchini/NurPhoto via Getty Images)

El mismo conflicto creado por la invasión de Ucrania por parte de Rusia, que se está desarrollando sin una intervención significativa de la ONU, es probablemente el mejor ejemplo de esta crisis del multilateralismo frente a la competencia agresiva entre las grandes potencias, que recurren a sus respectivas alianzas militares y estratégicas antes que a las instituciones internacionales. Sin embargo, hay una serie de elementos que están pasado casi desapercibidos bajo el estruendo de la retórica bélica que parece dominar los medios de comunicación y las redes sociales: los componentes etno-culturales del conflicto. El hecho de que el Patriarca Kyril, cabeza de la iglesia ortodoxa rusa, haya estado a punto de ser incluido en las sanciones promovidas por la Unión Europea supone un reconocimiento reticente de la importancia que estos factores tiene en la narrativa de la guerra. Igualmente, en los discursos de Vladímir Putin figura de forma prominente la negación de una identidad histórica de Ucrania, que define como una creación del sistema soviético, aprovechada por EE UU y sus aliados occidentales para intentar debilitar a Rusia. Frente a ello, se está construyendo una nueva identidad europea de Ucrania, apoyada por la reciente aceptación de su candidatura a la UE. O también, pasando al terreno tecnológico, es lo que algunos analistas chinos han calificado como la primera guerra del metaverso, donde las visiones subjetivas y las narrativas que se construyen en el ciberespacio acaban teniendo un impacto cierto en el mundo físico.

El contexto de los conflictos, cada vez más intrincado, y la multiplicidad de actores implicados, han hecho más compleja su prevención y resolución, tal y como lo afirma la nota conceptual de la UE sobre mediación y lo atestiguan las repetidas solicitudes de instituciones como el Parlamento Europeo para la creación de capacidades adicionales ...