Cartel de información de votación del referéndum de Khalistan visto fuera de la Casa de la India. (Loredana Sangiuliano/SOPA Images/LightRocket via Getty Images)

El separatismo sij busca establecer un estado soberano, Jalistán (‘Tierra de los Puros’), en Punjab mediante una consulta no vinculante y no gubernamental organizada por el grupo estadounidense Sikhs for Justice. ¿Cómo influirá en las relaciones bilaterales con los países donde se desarrolla el referéndum?

La diáspora india supera los 32 millones de personas. Es en el exterior donde parece estar gestándose un independentismo de matriz religiosa. El malestar del Ejecutivo nacionalista hindú de Narendra Modi es manifiesto. El proyecto sij de formar un estado es paradigmático. 

En 2018 la organización con sede en Estados Unidos Sikhs for Justice (SFJ) anunció el “referéndum sobre Jalistán”. Lo hizo bajo el liderazgo de su cofundador y asesor legal, Gurpatwant Singh Pannun. Con la pregunta “¿Debería el Punjab ser un país independiente?”, propone desgajar este estado norindio, fragmentos de Haryana e Himachal Pradesh y varios distritos de Rajastán y Uttar Pradesh. Y una vez establecido el consenso, dirigirse a Naciones Unidas y otros organismos para constituir el estado nación. En ningún momento especifica cómo implementaría la consulta en el interior de Punjab. Al año siguiente, SFJ fue proscrita por el Gobierno indio en virtud de la Ley de Actividades Ilegales (Prevención).

La elección comenzó en octubre de 2021 y se ha celebrado desde entonces en Reino Unido, Suiza e Italia. En otoño tuvo lugar en Canadá. El mes pasado en Australia. Bakhshish Singh Sandhu, político que desde 2017 ocupa el cargo de tercer presidente del Consejo de Jalistán, afirma que el separatismo sij cumple todos los requisitos para tener derecho a la autodeterminación. El ejecutivo de Modi denuncia que el movimiento prospera en estos dos últimos países mientras apenas tiene base en Punjab. De hecho, la política estatal ha estado tradicionalmente dominada por el Partido del Congreso o el conservador Akali Dal. En general este último, favorable a la autonomía, no aspira a la independencia. Desde el año pasado gobierna el partido Aam Aadm; el secesionismo no es parte de su ideología.

Justin Trudeau, observa la colorida procesión durante el Desfile del Día de Khalsa en Toronto, Ontario, Canadá. (Creative Touch Imaging Ltd./NurPhoto via Getty Images)

Conviene detenerse en lo que sucede en Canadá. Ottawa ignoró la petición para detener y denunciar la iniciativa. Pese a no reconocer validez a las consultas emprendidas por SFJ, insiste en no querer limitar el derecho democrático de expresión de opinión. Esto dista de ser la razón fundamental. Cuando en 2015 Justin Trudeau asumió el cargo de primer ministro obtuvo un amplio respaldo de algunas de las organizaciones jalistaníes más extremistas, por lo que ha venido apoyándoles para asegurarse el voto. Un instante importante lo marcó su asistencia a un desfile de khalsa day, llevado a cabo por una de las gurdwaras (lugares de culto sij) más radicales de Toronto. Pese a constituir solo el 1% de la población, los sij ejercen influencia política en varias circunscripciones clave. El Partido Liberal de Trudeau incluyó a destacados partidarios de Jalistán, entre ellos el ex ministro de Ciencia, Industria e Innovación. Esta influencia en su gobierno es tan fuerte que la Asamblea de Ontario, dominada por su formación, aprobó el año pasado una resolución condenando el “genocidio” de 1984. El Nuevo Partido Democrático, socio de coalición, está dirigido por un sij practicante. De los 17 diputados de origen indio tras las generales de 2021, la inmensa mayoría era punjabí. El sij Tim Uppal es vicepresidente del Partido Conservador y diputado.

En 2020, el periodista canadiense Terry Milewski presentó el libro Khalistan: Un proyecto de Pakistán, publicado por el think tank Macdonald-Laurier Institute. Califica Jalistán de “proyecto geopolítico alimentado por Pakistán”. Se sorprende de que no se haya prestado suficiente atención al papel de Islamabad en la utilización de Canadá como trampolín para el terrorismo contra India.

La inteligencia canadiense incluye a los separatistas entre las cinco principales amenazas terroristas y ha prohibido dos estructuras sij (Babbar Khalsa International y la International Sikh Youth Federation).Con el tiempo el movimiento se ha convertido en matonismo. Como señala el politólogo Hemish Telford, los militantes se han dedicado cada vez más al robo, violación y asesinatos indiscriminados.

Durante el referéndum la Embajada india transmitió su seria preocupación ante las pintadas de un templo hindú en Brampton por presuntos integristas sij e incluso aconsejó a sus ciudadanos “estar atentos al fuerte aumento de crímenes de odio”.

En Australia, convocados los comicios en Melbourne por SFJ, se utilizó la presión diplomática contra los organizadores para detener el proceso de votación. No se logró al “cumplirse todos los requisitos legales”. La frustración del Ejecutivo indio se reflejó en un comunicado de prensa emitido por su Alta Comisión en Canberra que condena enérgicamente los preocupantes incidentes de vandalismo, incluyendo tres templos hindúes en las últimas semanas. Los describe como un claro intento de sembrar el odio y la división. Prominentes figuras religiosas sij e hindúes llaman a la unidad declarando que los disturbios no son representativos de ninguno de los dos grupos.

