Ruanda y República Democrática del Congo dejan a un lado los recelos e intentan cerrar heridas. ¿Su objetivo común? Hacer frente al grupo armado FDLR, que siembra el terror y amenaza la seguridad de ambos países.

 

Es sábado por la mañana en Ruanda y nadie trabaja en sus propias tareas. Una ley obliga a todos los ciudadanos a dedicar media jornada al mes a tareas colectivas de interés público: se limpian los andenes de las carreteras, se reparan escuelas y no circulan los medios de transporte, ni siquiera los privados, bajo control y multa. Un minibús circula de forma excepcional: lleva a un grupo de parlamentarios desde Gisenyi, en la frontera con la República Democrática del Congo, de vuelta a la capital, Kigali.

Armados y peligrosos: Miembros de las FDLR, milicia hutu acusada de tener ente sus filas a responsables del genocidio tutsi.

Durante tres días (26-29 mayo de 2010), 44 senadores, diputados y miembros de asambleas regionales ruandeses y congoleños se han reunido en un encuentro organizado por la ONG Initiative pour un Leadership Cohésif y patrocinado por la comunidad internacional, con ayuda pública noruega y de los estadounidenses del centro universitario Woodrow Wilson. El encuentro es histórico: ambos países restablecieron relaciones diplomáticas sólo en enero de 2009, y los presidentes de Ruanda, Paul Kagame, y República Democrática del Congo, Joseph Kabila, aceptaron encontrarse por primera vez en agosto de 2009 en Goma, la ciudad congoleña vecina de Gisenyi.

Todos los parlamentarios tenían miedo y el ambiente estaba crispado, sobre todo al principio, recelando los unos de los otros. “Yo no quería venir, vine obligado por mi partido porque otros dos ya habían declinado la invitación”, confiesa un senador congoleño. “Mis amigos me han dicho que no coma nada aquí en Ruanda, a ver si me envenenan”, relata otro. Los ruandeses juegan en casa, pero el miedo se mantiene, como afirma una parlamentaria: “Por aquí cerca y en la vecina Bukavu, los congoleños matan a los tutsi, yo del hotel no me muevo”.

Los parlamentarios debieron superar el recelo que ha ido acentuándose desde que, después del genocidio de los tutsi y la llegada al poder de un régimen protutsi a Kigali en 1994, hasta dos millones de ruandeses se desplazaran a República Democrática del Congo. Desde entonces, grupos armados –militares y rebeldes– no han cesado de enfrentarse en el territorio congoleño, destacándose los periodos de 1996-1998 y 1998-2001 por sus cruentas guerras entre grupos nacionales e internacionales, respaldados por unos u otros países de la región, incluido Ruanda. Estas milicias se nutren de la obtención ilegal de recursos minerales de la zona, que a pesar de su riqueza sigue sufriendo un círculo vicioso de conflicto, subdesarrollo y tiranía. Explotan a la población que se desplaza por millares de un área a otra y que no está segura ni en campos de refugiados, donde también se han producido muchas masacres y violaciones.

Durante los tres días y con la ayuda de los facilitadores internacionales, los parlamentarios de ambos países logran trabajar juntos y avanzar resoluciones en tres agendas importantes. La primera, urgencia en el ámbito de la seguridad, consiste en luchar contra el grupo armado hutu FDLR (Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda). La segunda, urgencia humanitaria, implica resolver la compleja situación de refugiados y desplazados en la región, que son aún decenas de miles de personas. La tercera, no menos importante, es combatir la ideología genocida que afecta a todos los países de los Grandes Lagos. La necesidad de garantizar la seguridad está estrechamente relacionada con el problema de los desplazados y con la ideología de exclusión –étnica, nacional, económica– que afecta a la zona.

Tema controvertido donde los haya, los parlamentarios se atrevieron a tratar el asunto de la lucha contra las FDLR haciendo lo que los facilitadores llaman un “diagnóstico común”, clave para negociar y resolver conflictos. Las FDLR son la principal organización armada que continúa aterrorizando a los congoleños en el Este y lanzando ataques en el lado ruandés de la frontera. En su origen agruparon al antiguo Ejército de Ruanda –que huyó hacia República Democrática del Congo al llegar Kagame al poder– e incluyeron a muchos de los responsables del genocidio tutsi. Según los periodos, las FDLR han contado con el apoyo más o menos explícito del Ejecutivo congoleño y de otros gobiernos y grupos locales (antitutsi) e internacionales (Francia) que facilitaban armas.

los parlamentarios se atrevieron a tratar el asunto de la lucha contra las FDLR haciendo lo que los facilitadores llaman un “diagnóstico común”

Las FDLR ya llevan 15 años en esa lucha, y han reclutado a muchos jóvenes que obviamente no pueden ser acusados de genocidio; también se han implantado en algunas áreas de forma estable, creando familias y cultivando la tierra. Continúan estando muy bien organizados y armados, y constituyen la amenaza principal en la zona, afectando de manera directa a unas 35.000 personas. Su objetivo es alcanzar el poder en Ruanda y controlar el este de Congo (excluyendo a tutsis y a otros grupos, aunque sean éstos los habitantes locales) pero, de forma más inmediata, simplemente subsistir aunque sea sin legitimidad ni legalidad.

La perspectiva ruandesa es que las FDLR están formadas por genocidas que se refugian en República Democrática del Congo, y el Ejército de Kagame hace incursiones para combatirlos: “No podemos negociar con ellos, como Occidente no negocia con Al Qaeda”. El gobierno de Kigali ha apoyado a otros grupos que combatían contra las FLDR, como el congoleño y tutsi Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP). La perspectiva congoleña es que las FDLR no son más que ruandeses que han invadido Congo y abusan de su población y su economía: “Nuestro Ejército nacional [el de Kabila] es inferior a las FDLR y necesitamos garantizar nuestra seguridad, queremos que los miembros de las FDLR y sus familias sean repatriados a Ruanda”. Los grupos rebeldes, incluido el CNDP, podrían integrarse al Ejército regular congoleño, aunque esta opción se encuentra en fase muy incipiente y es muy compleja. La comunidad internacional podría mejorar mucho estos programas de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR).

La importancia del encuentro de Gisenyi es que los parlamentarios de ambos países tomaron conciencia de que las incursiones de las FDLR en Ruanda y sus ataques a la población congoleña constituyen un problema para ambos. Del diagnóstico común se puede pasar a soluciones comunes: se lograron acercar posiciones para un combate más eficaz contra las FDLR (con garantías internacionales) y para avanzar con las políticas de DDR y de repatriación. De esta forma, se trata también la urgencia humanitaria de los desplazados y el peligroso substrato de ideología genocida.

Ya llegando a Kigali, los parlamentarios ruandeses acaban de ultimar los detalles de la lista de contacto de sus nuevos colegas congoleños para continuar su trabajo de interés público. Ambas partes se han comprometido a mantener el contacto, confirmar las resoluciones acordadas –cada grupo en su país– y volver a verse antes de finales de 2010, esta vez en Goma. Deshielo diplomático y reconciliación pragmática: el encuentro ha sido un éxito.

 

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