Claves para entender la reciente invasión de las tropas kenianas al país vecino.

 

 

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AFP/Getty Images
Soldados de Kenia preparados para entrar en Liboi (Somalia)

 

 

Tropas del Ejército keniano se encuentran desde hace más de un mes dentro de Somalia. Poco después de que varios ataques con granadas tuvieran lugar en Nairobi y del secuestro de varios europeos -entre ellos dos trabajadoras humanitarias españolas-, la aviación de Kenia bombardeaba a su vecino. Su misión, según indican las fuentes oficiales del país, es poner fin a la amenaza que representa para ellos Al Shabaab. Bajo el liderazgo keniano, la operación cuenta con el apoyo del Ejercito etíope, la ayuda logística de Francia y probablemente, el soporte de comandos especiales de militares americanos. Los actos terroristas dentro de Kenia han sido, hasta ahora, mínimos, por lo que es lógico pensar que el grupo no es un peligro mayor que otros tantos que acechan al país, sobre todo después de las violencia tras las elecciones de 2008. Aun así, el nivel de alerta actual dentro de su fronteras es extremado y sí se recomienda evitar los grandes centros comerciales y restaurantes más conocidos.

El Ejército keniano ha dado a su primera operación militar fuera de sus fronteras el nombre de Linda Nchi (defender el país). Claramente, Kenia considera a Al Shabaab el mayor peligro para su seguridad interna. A raíz de la situación, hay tres peguntas que deben ser respondidas: ¿Qué busca Kenia en Somalia?, ¿cómo puede un grupo armado que no es capaz de controlar ni siquiera un Estado colapsado como Somalia significar una seria amenaza para una gran potencia africana como su vecina? Y por último, ¿es la intervención decisión acertada?

Somalia no ha sido capaz de formar un Gobierno desde 1991, fecha de la caída del régimen de Barre. Desde entonces el país ha sufrido dos intervenciones militares: la operación Restore Hope lanzada por EE UU, bajo el auspicio de Naciones Unidas, y que no obtuvo los resultados esperados; y la invasión etíope en 2006, destinada a expulsar del poder a la Unión de Cortes Islámicas (UCI), grupo que se había hecho con el control del país. Aunque el objetivo de Etiopía se cumplió, las consecuencias fueron devastadoras. Tras su salida en 2009 –dejando en su lugar una pequeña fuerza de pacificación de la Unión Africana-, Mogadiscio se ha convertido en un lugar mucho más inestable. La vertiente juvenil de UCI, la conocida como Al Shabaab, se negó a aceptar los acuerdos para integrar a la UCI en el nuevo Gobierno Federal de Transición (GFT). A partir de entonces, el grupo ha liderado la lucha contra el GFT y ha logrado hacerse con el control de gran parte del centro y el sur somalí.

La influencia de Al Shabaab en Kenia

Pero ¿tiene incentivos Al Shabaab para establecerse en Kenia? Sí. El grupo tiene tres incentivos: la creación de bases seguras fuera de la inestable Somalia, la expansión de sus redes de reclutamiento y la ampliación de su marco de actuación al propio territorio keniano.

Kenia considera a Al Shabaab el mayor peligro para su seguridad interna

Tradicionalmente los grupos armados tienden a buscar refugio y crear bases en países limítrofes, tanto si cuentan con el apoyo de los mismos como si no. En el caso de los terroristas actuando en o desde Estados fallidos, este incentivo es incluso mayor. La legislación internacional limita la acción contra estos movimientos por parte de los gobiernos de los países de origen –que se ven sometidos al Derecho Internacional- una vez han cruzado la frontera. Por el contrario, éstos se ven, en la práctica, libres de cumplir ninguna legislación. Al mismo tiempo, disfrutan de redes informales entre los países, que les sirven como apoyo para su establecimiento. El factor de la existencia de redes informales es clave para que puedan crear exitosamente sus cimientos, ya que les proveen de documentos, alojamiento y contactos que les ayudan a crear una base operacional rápidamente. En el caso de Al Shabaab, ambos lados de la frontera se encuentran dominados étnicamente por somalíes, por lo que la extensión de ésta en la zona tiene unos costes muy bajos.

Por otro lado, la existencia de redes informales en el país de acogida del grupo armado puede ayudar notablemente a su expansión en términos humanos. Gran parte de la diáspora somalí en Kenia se encuentra en una situación muy precaria, con un porcentaje significante de pobreza extrema –eso sin contar a los refugiados. Este es un caldo de cultivo perfecto para el reclutamiento de este tipo de grupos, no solo por el sentimiento de pertenencia somalí, sino también por las condiciones de vida que soportan en su vecino. Hace menos de una semana, por ejemplo, Al Shabaab publicó una declaración pidiendo a los somalíes en Kenia que unieran sus fuerzas para defender su país. Además, el grupo es una organización que, aunque con un mensaje en clave somalí, puede exportar sus ideas a la mayoría de los países de la región. Sus conexiones con Al Qaeda son notables, especialmente con la ubicada en la Península Arábiga, una de las ramas más activas del movimiento terrorista. Su mensaje ortodoxo puede fácilmente calar en Kenia, sobre todo en las regiones costeras y del noreste, donde el islam es la religión principal. Es importante recordar que el atentado de 1998 contra la embajada americana en Nairobi fue llevado a cabo principalmente por kenianos, por lo que es plausible entender el surgimiento de este tipo de grupos en el país.