Fundado hace más de 500 años, el sijismo comparte con el hinduismo la idea de la reencarnación suprimiendo castas. Es con unos 30 millones de seguidores la quinta religión más popular. La mayoría vive en India, representando solo el 2% de su población. No se cortan cabello ni barba y usan turbante (patka). Llevan el apellido Singh (León).

Miembros de varias organizaciones sij levantan consignas a favor de Jalistán en el 38.º aniversario de la Operación Estrella Azul, en el Templo Dorado de Amritsar, India. (Sameer Sehgal/Hindustan Times via Getty Images)

Según el profesor Harpal Singh del Instituto Indio de Estudios Avanzados de Shimla, la idea de Jalistán surgió cuando nació el actual Punjab en 1966. Desde los 70 el Consejo de Jalistán alienta la creación de un estado soberano. La corriente adquirió visibilidad global con la Operación Blue Star de 1984. La violencia intercomunal de los dos años anteriores ocasionó la muerte a 410 personas y 1.180 heridos. Si bien sabía que los responsables de atentados y asesinatos se refugiaban en gurdwaras, el Gobierno indio se había abstenido de registros por temor a herir sentimientos sij. La intervención ordenada por Indira Gandhi para desalojar del Templo Dorado en Amritsar (santuario del sijismo) al líder religioso militante Bhindranwale y sus seguidores armados causó numerosas bajas. El cabecilla murió y el posterior magnicidio de la primera ministra provocó disturbios calificados como espontáneos por el partido del Congreso. Críticos alegaron que la propia formación había planeado un pogromo contra los sij.

Los ataques continuaron. El peor atentado ocurrió en 1985 cuando una bomba en un avión de Air India mató a las 329 personas a bordo. Muchos, ciudadanos canadienses.

India sostiene que jefes de espionaje paquistaníes como Hamid Gul apuntalaron el movimiento de Jalistán en su apogeo. Era un secreto a voces que señalados extremistas se refugiaban en Pakistán, que proporcionaba refugio, armas y dinero. Las acusaciones se basaron en pruebas circunstanciales.

De enero a agosto de 1993, Jalistán fue miembro de la ONG Pueblos y Naciones No Representadas. Fue suspendida definitivamente en 1995.

En los 90 la insurgencia disminuyó por luchas intestinas, desilusión de la población y represión policial. Por otro lado, es preciso recordar que activistas de derechos humanos han presentado cargos contra las fuerzas de seguridad indias denunciando el asesinato de miles de sospechosos en tiroteos organizados.

La pregunta es cómo reacciona India. Sin duda su vertiginoso crecimiento (más la presidencia rotatoria del G20) le proporciona una posición de fuerza como socio económico cardinal. Por añadidura y como indiqué recientemente integra uno de los ejes de la Nueva Estrategia para el Indo-Pacífico de Canadá. Y Reino Unido, en la actualidad el eslabón más débil del G7, trata de firmar un acuerdo de libre comercio con su poderosa ex colonia.

No obstante, esta presidencia del G20 supone un escaparate que implica transparencia y responsabilidad. Nueva Delhi ha de ser consciente de que la diáspora sij además de sobresalir en los negocios ha incrementado su influencia en la esfera pública. No solo plantea cuestiones relacionadas con su comunidad, sino que diputados sij abordan asuntos relativos a las minorías del sur de Asia. Y se siguen mostrando firmes en la búsqueda de justicia para las víctimas del pogromo antisij de 1984. En general cabe decir que estos políticos alzan su voz sobre lo relacionado con los derechos de las minorías y la inmigración en las plataformas de los partidos.

Junto a la situación en Canadá expuesta más arriba está la de Singapur, donde el actual líder de la oposición, Pritam Singh, también secretario general del Partido de los Trabajadores, es sij.

En Reino Unido dos sij practicantes son diputados por el Partido Laborista. Uno de ellos adquirió notoriedad por su discurso de 2019 en que pidió al entonces primer ministro Boris Johnson que se disculpara por sus comentarios racistas contra las mujeres musulmanas.

En la política estadounidense la destacada dirigente Nikki Haley Randhawa –de padres sij–, embajadora de EE UU ante la ONU durante la administración Trump y ex gobernadora de Carolina del Sur, ha indicado la posibilidad de presentar su candidatura a la nominación presidencial republicana.

Nueva Delhi no debe repetir errores pasados: represión brutal tras una primera actitud blanda. En el exterior quedaron atrás los días en que EE UU, Reino Unido y Alemania prestaron apoyo tácito a los jalistaníes. Y Trudeau conoce el límite de su política de apaciguamiento interesado como es el caso en un acercamiento a India.

Aun así, Nueva Delhi no puede tomarse estos hechos a la ligera y permitir que la amenaza se descontrole. A nivel bilateral en las relaciones con Australia y Canadá ha de seguir defendiendo sus intereses ante los ataques y dejando clara su postura al tiempo que mantiene una colaboración plena. En la esfera doméstica, vigilar y actuar con prontitud contra los secesionismos, sí, pero manteniendo una actitud abierta y dialogante ante reivindicaciones justas.