La Unión debe comprometerse con la ciudadanía ucraniana de una vez por todas.

 

AFP/Getty Images
Manifestantes con una pancarta que dice "Ucrania es Europa", diciembre 2013

 

Los acontecimientos de los últimos tiempos en Ucrania dejan muy claro que los ucranianos desean vivir en un Estado europeo moderno y disfrutar del mismo nivel de vida que sus vecinos. Muchos han olvidado ya que la gente que salió a la calle en noviembre de 2013 lo hizo para protestar contra la decisión de las autoridades de rechazar el Acuerdo de Asociación con la UE. Siguieron tres meses de manifestaciones, la mayor parte del tiempo en medio de un frío helador y a pesar de la fuerza brutal que emplearon los servicios de seguridad y grupos criminales pagados por el Gobierno. No existe ningún otro país en Europa en el que los ciudadanos se hayan mostrado tan apasionados y tan dispuestos a sacrificar sus vidas en nombre de la idea europea.

Los ministros de Exteriores de Polonia, Alemania y Francia lograron extraer un acuerdo que limitaba los poderes presidenciales e intervinieron en el proceso que ha desembocado en la caída de Víctor Yanukóvich. Sin embargo, hasta hace poco, casi lo único que llegaba de la UE eran las expresiones de preocupación de la Alta Representante Catherine Ashton, que en Kiev no impresionaban a nadie. Solo en los últimos días empezó a mostrarse más audaz e involucrada y a aprobar diversas sanciones que han contribuido a derrocar el régimen. No obstante, ahora ha llegado el momento de que la Unión emprenda medidas mucho más radicales.

Entre las medidas necesarias que la UE debe tomar de manera inmediata está la ayuda humanitaria al pueblo de Kiev: medicina (en especial, costosos instrumentos quirúrgicos) y la hospitalización de los heridos en centros de la UE, algo que ya se ha producido en Polonia y Lituania pero que debería llevarse a cabo de forma más coordinada. Mientras la situación siga siendo inestable en Kiev y, sobre todo, en el este de Ucrania, la UE debe enviar una misión de observación. La presencia física de los observadores europeos quizá pueda suavizar algunas tensiones.

Pero lo que más desean los ucranianos, y por lo que con tanta fuerza se han manifestado, es un futuro europeo para su país. Hasta ahora, la UE ha mostrado una resistencia inflexible a este respecto. Ha pedido a Ucrania que emprendiera una serie de dolorosas reformas, pero se ha negado a decir si al final de ese proceso existe la perspectiva de que se incorpore a la Unión. Para los políticos ucranianos, esa es una situación desalentadora, puesto que les ofrece todavía menos incentivos para pensar en las consecuencias de sus acciones a largo plazo. Por el momento, no hay ningún consenso en este sentido, pero la situación en Ucrania exige que la UE supere la imprecisión y la resistencia a cualquier tipo de compromiso de las que suele hacer gala. En caso de que sea imposible, tal vez la UE podría recordar a todos sus miembros que, de acuerdo con el tratado fundacional de 1956, cualquier nación europea puede solicitar la entrada.

Los ucranianos están deseosos de pertenecer a la UE, pero en su inmensa mayoría no la conocen, porque nada menos que el 80% no ha viajado jamás a ningún país de la Unión. Una de las principales razones es que se les exige un visado cuyo coste representa un gasto considerable para el hogar ucraniano medio. La UE y Ucrania están negociando sobre la cuestión, un diálogo cuyo resultado final debería ser el fin del régimen de visados, pero es un proceso que no termina nunca. Si bien es cierto que la culpa es sobre todo de Ucrania, que está tardando demasiado en la implantación de los pasaportes biométricos, la Unión debe poner todo lo posible de su parte para acelerar el proceso y adoptar una posición menos legalista.

Por último, es bien sabido que la economía ucraniana depende en exceso de la importación de gas ruso. Sin embargo, en realidad, Ucrania posee grandes recursos propios, y no necesitaría importar nada si hubiera hecho un uso más eficiente de la energía. Llevar a cabo las transformaciones necesarias para que a partir de ahora goce de eficiencia energética, con la ayuda de la UE y tal vez de Estados Unidos, sería beneficioso para el clima, para la economía ucraniana y para su capacidad de tomar decisiones políticas independientes.

Rusia sigue muy involucrada en Ucrania y no va a dejar que se aproxime a Europa sin resistirse con todas sus fuerzas. En la Unión algunos son partidarios de implicar a los rusos en la búsqueda de un futuro mutuamente aceptable para Ucrania. Es una postura admirable, pero ingenua. Rusia no es un vecino indiferente y benévolo, sino una de las raíces del problema. Si no se hubiera inmiscuido en los asuntos de Ucrania ni hubiera intimidado a Kiev para que abandonara el acuerdo con la UE, no habría habido protestas ni muertos en las calles de Kiev y otras ciudades. Lo que tiene que hacer ahora la Unión es demostrar a los ucranianos que se compromete a buscar una vía en la que sean los propios ciudadanos quienes decidan la solución.

 

Artículos relacionados