El artículo de FOREIGN POLICY ‘¿Qué hicimos mal?’ (agosto/septiembre de 2010) es, en su mayor parte, un ejemplo decepcionante del fenómeno que pretende explicar, con interpretaciones inexactas sobre la política iraní en torno a las elecciones presidenciales de 2009 en la República Islámica.

Sin duda es cierto que buena parte de los medios de comunicación norteamericanos, incluidos algunos de los autores que figuran en el artículo, han malinterpretado de manera espectacular la historia de la política iraní en el último año. Pero el problema no fueron las cortapisas a la información, como se sugiere en los artículos. El verdadero culpable fue –y, por desgracia, todavía es– el periodismo y el análisis intencionadamente malos, motivados, por lo menos en algunos casos, por las agendas políticas personales de los autores.

De hecho, era posible captar la realidad correctamente, y algunos lo hicieron (aun a riesgo de parecer poco modestos, nosotros nos contamos entre ellos). Pero para haberlo hecho así, los autores habrían tenido que preocuparse más por la realidad y la verdad analítica que por sus logros políticos personales preferidos o por tener una historia más atractiva que vender.

Literalmente, a partir de la mañana siguiente a las elecciones, la gran mayoría de los periodistas occidentales y de los expertos estadounidenses en Irán se apresuraron a concluir que el resultado tenía que haber sido fruto del fraude. La incorrecta cobertura de las elecciones allanó el camino para la todavía peor cobertura del movimiento verde que le siguió. Esos periodistas y comentaristas tuvieron un rotundo éxito convirtiendo la idea de unas elecciones fraudulentas en Irán en un hecho social en Estados Unidos, precisamente de la misma manera en que otros comentaristas contribuyeron a convertir el mito sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Husein en hechos sociales antes de la invasión de Irak en 2003.

Todavía es posible evitar que se repita una historia tan trágica, pero sólo si la gente está preparada para abandonar las ilusiones autocomplacientes e interesadas sobre Irán y contemplan la realidad de frente.

  • Flynt Leverett y Hillary Mann Leverett
    Director, Iran Initiative, The New America Foundation, y consejera delegada, Stratega, Washington DC

 

Reza Aslan responde:

La sugerencia de Flynt Leverett y de Hillary Mann Leverett de abandonar las ilusiones autocomplacientes y enfrentarse a la realidad en Irán es un buen consejo. Deberían aplicárselo.

Incluí a los Leverett en mi análisis titulado ‘¿Qué hicimos mal?’ sobre Irán porque su fácil rechazo del Movimiento Verde era tan inexacto como la visión de quienes en los medios de comunicación creían que el régimen iraní estaba a punto de caer. Sin embargo, la diferencia entre ellos y el resto de los analistas referenciados en mi artículo es que los Leverett, pese a sostener lo contrario, siguen sin entender las cosas.

Durante años, los Leverett han estado presionando a Estados Unidos para negociar con Irán, sosteniendo correctamente que la única forma de abordar las ambiciones regionales de Irán es a través del diálogo y la diplomacia. Pero persiguiendo ese objetivo han fomentado un retrato inexacto de la actual situación en Irán, que, gracias en gran parte a las acciones del movimiento verde, ha sido rara vez menos estable de lo que lo es hoy.

La economía iraní se tambalea al borde del colapso. El país nunca ha estado más aislado internacionalmente, con el endurecimiento de las posiciones de Rusia y China respecto a su programa nuclear. El ascenso político de la Guardia Revolucionaria ha creado nuevas alianzas entre los reformistas como Mohammad Khatami, los centristas como Akbar Hashemi Rafsanjani, y los conservadores como Ali Larijani, que irán en detrimento del Presidente Mahmoud Ahmadinejad cuando llegue el momento de elegir un nuevo líder supremo.

Afirmar que todo esto es irrelevante y que debería pasarse por alto para seguir penosamente con las negociaciones –de hecho, hablar de Irán como si no hubiera cambiado debido a los acontecimientos del último año– es, parafraseando a los Leverett, un análisis intencionadamente malo, motivado por una agenda política personal.