Dos jóvenes en Gaza. (Mohammed Abed/AFP/Getty Images)

Bajo un enfrentamiento acrecentado entre la ANP y Hamás, el hombre de confianza de los países del Golfo, Muhammad Dahlan, podría aterrizar en la Franja de Gaza para controlar parte del Gobierno. Es posible que la paz en la región no pase por la creación de los dos Estados. Aquí están las claves.

Tras meses e incluso años hablando de reconciliación, aunque incumpliendo en todas y cada una de las ocasiones los términos acordados, la enemistad entre Fatah y Hamás atraviesa, hoy por hoy, su momento más álgido desde 2007. En ese momento, tuvo lugar una guerra civil en la Franja Gaza provocada por un Fatah -apoyado por Estados Unidos e Israel- no satisfecho con los resultados de las elecciones legislativas palestinas de 2006, colocó a cada partido rival a la cabeza de los respectivos territorios y motivó a que Israel impusiera un embargo aún vigente sobre el enclave mediterráneo. Hoy Gaza se encuentra, en más de un sentido, sumida en la oscuridad, y sus dirigentes apuntan directamente a Mahmoud Abbas como principal responsable de las penurias de la Franja.

Escalada entre la Autoridad Nacional Palestina y Hamás

La decisión de frenar el suministro de electricidad en Gaza formaba parte de una serie de medidas que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha puesto en marcha en los últimos meses para presionar a Hamás. La primera de las medidas consistió en reducir los salarios de los funcionarios de la propia ANP en Gaza, que reciben su sueldo a pesar de no poder presentarse en su lugar de trabajo, pero representan -al igual que ocurre con los expresos gazatíes, cuyos pagos también se han visto afectados- una contribución fundamental a la malograda economía del diminuto territorio. Después vinieron la jubilación anticipada de algunos miembros de las fuerzas de seguridad y la restricción en el volumen de equipamiento médico y medicinas dirigidas a la Franja. El Gobierno de Benjamín Netanyahu aceptó recientemente la petición de Abbas de reducir el suministro de electricidad, con el pretexto de que Hamás retiene los ingresos fiscales que la Autoridad, institución que centraliza la totalidad de los pagos de/hacia Israel en territorio palestino que usa para pagar a los proveedores israelíes. Abbas y su círculo más cercano llevan meses avivando las tensiones, con el fin de que una situación desesperada empuje a la población a rebelarse y derrocar al Gobierno de Hamás. Todo esto cuando el propio Abu Mazen (nom de guerre de Abbas) se encuentra en una posición precaria: carece de – y pierde paulatinamente – el apoyo cuasi absoluto del que en su día gozara Arafat entre el público palestino, pero sí que tiene 82 años, una salud delicada, y multitud de acusaciones de corrupción e ineficiencia a sus espaldas.

Egipto, responsable en gran parte de las privaciones de la Franja tras haber sellado su frontera con el territorio en 2013, pero temeroso ante cualquier escalada en su frontera con un ya inestable Sinaí y cada vez más partidario de participar en el juego de sillas regional, vino al rescate de los gazatíes enviando combustible y comprometiéndose a abrir de nuevo el cruce de Rafah. El anuncio llegó tras una serie de conversaciones que tuvieron lugar en El Cairo a mediados del mes de junio entre el relativamente nuevo líder de Hamás en Gaza, Yahya al Sinwar, y funcionarios de inteligencia del régimen egipcio. Alguien más estaba presente en esta reunión, una de las figuras más controvertidas entre el pueblo palestino: Muhammad Dahlan (también llamado Abu Fadi).

Muhammad Dahlan: el retorno

La figura de Dahlan bien podría simbolizar el retorcido recorrido que la causa palestina ha seguido estos últimos años, no sólo como consecuencia de acciones israelíes, sino también de las de sus propios líderes. Dahlan es conocido hoy en día como uno de los archienemigos de Abbas, aunque en su momento se posicionara como uno de los miembros de Fatah más cercanos al presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Varios años más tarde, acusado de organizar un golpe de Estado entre bastidores, Dahlan fue despojado de sus poderes y expulsado del Comité Central de Fatah. Tomó el camino del exilio voluntario y fue acogido por Muhammad bin Zayid, príncipe heredero de Abu Dhabi y líder de facto de Emiratos Árabes Unidos, que poco tardó en nombrarle consejero de seguridad nacional.

El año pasado, Bin Zayid encabezó un intento de reconciliar a Abbas y Dahlan, relevado en sus esfuerzos por Abdul Fatah al Sisi en marzo de este año. Abbas respondió al primero expulsando a todos los simpatizantes de Dahlan del órgano supremo de Fatah. Como evidencian enfrentamientos armados en campos de refugiados y conversaciones acaloradas en cafeterías, Dahlan cuenta con un apoyo considerable -y detractores acérrimos- entre los palestinos, tanto en Cisjordania como en Gaza. Aunque pocos dudan de sus intenciones, ha declarado en más de una ocasión que no aspira a la presidencia palestina, comprometiendo su apoyo en favor del popular dirigente encarcelado Marwan Barghouthi. Cuenta además con un no desdeñable poder político y financiero en el Golfo, gran parte del cual ya ha comenzado a invertir en Cisjordania. Muchos rascacielos en Ramallah son testigos. Abbas y su círculo más cercano son conscientes de la amenaza que éste representa, una de las razones por las que han acusado a Egipto, como marioneta del Golfo, de injerencia en sus asuntos domésticos, y presionado a la compañía eléctrica de Gaza para que no use el combustible egipcio.

