Durante décadas, China se ha contentado con dejar que la mano invisible del mercado ejerciera su magia en la economía del país. Pero hay un área donde Pekín quiere reafirmar el poder del Estado: la salud. El Gobierno acaba de poner en marcha una estrategia para proveer con un seguro médico asequible al 90% de su población para 2010 y al 100% para 2020.

Hoy, 500 millones de chinos –o casi el 40% de los habitantes del gigante asiático– no pueden pagarse una visita al médico. En una encuesta realizada en enero de 2008 entre 101.000 propietarios en todo el país, la salud aparecía como la preocupación prioritaria. Desde las reformas económicas lanzadas por Deng Xiaoping en 1978, el dinero que gastaban los ciudadanos en servicios médicos ha aumentado desde el 20% en 1980, hasta el 49% en 2006. En comparación, los japoneses sufragan sólo el 15% de la atención sanitaria de su bolsillo. La media de estancia hospitalaria en China cuesta casi tanto como la renta per cápita anual del país. La frustración por el alto coste y por la baja calidad de la atención está alcanzando cotas sin precedentes. Ha habido miles de manifestaciones por todo el país por esta causa, e incluso algunos hospitales han tenido que pagar a la policía para proteger al personal sanitario de las masas furiosas.

El desencanto ha llamado la atención del Gobierno que, en una seña inusual de compromiso, colgó en la Red el plan China Saludable 2020, y permitía a los internautas hacer comentarios hasta el 14 de noviembre. “Para hacer frente a las demandas del público, el Gobierno ha tratado esta vez de contentarle, diciendo ‘queremos dar a conocer este borrador de plan de reforma, escuchar sus comentarios y sugerencias y tratar de ser más democráticos”, dice Shenglan Tang, de la oficina en Pekín de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se han recogido más de 25.000 comentarios on line y el Gobierno planea sintetizarlos en un informe para el Consejo de Estado.

Muchas de ellas son historias personales, sobre todo de granjeros, de experiencias frustrantes con el sistema de salud. Dirigir semejantes deseos es susceptible de provocar dolores de cabeza a cualquier gobierno. La solución podría ser lo que el médico prescriba.