Escribir en tiempos revueltos

Rumanía ha celebrado su segundo aniversario como miembro de la UE y, este año, recordará las dos décadas del fin del régimen de Nicolae Ceausescu. FP edición española habla con la escritora rumana Ana Blandiana (Proyectos del pasado, Periférica, 2008), símbolo de la oposición durante los oscuros años de dictadura.

FOREIGN POLICY. ¿Cuáles son los autores más importantes de la literatura rumana?

Ana Blandiana. La llamada “generación de los 60” sigue siendo la más representativa. En lo que concierne al pasado, la literatura rumana ha estado siempre mejor representada por poetas que por prosistas o dramaturgos. Los poetas más grandes vivieron en la segunda mitad del siglo XIX, como Mihai Eminescu, y en la primera mitad del XX, como Tudor Arghezi, Lucian Blaga, George Bacovia o Ion Barbu.

FP. ¿Cómo eran la cultura, el periodismo y la literatura en la época de Ceausescu?

A.B. No existía un periodismo independiente. Pero la literatura y las artes –sobre todo la poesía (favorecida por el escudo de la metáfora, que la protegía de la censura)– han tenido una enorme importancia. Y no me refiero sólo a las élites. Todo el mundo leía; los libros tenían una tirada muy grande. Los poetas eran los pulmones con los que se respiraban los últimos átomos de libertad. Un escritor nunca es tan importante como en el momento en el que sus páginas se leen a escondidas y se copian a mano para difundirse. Las cosas tienen el valor del precio que has pagado por conseguirlas.

FP. ¿Cómo vivió esos años?

A. B. Como escritora perdí tres veces el derecho a escribir. La primera, cuando las autoridades se enteraron de que mi padre era un detenido político y me declararon hija de “un enemigo del pueblo”. Esta prohibición duró cuatro años. La segunda, cuando ya era conocida, fue por la publicación de unos poemas [Todo, Yo creo…] considerados subversivos, y que después de la prohibición fueron copiados a mano y difundidos en miles de ejemplares. Protestas de unos colegas de Italia y Alemania hicieron que Ceausescu diera marcha atrás. La tercera vez fue por un poema para niños [Acontecimientos en mi calle] en el que parodiaba al dictador en la figura de un gato. En esta ocasión, mis libros fueron retirados de las bibliotecas, por lo que era una figura prohibida en el presente y en el pasado. Todo se acabó con la llegada de la revolución [en 1989].

FP. Y fue durante la dictadura cuando adoptó su pseudónimo.

A. B. Debuté con él (Blandiana es el nombre del pueblo de mi madre, y Ana rimaba con Blandiana) por el simple motivo de que no hubiera podido publicar con mi propio nombre [Otilia Valeria Coman], ya que mi padre estaba detenido. Tenía 17 años.

FP. ¿Existe una literatura de la diáspora?

A. B. Los nombres más conocidos del exilio son Mircea Eliade, Emil Cioran y Vintila Horia, que pasó la última parte de su vida en España escribiendo en español (El caballero de la resignación, Dios ha nacido en el exilio).

FP. El rumano es el idioma oficial, pero también hay población que habla húngaro y romaní. ¿Han desarrollado una cultura en estas dos lenguas?

A. B. Existe literatura en húngaro [autores como Hervay Gisella, Kanyadi Sandor], así como escuelas, universidades, revistas literarias [Korunk, Utunk], teatros y óperas para el 5% o 6% de origen magiar. No se puede decir lo mismo del romaní. En el periodo de entreguerras hubo un poeta de origen romaní, Miron Radu Paraschivescu, autor de muy bellos y conocidos poemas llamados Los cantos gitanos. Pero su arte por excelencia no es la poesía, sino la música.