Los gobiernos diseñan las líneas generales de la globalización, pero, ¿ésta dónde se hace verdaderamente realidad? ¿Dónde se ven de forma más aguda los éxitos y los fracasos de la globalización? Dónde, sino en los sitios en los que la mayoría de la humanidad prefiere hoy vivir y trabajar: las ciudades. Las urbes más grandes y más interconectadas del mundo contribuyen a establecer las prioridades mundiales, sortean los peligros transnacionales y son los centros de integración mundial. Se convierten en los motores del crecimiento de sus países y las puertas de entrada y salida de los recursos de sus regiones. En muchos aspectos, la historia de la globalización es la historia de la urbanización.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace una ciudad global? El propio término evoca un centro demando para los enterados. Significa poder, sofisticación, riqueza e influencia. Es sugerir que las ideas y valores de tu metrópolis influyen en el mundo. Y, en gran parte, es verdad. Las ciudades que albergan los mayores mercados de capitales, las universidades de élite, las poblaciones más diversas y mejor educadas, las multinacional es más ricas y las organizaciones internacionales más poderosas se relacionan con el resto del mundo  como ningún otro lugar. Pero, más que nada, las urbes que ocupan los primeros puestos de la lista son las que siguen construyendo vínculos mundiales a pesar de que los entornos económicos son cada vez más complejos. Son las que consiguen sacar provecho a la urbanización ofreciendo amplias oportunidades de integración mundial a sus habitantes; medir la presencia internacional de las ciudades permite capturar la imagen más exacta de cómo funciona el mundo.

Por ese motivo, Foreign Policy, A.T. Kearney y el Chicago Council on Global Affairs han elaborado el Índice de Ciudades Globales, una clasificación exhaustiva de los aspectos en los que las ciudades se integran con el resto del mundo. Para construir este Índice, hemos reunido y analizado una amplia variedad de datos y recurrido a los conocimientos de expertos urbanistas de tanto prestigio como Saskia Sassen, Witold Rybczynski, Janet Abu-Lughod y Peter Taylor.

 

LA DECISIVA INFORMACIÓN

En concreto, el Índice de Ciudades Globalizadas clasifica una serie de áreas metropolitanas con arreglo a 24 criterios repartidos en cinco dimensiones. La primera es la actividad económica: el valor de sus mercados de capitales, el número de sedes de empresas incluidas entre las Fortune Global 500 y el volumen de mercancías que circulan por la metrópoli. La segunda dimensión mide el capital humano, o hasta qué punto atrae la ciudad a distintos grupos de personas y de talento. Aquí se incluyen el tamaño de la población inmigrante, el número de colegios internacionales y el porcentaje de residentes con títulos universitarios. La tercera es el intercambio de información, cómo se difunden las noticias y los datos por la ciudad y al resto del mundo. El número de redacciones extranjeras, la cantidad de noticias internacionales en los principales periódicos locales y el número de personas que tienen banda ancha.

Las dos últimas áreas de análisis son poco frecuentes en la mayoría de las clasificaciones de ciudades o Estados globalizados. La cuarta es la experiencia cultural, el nivel de distintas atracciones para residentes y viajeros foráneos. En ella entran desde cuántos grandes acontecimientos deportivos acoge la ciudad hasta el número de teatros y salas de conciertos que tiene. La última dimensión –el compromiso político– mide hasta qué punto una metrópoli influye en la política y el diálogo mundiales. ¿Cómo? Examinando el número de embajadas y consulados, think tanks, organizaciones internacionales, hermanamiento con otras ciudades y conferencias políticas. Hace mucho que sabemos que la globalización es mucho más que la mera reducción de las barreras comerciales y económicas. Y, como el Índice de Ciudades Globales añade estos indicadores culturales, sociales y políticos, ofrece una imagen más completa de la situación de una urbe en el mundo, no simplemente los vínculos económicos y financieros.

Las 60 ciudades incluidas en este primer índice abarcan toda la gama de la experiencia urbana moderna. Está la próspera y rica Londres, con sus redes globales firmemente arraigadas en su historia como capital de un imperio. Pero están también Chongqing, Dhaka y Lagos, cuyo reciente ascenso nos enseña mucho sobre la dirección hacia la que se encamina la globalización y cuyas experiencias ofrecen lecciones a otras urbes que aspiran a ser globales. Los nombres que destacamos ocupan las primeras posiciones mundiales en ámbitos importantes como las finanzas, la política y la cultura. Algunas son megaurbes en países en vías de desarrollo, cuya demanda de recursos las obliga a cultivar estrechas relaciones con sus vecinos y ofrecer servicios a gran cantidad de inmigrantes. Algunas son puertas de entrada a sus respectivas regiones. Otras albergan importantes instituciones internacionales. En otras palabras, representan una amplia selección de los centros comerciales, culturales y de comunicación del mundo.

 

EL CÍRCULO GANADOR

¿Y cuál es la primera? Lo que dejan claro los resultados es que no existe ninguna ciudad perfectamente globalizada; ninguna domina todas las dimensiones del Índice. Sin embargo, algunas se han acercado bastante. Este año, Nueva York ha quedado en el primer lugar, seguida de Londres, París y Tokio. La Gran Manzana ha derrotado a otros grandes centros, sobre todo, por sus mercados financieros, las redes de sus multinacionales y la fuerza de su clase creativa. La segunda en la clasificación general, Londres, gana con mucho en la dimensión cultural, en la que París y Nueva York quedaron muy atrás. Si bien puede resultar extraño en una ciudad más conocida por sus museos que por sus módems, la capital de Francia, vence en la categoría de intercambio de información. La cuarta, Tokio, ocupa ese lugar gracias a su sólido comportamiento empresarial. Y, aunque sólo consigue el puesto número 11, Washington está muy por delante de Nueva York, Bruselas y París a la hora de fijar la política mundial. Las ganadoras quizá son las de siempre, pero tienen mucha competencia que les pisa los talones. Impulsadas por sus fuertes vínculos financieros, Hong Kong y Singapur son la quinta y la séptima, respectivamente. La buena puntuación de Chicago en capital humano la sitúa en el octavo puesto. Además, están surgiendo varias ciudades muy bien colocadas en sociedades que antes estaban cerradas: Pekín (12), Moscú (19), Shanghai (20) y Dubai (27). Las nuevas vías hacia el dominio mundial que siguen estas ciudades, a veces con atajos y a menudo controladas por el Estado, están poniendo en peligro las viejas fórmulas que siguieron Londres, Nueva York y Los Ángeles (6) para llegar adonde están.

Pese a su variedad, las urbes más globalizadas tienen varias cosas en común: como demuestra Nueva York, son las que destacan en múltiples dimensiones. Ni siquiera el asombroso crecimiento económico anual de Shanghai, que alcanza cifras de dos dígitos desde hace decenios, puede conseguir por sí solo que la ciudad sea global. Además, hay que tener en cuenta cómo se emplea esa riqueza para influir en la política, atraer el mejor talento joven y dar una imagen acertada del resto del mundo a sus ciudadanos. Las ciudades globales se adaptan continuamente a los cambios .A medida que el mundo se reajuste a los tropezones de una economía mundial volátil, además de otros problemas como el cambio climático, el tráfico de personas y la escasez de combustible, el Índice de Ciudades Globales examinará cómo maniobran las ciudades entre una población que crece y un mundo que encoge. Todo parece indicar que Nueva York tendrá que luchar para mantenerse en cabeza.

 

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