Una mirada desde Latinoamérica.
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PATRICK KOVARIK/AFP//Getty Images |
Tras años de majestuoso crecimiento, de expansiva política inmigratoria y de robustecimiento institucional, la Europa posmoderna y poscristiana –o poseuropea–, vive una profunda crisis. El Estado de bienestar se derrumba; la deuda pública y la prima de riesgo de algunos países trepan sin parar y los índices de crecimiento son magros, también en los grandes motores, Alemania y Francia. Nadie quiere soportar la resaca de esta noche de copas.
El austero Norte ya no quiere subsidiar al Sur. Aunque mal hace al olvidar que esa unidad monetaria, que ahora le pesa, y ese consumo frenético de la periferia fueron los que le permitieron crecer y exportar como si fuera el último día. Y el Sur, que tampoco quiere pagar la cuenta, se resiste a perder sus superlativos privilegios. Y lo hace por medio de expresiones pseudo revolucionarias.
El problema dista de ser económico. Los grandes números del continente no son peores que los de Estados Unidos. Lo que falta ahora, lo que los insensibles mercados reclaman, es gobernanza, es quien lidere. Ya no están los Schuman, ni los Monet. Ni siquiera los Mitterrand, Thatcher o González. En el mejor de los casos abundan las buenas intenciones, cuando no los story tellers. A Europa le sobran instituciones, pero le faltan políticos. Los mandatarios del sur no logran contentar a sus ciudadanos, oprimidos por la austeridad y la falta de perspectiva de crecimiento, y los del norte no logran transmitir a su electorado, si es que se lo han propuesto, que la Unión les ha sido muy útil y que la caída colectiva o desordenada será aún peor para sus intereses.
Ante este déficit político, el miedo arrecia y se palpita en cada vuelco a la derecha nacionalista, recalcitrante y xenófoba. La autocracia se ceba en entornos de alto desempleo, inmigración y depresión colectiva.
En la película alemana “Die Welle”, un profesor de secundaria increpa a sus alumnos: “¿Puede acaso esta Alemania, llena de remordimientos, volver a prohijar un régimen totalitario? Y con un simple proyecto práctico demuestra que sí es posible.
Como ha descrito en alguna ocasión la periodista de The New Yorker, Lauren Collins, en Reino Unido, donde la población musulmana ha aumentado desde 2001 un 74%, la hostilidad va en aumento. Organizaciones como la English Defence League, dejan en evidencia el rotundo fracaso del otrora ejemplar multiculturalismo británico.
La situación está llegando, aparentemente, al paroxismo, y Europa sigue sin encontrar una solución razonable para sus problemas. Quo Vadis, Europa? Es lo que nos preguntamos muchos latinoamericanos, que seguimos de cerca y con profundo interés los alarmantes acontecimientos de Europa cada día.
En las últimas décadas la importancia cultural y comercial de ese magnífico farol que ha sido la Unión Europea fueron radicales para los países latinoamericanos. En ese impulso es que se iniciaron y desarrollaron las negociaciones entre la UE y Mercosur, un apetecible –aunque lejos de funcionar– mercado común con casi 300 millones de ...
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