Me alegra ver que mi compatriota Dambisa Moyo (‘Nuevas ideas: África’, FP EDICIÓN ESPAÑOLA, junio/julio, 2009) critica a los miembros del sector de la ayuda que exageran la eficacia de su medicina. La ayuda es una medicina, desde luego. Pero no es más que un analgésico.

El gran error de los activistas de la cooperación es pensar que ese analgésico puede curar la enfermedad. Pero el error de Moyo es pensar que quitar el analgésico al paciente va a ayudar a curarlo. Cree que la medicina es la causa de la enfermedad. Ambas partes se equivocan.

En realidad, el artículo de Moyo contribuye a los argumentos de sus adversarios y quita valor a sus propias afirmaciones. Al presumir de que África está “mejorando” económicamente, está diciendo que la medicina de la ayuda está sirviendo de algo (dado que esa mejoría se ha producido cuando se estaba administrando). Si pretende demostrar que tiene razón, tiene que abandonar esa importante contradicción.

Las estadísticas que menciona como prueba reflejan una falacia habitual entre los economistas: la de comparar pequeñas manzanas con piñas enormes. Si un hombre pobre que no tiene más que un dólar gana otro dólar, consigue un crecimiento del 100% de su riqueza, mientras que Bill Gates necesita ganar más de 50.000 millones de dólares para tener esa misma tasa de crecimiento. Incluso con un crecimiento del 3% o el 7%, África está todavía en un coma económico.

La respuesta no es la financiación, ni procedente de donantes ni de los mercados financieros. Los presidentes africanos y sus amigos sienten la necesidad de controlar a quienes ganan dinero para que su poder no corra peligro, y eso significa que, normalmente, los únicos que se hacen más ricos son los aduladores corruptos. No pueden permitirse el lujo de dejar que exista un entorno libre y meritocrático en el que cualquiera pueda crear riqueza. Si la ayuda no funciona y los mercados tampoco, ¿qué otra cosa queda? La respuesta es la transformación política. La cultura política africana sigue basada en las costumbres de la aldea africana tradicional: el líder nacional, al igual que el jefe local, está obsesionado por tener la sensación de ser la autoridad absoluta. África sólo mejorará cuando, de alguna forma, se consiga acabar con ese poder absoluto y corruptor de sus incorregibles dirigentes.

  • CHANDA CHISALA
    Titular de la beca John S. Knight, Departamento de Comunicación,
    Universidad de Stanford, California, EE UU

 

Dambisa Moyo responde:

Existen dos factores que han contribuido claramente al crecimiento económico de África durante el último decenio. Uno es la inversión directa china, y, el otro, el auge de los precios de las materias primas. La idea de que la ayuda ha creado puestos de trabajo en África no tiene ningún fundamento. Después de 60 años y más de un billón de dólares, ¿por qué iba a convertirse la ayuda milagrosamente en un factor de crecimiento?

Me parece también ridículo el argumento de que debemos eliminar la corrupción antes de abordar los problemas de la ayuda. Son dos caras de la misma moneda. La mayoría de los gobiernos africanos corruptos sobrevive en un entorno en el que los ciudadanos no pagan impuestos y dependen casi por completo de la ayuda exterior. Por desgracia, los africanos tienen los gobiernos que han pagado.