Por su parte, a pesar de que Dahlan y Sinwar fueran alumnos de la misma escuela en el campamento de refugiados de Khan Yunis, Dahlan era hasta ahora persona non grata para Hamás. Abu Fadi encabezó la campaña de la Autoridad Palestina contra Hamás en Gaza en los 90, y tomó de nuevo las riendas contra el movimiento islamista en la guerra intestina de 2007. El décimo aniversario del enfrentamiento, y una época en la que las alianzas regionales son más líquidas que nunca, parece representar sin embargo una oportunidad ideal para que esta figura recupere el terreno perdido.

El Acuerdo del Cairo entre Hamás y Dahlan

La entrega de combustible egipcio no era sino una disposición del acuerdo alcanzado en El Cairo, en virtud del cual Hamás habría aceptado permitir que Dahlan quede al cargo de las relaciones exteriores y asuntos económicos de Gaza (algunos rumores apuntan a que sería incluso su futuro jefe de Gobierno), bajo supervisión egipcia. Esta última disposición cobra sentido en vista de la postura relativamente débil -tanto en lo que a su red de alianzas como a su libertad de movimientos se refiere- del nuevo jefe del Politburó de Hamás, Ismail Haniyeh, en contraste con el carismático Khaled Meshal, antiguo líder de Hamás y punto de contacto de la organización con el resto del mundo durante los últimos años. La cercanía de este último con los líderes qataríes representa un factor clave en los acontecimientos recientes. Sinwar, que ha sido presentado en innumerables ocasiones como un radical, ha demostrado ser también un líder pragmático, que aboga tanto por el refuerzo de vínculos entre Hamás e Irán como por una mejora de las relaciones con Egipto. El último punto ha sido progresivamente alcanzado estos últimos meses, gracias en parte a una renuncia formal de Hamás a declararse parte de los Hermanos Musulmanes en virtud, entre otros avances pragmáticos, de su nuevo Documento Político, presentado tras largos meses de reflexión interna en mayo.

La reunión celebrada en El Cairo acordó resucitar el Consejo Legislativo de la Autoridad Palestina, suspendido en 2007, para poner en marcha proyectos orientados al desarrollo y la ayuda humanitaria, en el que en virtud de las elecciones de 2006 Hamás y el propio Dahlan en principio contarían con una mayoría de delegados. A pesar de enfrentamientos pasados y desencuentros ideológicos, Hamás reconoce que Dahlan tiene una posición privilegiada para ayudar tanto a la débil economía de la Franja como a la normalización de las relaciones entre el movimiento y la arena internacional para la que el Documento de mayo pretendía sentar las bases. Por si esto fuera poco, tanto Hamás como el propio Dahlan consiguen así debilitar a Abbas en un momento clave para el futuro de la ANP, y quizás de la propia Organización para la Liberación Palestina.

La crisis del Golfo también se juega en Gaza

Cualquier avance en las relaciones bilaterales entre Dahlan y Hamás sólo será posible si siguen contando con el beneplácito y fondos egipcios y emiratíes. El Cairo y Abu Dhabi se encuentran sin embargo inmersos, de la mano de Arabia Saudí, en un enfrentamiento abierto contra Qatar, país al que acusan (entre otros) de apoyar a grupos islamistas, en particular a los Hermanos Musulmanes. Paradójicamente, el nombre de Hamás (pero sí el de Hezbolá) no figuraba en la lista de 13 exigencias presentadas en forma de ultimátum a Doha.

Qatar se mantiene de momento como el principal inversor en proyectos de construcción y humanitarios en la Franja de Gaza (en donde el desempleo roza el 40%), un aliado fundamental para estabilizar la posición de Hamás. En vista de la dinámica regional, ante una cada vez más agresiva política de estrangulamiento de recursos por parte de su ‘facción hermana’ palestina y bajo embargo y bloqueo israelí, el movimiento optó por recurrir a Egipto y los países del Golfo, en posición de facilitarle apoyo político y financiero, a cambio sin embargo de ceder parte de su soberanía en favor de su hombre de confianza. La alianza de países ‘moderados suníes’ también lograría así evitar que los dirigentes de Hamás dirijan su mirada a Irán en busca de más apoyo del que reciben de la República Islámica.

La crisis en el seno del Consejo de Cooperación del Golfo también ha representado una oportunidad para Netanyahu, reticente ante la idea de un nuevo enfrentamiento en la Franja de Gaza (sería el cuarto desde 2008) que pueda minar su legitimidad internacional, y deseoso de mostrarse dispuesto a ser un socio útil para Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, con los que, bendición de Donald Trump mediante, comparte enemigo prioritario: Irán. Todo ello forma parte de la estrategia ‘outside in’ compartida y largamente discutida por ambos. Según esta estrategia, y apartándose así del espíritu de la Iniciativa Árabe de Paz capitaneada por Arabia Saudí en 2002, no sería ya necesario alcanzar una solución de dos Estados para garantizar la paz en la región, sino que ésta podría lograrse mucho más directa y convenientemente a través de una normalización de las relaciones entre Israel y los países árabes.