
La combinación de agresividad verbal y prudencia militar podría indicar que Moscú no está seguro de cómo actuar.
El 10 de agosto Moscú anunció que un equipo de saboteadores ucranios había intentado llevar a cabo un ataque contra la infraestructura económica de Crimea, una acusación que Kiev niega. El anuncio disparó las especulaciones en los medios occidentales sobre una nueva ofensiva militar de Rusia en Ucrania oriental, donde los clientes del Kremlin han ocupado dos enclaves en los óblats de Donetsk y Lugansk desde comienzos de 2014.
La realidad probablemente es más compleja. Los protagonistas del conflicto de Ucrania oriental −Moscú y sus aliados separatistas en un lado y Kiev en el otro− con frecuencia envían equipos de reconocimiento y de sabotaje tras las líneas del otro bando. Estos incidentes rara vez se hacen públicos y las bajas solo se reconocen a regañadientes.
En esta ocasión, sin embargo, los líderes rusos decidieron convertir el incidente en un asunto de mayor importancia, mientras el presidente Vladímir Putin denunciaba al gobierno de Kiev en términos que traían a la memoria los momentos álgidos de la guerra en 2014. “Creo que es obvio que las actuales autoridades de Kiev no están buscando modos de resolver los problemas mediante la negociación, sino que han recurrido al terrorismo”, declaró Putin ante los periodistas durante una conferencia de prensa en el Kremlin el 10 de agosto. Acusando a la cúpula de la inteligencia militar de Ucrania de estar implicada, afirmó que era “inútil” proseguir las reuniones con los líderes de Rusia, Ucrania, Francia y Alemania, en el llamado Formato de Normandía. La siguiente ronda de estas consultas estaba previsto que tuviera lugar coincidiendo con las actividades de la próxima cumbre del G20 en China.
Dado el absoluto hermetismo de la toma de decisiones de la cúpula de Moscú, centrada en torno a un pequeño grupo de hombres de confianza de Putin desde hace mucho tiempo, es peligroso ofrecer predicciones muy generales. Pero al observarlo detenidamente, el mensaje de Moscú presenta más matices. Es una mezcla de retórica dura y, hasta el momento, acciones más contenidas.
Lo que sabemos en este punto es que la noche del 6 al 7 de agosto, unidades rusas con base en Crimea, que incluían al Vympel, la fuerza antiterrorista de élite del Servicio Federal de Seguridad, tuvieron enfrentamientos con presuntos saboteadores que actuaban bajo órdenes de la inteligencia militar ucrania. Un oficial del Vympel resultó muerto. Un miembro de las fuerzas aéreas rusas supuestamente también murió en los choques posteriores. Esta incursión y otros enfrentamientos militares no fueron anunciados oficialmente hasta el 10 de agosto. Este tipo de pausas con frecuencia indican que se están produciendo debates en las altas instancias de Moscú sobre la respuesta apropiada, y que las discusiones pueden no estar desarrollándose con suavidad.
El 10 de agosto Putin convocó al Consejo de Seguridad Ruso −los militares y jefes de seguridad de más alto nivel del ...
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