El peligro de contagio

Desde el lado keniano, la posible implantación en su territorio de Al Shabaab es, sin duda, una amenaza para su seguridad interna. Los objetivos de la organización no son claros, pero sus ataques en Nairobi son una clara señal de su capacidad para amenazar a una de las ciudades más importantes del continente. Dado que Somalia no tiene un Gobierno estable ni existe una fuerza que sea capaz de mantener el monopolio legítimo de la violencia, Kenia afirma que la única manera de defenderse contra la posible influencia de los terroristas en su territorio es a través de una intervención armada. Gran parte del norte está habitado por grupos étnicos somalíes y el caos reinante puede extenderse fácilmente por dicha región. Al mismo tiempo, la ingente cantidad de refugiados que llegan a diario a los campos ubicados en Kenia supone un peligro más, ya que éstos pueden esconder a militantes de Al Shabaab.

Kenia, por lo tanto, considera que el crecimiento de Al Shabaab es una amenaza para su seguridad interna. Por ello, la doctrina militar keniana considera que el control de la región de Jubaland es fundamental. Esta zona, que engloba la frontera entre ambos países, se ha declarado recientemente autónoma y ha sido el escenario de algunas de las luchas más encarnizadas desde 1991. Su capital, Kismayo, es uno de los puertos claves de Somalia y de todo el Cuerno de África, por lo que el interés de Kenia en dicha zona es evidente. Durante los últimos meses, era uno de los bastiones del grupo y quizás esta haya sido la razón principal para la intervención armada keniana.

Además, hay que entender la agenda de Kenia como actor regional. Su poder en la zona se ha visto siempre solapado por sus grandes vecinos, Etiopía y Sudán, que debilitado por su conflicto interno, la intervención en Somalia da a Kenia el rol de poder hegemónico en la zona. Tras el hundimiento de su imagen internacional a raíz de la violencia electoral de 2008, Kenia puede recuperar su papel si la intervención en Somalia tiene éxito. Añadido a que los secuestros de turistas y trabajadores humanitarios cerca de la frontera con Somalia pueden afectar a la industria turística, una de las grandes fuentes de ingresos del Estado. Al mismo tiempo, el éxito de la operación ampliaría su control sobre el país vecino, lo cual da un poder efectivo sobre el estrecho de Adén, una de las rutas marítimas más importantes del comercio mundial.

¿Decisión acertada?

Dos problemas fundamentales se plantean frente a dicha intervención. Por un lado, es la primera del Ejército keniano fuera de sus fronteras como tal. Aunque se le presupone una capacidad notable, carece del armamento y del entrenamiento necesario para derrotar a un grupo que basa su estrategia en la lucha de guerrillas y el terrorismo. El apoyo de Etiopía, Francia y EE UU puede llegar a suplir esta carencia. Aun así, hay que entender que si los militares estadounidenses tienen problemas para doblegar la resistencia talibán en Afganistán, es de esperar que el keniano los tenga para poder luchar contra la estructura de Al Shabaab. Por otro lado, su intervención en Somalia es vista como una violación de la soberanía del país, lo cual puede provocar las iras tanto de la población como de la diáspora que se encuentra en Kenia, incluso de aquellos musulmanes kenianos que enmarquen la acción armada dentro de una retórica de lucha anti islámica. Si las fuerzas de Kenia son vistas como invasora, el gran beneficiado de la operación puede ser el grupo terrorista, ya que sus incentivos a la hora de establecerse en el país vecino serían aún más fáciles de conseguir y obtendría una victoria moral sobre el GFT.

La operación militar keniana, por lo tanto, responde a la lógica del peligro de contagio que supone Al Shabaab y un Estado fallido como Somalia. Los ataques del grupo en Nairobi, el nivel de alerta existente y los secuestros en zonas turísticas de Kenia significan una clara advertencia de la organización sobre su capacidad y su intención de expandirse. Los incentivos para los terroristas son grandes y pueden significar una internacionalización mayor del conflicto de Somalia y de las actividades del movimiento armado, que ya demostró en 2010 que era capaz de atentar en lugares como Uganda. Kenia, Etiopía y Eritrea –que ha sido acusado en repetidas ocasiones de financiar a Al Shabaab- pueden verse dentro de un conflicto de carácter regional. Sin duda la intervención keniana significa un nuevo capítulo y un nuevo actor al ya de por si complejo escenario somalí. El éxito y las ventajas de la misma es algo que todavía están por ver en ambos países.

 

 

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