Gustavo Petro toma posesión como presidente de Colombia en Bogotá, Colombia. Leftist leader was elected president in a tight runoff against Rodolfo Hernandez on June 19. (Guillermo Legaria/Getty Images)

La elección de Gustavo Petro fue consecuencia del malestar del pueblo colombiano con la situación y su deseo de cambio. El gobierno entrante piensa ampliar la cobertura sanitaria, reforzar la tecnología y mejorar las infraestructuras; defender la justicia social como columna vertebral de su nueva concepción del país; y conseguir una Colombia capaz de ser un sólido líder regional e internacional. Pero el país que hereda Petro tiene abundancia de problemas y eso indica que va a haber un duro despertar para el primer presidente de izquierdas de Colombia.

Antes de su toma de posesión, el 7 de agosto, Gustavo Petro se mostró muy reservado. Los actos, anuncios y nombramientos que hizo desde su victoria electoral indicaban que era consciente del enorme reto que le aguardaba. Tanto si logra cumplir las ambiciones que tiene para su movimiento político como si no, estará sujeto a la vigilancia de los opositores, la prensa y el sector privado. Además de las divisiones ideológicas del país, aparentemente insalvables, a muchos les inspira desconfianza el comportamiento de Petro en el pasado, como alcalde, congresista en la oposición y antiguo rebelde. Además, las terribles circunstancias económicas que aquejan al país hacen pensar en una preocupante vulnerabilidad a las crisis externas.

Con la invasión rusa de Ucrania, la pandemia que aún mantiene en vilo al mundo y los precios del petróleo que empiezan a caer, el gobierno de Petro estará obligado a reavivar el diálogo político en Colombia y alcanzar un consenso para impulsar las reformas que permitan al país resistir las conmociones externas. Además, Petro quiere hacer avanzar las negociaciones de paz con el ELN y otros grupos armados, reconstruir las relaciones con Venezuela —su vecino distanciado—, apoyar la transición energética y el sector de las energías renovables, desligar el país del sector extractivo, resolver la inseguridad alimentaria y la pobreza inesperadas y promover el desarrollo rural y la interconectividad.

Petro ha propuesto importantes reformas económicas como acabar con las prospecciones petrolíferas, acelerar la transición energética, ampliar considerablemente los subsidios a las personas con bajos ingresos, hacer que el gobierno sea el empleador de último recurso, promulgar una reforma agraria e imprimir moneda. Los puntos de vista heterodoxos de Petro son populares hoy entre la población, debido a las dificultades económicas y la polarización política. Pero no es probable que el Congreso apruebe algunas de sus ideas más radicales sobre la gestión de la economía, que los tribunales las autoricen ni que las instituciones las lleven a la práctica.

No hay muchas probabilidades de que Petro consiga lo que quiere en todos los frentes: existe una combinación de factores políticos, económicos y sociales que limitará el alcance de sus ambiciones y le obligará a hacer concesiones o a recortar significativamente sus objetivos, un territorio inexplorado si se tiene en cuenta la carrera política de Petro como alcalde de Bogotá y político de la oposición. Influirán su estilo de gobierno, la composición de su gabinete y su relación con el Congreso, que a veces incluso determinarán hasta dónde es realista esperar que lleguen sus logros. También influirá el sector privado, muchas veces a través de cauces políticos o los tribunales.

A medida que Petro avanza en sus primeros 100 días y se adapta a su nuevo papel, tendrá que rendir cuentas de su promesa de transformar la economía de un modelo extractivo a uno productivo. Si bien lo realista es pensar que, en sus primeros 100 días, no podrá abordar más que pequeños aspectos de esa promesa, sí podemos esperar que siga impulsando las reformas mediante propuestas políticas concretas, repartidas a lo largo de sus cuatro años de mandato, incluso aunque tenga que enfrentarse a contextos difíciles, tanto nacionales como internacionales. Esta promesa es un eje fundamental del programa de Petro. De que consiga o no calar en el cuerpo político de Colombia —tanto entre sus propias bases como en la oposición— dependerá su continuidad en gobiernos posteriores.

Entre las áreas que probablemente aprovechará para demostrar la capacidad de liderazgo de su gobierno en medio de las turbulentas relaciones geopolíticas mundiales están la lucha contra el cambio climático, la búsqueda de la paz total y el debate sobre el narcotráfico mundial. En el extranjero interesarán poco las políticas nacionales de Petro en materia de seguridad, los intentos de reforma de las instituciones y los de poner en marcha una reforma rural, pero siguen siendo propuestas fundamentales para los propósitos del gobierno entrante. Aunque, desde nuestro punto de vista, no sería extraño que haya inestabilidad en los primeros 100 días de gobierno, es posible que a otros países sí les sorprenda. Petro intentará presentarse como la última gran esperanza de Colombia para resolver varios de sus problemas estructurales pero, en realidad, va a estar sometido a grandes restricciones que limitarán su capacidad de lograr resultados.

La agenda de Petro para los primeros 100 días en sectores como la agricultura, la sanidad, las infraestructuras y la política exterior intenta abordar en profundidad los profundos problemas estructurales de Colombia con un enfoque multipartidista. Aunque sus aspiraciones son admirables, es probable que muy pronto se dé cuenta de que las buenas ideas deben ir acompañadas de victorias rápidas para ganarse los aplausos y estar a la altura de las expectativas. Al principio de su presidencia, debe apelar al pragmatismo para lograr que su ambiciosa visión se haga realidad, aunque sea menos ambiciosa de lo que había pensado.

La forma de gobernar de Petro será un factor muy importante para que su administración consiga llevar adelante o no las polarizadoras políticas que constituyen la base de su programa. Tendrá que ser suficientemente revolucionario como para apaciguar a sus principales partidarios y mitigar cualquier amenaza de descontento social y, al mismo tiempo, suficientemente moderado como para evitar un bloqueo del Congreso fomentado por su oposición y en el que todo su programa se paralice. Será casi imposible que consiga mantener este precario equilibrio durante los primeros 100 días.

Aunque en los últimos tiempos ha suavizado su retórica, ha dado la clara bienvenida al diálogo con los opositores y ha propuesto amplias colaboraciones con diversos sectores, es casi indudable que, más avanzado el mandato, su tono cambiará. Que se produzca ese cambio o no revelará si Petro ha dejado atrás los cambios de humor incontrolables y la personalidad impulsiva que caracterizaron su mandato como alcalde de Bogotá o si puede reprimir esas tendencias, como hizo para ganar las elecciones. Los juegos malabares están empezando ahora, pero durarán toda su presidencia.

*Este artículo es un extracto de un informe más exhaustivo, publicado por Colombia Risk Analysis el 5 de agosto de 2022. Se puede leer el informe completo aquí:

Español: https://bit.ly/CRAInformeEspecial_Petro100

Inglés: https://bit.ly/CRASpecialReport_Petro100

El artículo original se ha publicado en Global Americans.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia