El Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno de Colombia se sientan de nuevo en la mesa de negociaciones para intentar poner fin a un conflicto armado que dura ya casi seis décadas. ¿Quiénes serán los actores involucrados y dónde se va a llevar a cabo todo este proceso? ¿Cuáles son las principales cuestiones a negociar? ¿Y los obstáculos e incertidumbres por delante? He aquí un repaso a todas las claves a tener en cuenta.

Nos encontramos ante un nuevo proceso de paz entre la guerrilla más longeva de la historia latinoamericana, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Estado colombiano. Los primeros procesos de diálogo con este grupo armado se remontan, por primera vez, a 1991, cuando el gobierno del liberal César Gaviria impulsó un acercamiento, a todas luces infructuoso, con la entonces Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar —de la que también hacían parte las FARC-EP y el Ejército Popular de Liberación. Desde entonces, varios han sido los gobiernos que intentaron emplazar a la guerrilla surgida en 1964, y de fuerte inspiración guevarista, a un proceso de paz.
Los mayores niveles de avance se obtuvieron durante la segunda presidencia de Juan Manuel Santos, cuando entre 2016 y 2017 se llegó a identificar una agenda de negociación e, incluso, tuvieron lugar varias rondas negociadoras que, empero, se vieron afectadas muy negativamente por las condiciones del momento. Tanto por la falta de confianza, compromiso y voluntad, especialmente del lado del ELN; como por un escalamiento en la confrontación armada que llegó a niveles insostenibles a finales de 2017 y comienzos de 2018, dejando al proceso en una situación de debilidad e insostenibilidad que no haría sino acrecentarse una vez que Iván Duque asume la presidencia del país, en agosto de 2018.
Como era de esperar, los cuatro años de uribismo en Colombia transitaron sin ninguna posibilidad real de acercamiento, hasta el punto de que discursivamente Duque trató de desacreditar, incluso, al mismo Gobierno cubano. Aun cuando éste, primero con las FARC-EP y después con el ELN, siempre dispuso de todos los recursos y apoyos posibles y necesarios para favorecer un emplazamiento de entendimiento. De la misma manera, la esperada llegada del progresista Gustavo Petro, más allá de izquierdas y derechas, suponía el retorno de una agenda gubernamental comprometida con la paz, el diálogo y la transformación de las condiciones que soportan la violencia. Una de las grandes promesas del nuevo Ejecutivo es la aspiración de “paz total” para el país, lo cual involucra a todo tipo de estructuras armadas —desde disidencias de las FARC-EP hasta grupos delictivos herederos del postparamilitarismo— y hace reposar en un lugar central y prioritario al proceso que se desprende con ...
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