La sostenibilidad es una megatendencia que generará cambios fundamentales en las estructuras del mercado y en las reglas de la libre competencia.

 

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Se celebra este año el 20 aniversario de la primera Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro, que representó un primer y decisivo hito en el lanzamiento a escala global del reto por el desarrollo sostenible. Desde hace ya algunos años, en Acciona se ha asumido e interiorizado el criterio de la sostenibilidad como vector crítico de la gestión de sus tres negocios estratégicos: las infraestructuras ecoeficientes, las energías renovables y las tecnologías del agua. Si en 2005 decidimos presentarnos públicamente como “pioneros en desarrollo y sostenibilidad” fue porque creímos entonces -como seguimos creyendo hoy- en una forma determinada de gestionar los negocios, que trasciende el primer y lógico propósito de rentabilidad económica y apunta hacia metas más ambiciosas de creación de valor compartido a largo plazo con las comunidades en las que operamos y con sus necesidades sociales o medioambientales.

Sin embargo, especialmente ahora, en un contexto global condicionado por una severa crisis económico-financiera, el concepto de "sostenibilidad" se cuestiona con frecuencia o, peor aún, se trivializa por su uso excesivo como herramienta de marketing o de greenwashing.

A pesar de ello, existen muchas razones para continuar apostando por un modelo de empresa sostenible. Las compañías han contribuido durante las últimas décadas a transformar el mundo, convirtiéndolo en un espacio cada vez más globalizado e interconectado; ahora, es tanto más evidente que es ese nuevo entorno el que incide directamente en la forma en que las empresas deben gestionar sus negocios. A las compañías les afectan directamente las consecuencias de los grandes fenómenos que están caracterizando el siglo XXI (el crecimiento de la población, el desarrollo económico de los mercados emergentes, la concentración urbana, la escasez y carestía de los recursos naturales, el cambio climático…). La forma en que respondamos a estos desafíos y la capacidad que cada empresa pueda demostrar para identificar oportunidades de negocio inéditas en este nuevo entorno determinará en gran parte sus posibilidades de supervivencia a largo plazo. Es por ello que muchas empresas, incluyendo Acciona, estarán presentes y participarán activamente en la Cumbre de Río +20; porque consideran parte de la solución a los problemas que se van a debatir en esta cumbre.

Desde una perspectiva empresarial, los retos de la sostenibilidad alcanzan dimensiones globales y guardan todos ellos una estrecha relación entre sí; por lo que sólo con una ambición global pueden verdaderamente abordarse.

Durante el próximo cuarto de siglo, tres mil millones de personas se sumarán a las clases medias mundiales, concentradas principalmente en grandes centros urbanos. El aumento de los ingresos de esta población creciente acelerará la demanda de bienes y servicios ya hoy de por sí escasos (recursos energéticos, alimentos, agua…). Incluso mediante la innovación tecnológica o con mejoras radicales en los patrones comunes de producción y consumo, será difícil asegurar el abastecimiento de estos recursos en los niveles actuales, con el consiguiente riesgo de tensiones geopolíticas entre los países propietarios o explotadores de estos recursos y los demás.

La producción de alimentos o el aprovechamiento del agua, particularmente afectados además por el fenómeno del calentamiento global, resultan especialmente vulnerables a estos cambios; siendo el agua, entre otros, un factor de producción crítico en la operación de multitud de actividades empresariales. Lo es, desde luego -aunque en pocas ocasiones nos percatemos de ello- en el mundo industrializado; pero, lo es aún más en aquellos territorios en los que la tensión del suministro o la competencia por el recurso es intensa, como es el caso, por ejemplo, de India.

La escasez de determinadas materias primas (fundamentalmente, combustibles fósiles), sumada al vertiginoso crecimiento económico de China y de otros mercados emergentes, ha alimentado una irreversible tendencia al encarecimiento de los precios que impacta negativamente sobre la actividad industrial con una intensidad equivalente -se ha llegado a decir- a la de una guerra mundial.

Ante estos problemas, el reto no es otro que una gestión más eficiente de estos recursos escasos (mediante, por ejemplo, el tratamiento o la reutilización del agua) o la búsqueda de nuevas alternativas de suministro (a través de las energías renovables). Los empresarios saben que de la respuesta a estos retos de la sostenibilidad dependerá en buena medida su competitividad y, tal vez, la viabilidad misma de sus negocios.

