Miembros de la brigada Zintan patrullan en el desierto cerca de la ciudad de Ben Jawad, al norte del país. Eric Feferberg/AFP/Getty Images
Miembros de la brigada Zintan patrullan en el desierto cerca de la ciudad de Ben Jawad, al norte del país. Eric Feferberg/AFP/Getty Images

El país se sumerge en un caos de milicias que luchan entre sí para controlar el poder y los recursos energéticos.

Las llamadas “primaveras árabes”, si algo han puesto de manifiesto, es que la liberación de un régimen autoritario no se traduce necesariamente en una democracia. Y uno de los ejemplos más claros es Libia, un país sin Estado, que ha reproducido el modelo de divide y vencerás heredado por el Coronel asesinado, Muammar el Gadafi. Su estrategia versó en la creación de un Estado sin Estado y, en la actualidad, se repite el mismo modelo político: la aparición de miles de brigadas representando intereses de diferente calado que constituyen la verdadera amenaza para el futuro del país.

Los grupos rebeldes luchan por la adquisición de parcelas de poder, tal y como se está viviendo en las dos últimas semanas entre las brigadas rivales, Zintan y Misrata, que combaten por el control del aeropuerto de Trípoli y que, por el momento, ha dejado un saldo de un centenar de muertos y medio millar de heridos. Este nuevo estallido de violencia se produce días después de conocerse los resultados de las elecciones legislativas en la Asamblea Nacional Libia que dieron la victoria al bloque liberal, muy próximo a la brigada Zintan, uno de los centros de poder más importante de la era post-Gadafi, mientras que la milicia de Misrata suele conectar con los movimientos islamistas que surgieron al calor de la Revolución del 17 de febrero, iniciada en Bengazi, al este del país.

En estas brigadas, y otras, reside el poder real que compiten a todos los niveles; económico, político y social, frente a un Estado desintegrado. Desde el asesinato de Gadafi y la posterior desintegración de su régimen, el país envía señales al mundo de caos e inseguridad en prácticamente todo el territorio. Hoy, existen varias Libia; la del este, donde grupos de militares dirigidos por el General Khafter han lanzado la operación Dignidad contra el islamismo, reproduciendo así el modelo del ex mariscal Sisi de Egipto; la del sur, en manos de grupos tribales conectados con mafias de narcotráfico, armas y personas, o la del oeste, inundada de armas y milicias descontroladas. Sólo la región de Misrata, la que fuera la ciudad mártir, alberga grandes esperanzas de cambio con actores políticos que han logrado superar el duelo de la guerra y en honor a las más de 2.000 víctimas han comenzado la reconstrucción y el desarrollo económico.

Pero en cada uno de los escenarios expuestos, el común denominador es el mismo: controlar el poder, pero no solo para imponer una ideología de naturaleza islamista o liberal, sino para tener el dominio de las principales riquezas, el petróleo y el gas. La degeneración de Libia se explica con la existencia de más de 300.000 milicias. Y, entre ellas, se ubican aquellas que protegen a los islamistas, los ...