
El ensayista Mark Lilla critica en su libro The once and the future liberal las “políticas de identidad” del progresismo estadounidense, basadas en un elitismo universitario y en una mitificación de los movimientos sociales.

The once and the future liberal
Mark Lilla
Harper Collins, 2017
Todo empezó con un artículo en The New York Times. El ensayista Mark Lilla abrió un debate que ha sacudido a la izquierda estadounidense: ¿fue acertado que la campaña de los demócratas se centrara en la identidad -sexual, racial- de los votantes, especialmente de las minorías, en vez de lanzar un mensaje transversal que buscara apelar a todos los estadounidenses? La respuesta de Lilla es clara: esa estrategia resultó un completo desastre, y allí está la victoria de Trump para demostrarlo. Los mensajes fragmentados y destinados únicamente a sectores como la comunidad negra, los transexuales, las mujeres (proaborto) o los latinos, impidieron que porciones importantes de la población (la clase obrera blanca, los religiosos evangélicos) se sintieran incluidos en este mensaje, cosa que hizo que, en buena parte, acabaran votando a Trump. Se utilizó el lenguaje de identidad que la intelligentsia elitista de izquierdas suele usar en su burbuja universitaria y en los movimientos sociales, pero que no llega a buena parte de esa América profunda que queda tan lejos de las costas ricas de Estados Unidos. Y, por tanto, aunque la campaña de los demócratas tenía las mejores y más morales intenciones, falló en lo prioritario que garantizaba poder hacer efectivos todos esos sueños progresistas: ganar las elecciones.
Esta es la tesis del libro The once and the future liberal, de Mark Lilla, un desarrollo en forma de ensayo -directo, potente y bien escrito- del artículo con el que abrió la polémica en The Times. El autor deja claro el objetivo de su libro: realizar una crítica constructiva a la izquierda estadounidense, para que los demócratas puedan volver a ganar las elecciones, tanto en la esfera local como en la nacional. Una nueva estrategia basada en lo útil y no en lo autocomplaciente. Para eso, los progresistas americanos deben dejar de lado las “políticas de identidad” y crear un mensaje y proyecto común con el que todos los estadounidenses puedan sentirse identificados, un nuevo “nosotros” colectivo. Basta de, por ejemplo, poner candidatos negros que hablen sólo de su “negritud” y de los problemas que han padecido por ello. Porque eso sólo apela a un sector concreto de la población: en cambio, si ese mismo candidato negro habla de “igualdad de derechos civiles”, un blanco o un latino también puede sentirse apelado, ya que es un derecho que comparten, no una diferencia que los aleja. Hay que decir que esta crítica de Lilla no ha sido demasiado bien recibida: le han comparado con miembros del Ku Klux Klan, le han acusado de querer marginar a las minorías para favorecer a los blancos o de pasar por alto el uso del ...
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