Con el fin de la era de los recursos naturales abundantes y baratos, las ventajas competitivas de las empresas dependerán de su capacidad de gestión eficiente de éstos o del aprovechamiento de recursos sustitutivos. Muchas empresas orientan su estrategia hacia las oportunidades de negocio que estas necesidades plantean; así, se ocupan de mejorar la productividad de sus recursos, de innovar en eficiencia energética, de aprovechar las energías renovables, de reciclar las aguas residuales o controlar los contaminantes. Incluso, en empresas de perfil más tradicional, la sostenibilidad se integra paulatinamente en sus procesos de gestión, al menos como factor de mitigación de riesgos físicos, regulatorios o reputacionales. Por mucho que ahora pueda cuestionarse, la sostenibilidad -como prestigiosos analistas reconocen- es una megatendencia que conllevará cambios fundamentales en las estructuras del mercado y en las reglas de la libre competencia; y ésta megatendencia, hoy anticíclica, es una de las palancas fundamentales sobre las que apoyar las imprescindibles políticas de crecimiento económico que nos ayudarán a superar la actual crisis económico-financiera.

Hace dos años, el World Business Council for Sustainable Development diseñó una hoja de ruta original para el crecimiento sostenible: Visión 2050: una nueva agenda para los negocios, en la que plantea los cambios sociales, tecnológicos y regulatorios que deberán acometerse para que, en 2050, 9.000 millones de personas puedan vivir bien sin agotar los recursos de nuestro planeta. El manifiesto se atreve a imaginar cómo sería un mundo sostenible en ese año, y desafía a las empresas a que replanteen sus estrategias, productos y servicios con el fin de aprovechar las oportunidades de negocio que resultan del reto de la sostenibilidad.

En Acciona, se intenta seguir esta hoja de ruta. Se ha optado por centrar sus actividades en áreas de negocio que atienden a necesidades primarias y acuciantes en el mundo actual y resultan, por naturaleza, compatibles con el desarrollo sostenible y una visión a largo plazo. La inversión en energías limpias permitió que la compañía, en 2011, produjera en España un total de 12.234 GWh, lo que representa el 4,5% de la demanda nacional, equivalente al consumo eléctrico de unos 4 millones de hogares. Otro 30% de su producción de energía renovable se encuentra en doce países en los cinco continentes. Por su parte, su división provee agua potable a 50 millones de habitantes a través de plantas de desalación, potabilización, tratamiento y reutilización. Y, su equipo de infraestructuras se sitúa en posiciones de vanguardia de varios proyectos de I+D+i europeos orientados a minimizar el impacto ambiental de la construcción.

Acciona busca continuamente oportunidades de negocio que encajen con su compromiso estratégico con la sostenibilidad. Por ejemplo, está construyendo una red de recarga para el transporte eléctrico en España, abastecido, por supuesto, con energía renovable; y, está implantando la tecnología de desalinización por osmosis inversa para el suministro de agua potable en ciudades australianas o para la industria minera chilena, es decir, dos lugares en los que el agua escasea.

A este compromiso público, se añade el esfuerzo interno que se realiza para que todas las  actividades de Acciona como grupo empresarial, incluyendo a su red de proveedores, se rijan por los mismos criterios de sostenibilidad. El resultado se traduce, por ejemplo, en una reducción de más de la mitad de sus emisiones de CO² desde 2007 y un incremento superior al 50% de las emisiones evitadas, en el mismo periodo de tiempo, hasta un total de 11,7 millones de toneladas de CO² en 2011, equivalentes a la contaminación que producen 5,6 millones de automóviles durante un año (una quinta parte de los vehículos en circulación en España). Se traduce asimismo en una reducción cercana al 30% de los consumos energéticos derivados de su actividad (de los que el 50% procede de fuentes de energía de origen renovable) o en la implantación de programas de reducción de los consumos hídricos (de los que el 20% corresponden a consumos de agua reciclada procedente de terciario y recogida de lluvia).

Las empresas llevarán soluciones prácticas como éstas a la Cumbre de Río +20; pero, también plantearán sus exigencias. Para que el sector privado pueda cumplir con su papel en el proceso de crecimiento económico sostenible, las empresas necesitan de unos marcos de políticas globales y locales estables que apoyen y premien las inversiones en este tipo de negocios. Se precisa de contratación pública sostenible, así como políticas que promuevan la inversión en infraestructuras ecoeficientes y renovables al tiempo que se reducen las subvenciones al consumo de combustibles fósiles. Necesitamos leyes que regulen precios de mercado de carbono equilibrados, incluyendo las emisiones de gases de efecto invernadero. Las empresas necesitan que las autoridades se comprometan en el diseño y construcción de ciudades sostenibles, con cero emisiones en las redes de transporte y comunicación, edificios cero emisiones, reducción de residuos y reaprovechamiento de aguas residuales.

Gran parte de la hoja de ruta ya ha sido trazada. En nuestro mundo, la sostenibilidad es la base principal sobre la que sustentar el futuro crecimiento económico; para las empresas, como Acciona, la sostenibilidad se ha convertido además en un factor de competitividad y, por tanto, en una cuestión de interés propio. Confiamos en que los líderes mundiales, reunidos en la Cumbre de Río +20, lo aprecien de la misma manera.