Un ingeniero marroquí en la planta de Ain Beni Mathar cerca de Oujda, Marruecos. (Abdelhak Senna/AFP/Getty Images)

Oriente Medio necesita reinventarse y la región ha optado por impulsar la economía a través de nuevos recursos sostenibles.

Cierto es que el petróleo y sus derivados siguen siendo el pilar económico para países como Irak, Kuwait, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Omán o Irán. Sin embargo, el hecho de que el oro líquido sea un recurso limitado ha llamado la atención de Estados que, como Jordania, sin apenas recursos naturales, apuestan por las alternativas que ofrecen las energías renovables.

Nos encontramos ante la que es considerada como la Cuarta Revolución Industrial, que tiene como base los avances tecnológicos y digitales y que tiene lugar en un momento en el que los países de la región están creando oportunidades de negocio, inclusión y desarrollando nuevos modelos de sistemas sostenibles.

Precisamente, sobre la construcción de nuevas alternativas en el mercado energético, los problemas políticos derivados de los conflictos que asolan Oriente Medio y Norte de África y el extremismo se habló la pasada semana en el World Economic Forum, (WEF). Un encuentro anual que se celebró en el reino hachemí y que reunió a representantes de 50 Estados, 100 start-ups del mundo árabe y más de 1.000 líderes políticos, sociales, académicos y científicos, de los cuales 235 eran mujeres.

Entre los representantes de los Estados invitados se encontraba su majestad, el rey Felipe VI, que acudió al Foro en respuesta a la solicitud del monarca jordano, Abdullah II. Felipe VI participó en el encuentro inaugural en el que expresó el compromiso de España como enlace político y económico entre la Unión Europea y Oriente Medio y el importante rol de las empresas españolas, -la mayor parte de ellas ingenierías- que participan en los principales proyectos regionales de tratamiento de aguas y desarrollo de energías renovables y que “han llegado a la región para quedarse”, aseguró el monarca.

Felipe VI además, se mostró cómplice con la crisis humanitaria que viven los países de la zona. Tan solo Jordania, Estado anfitrión de la Cumbre, acoge a 1,3 millones de refugiados sirios lo que ha tenido un fuerte impacto sobre la inflación del país, que se sitúa en el 1,5% y el aumento del índice de los precios de consumo, que han incrementado en un 4,3% respecto al año anterior.

El mundo está siendo testigo de la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Más de 16 millones de personas han abandonado los territorios de Irak, Siria, Yemen y Libia, según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y alrededor de 7 millones de personas son desplazados internos en la región, según el Observatorio de Desplazamiento Interno (IDMC). La amenaza del terrorismo impide que países en transición como Egipto, Túnez o Marruecos evolucionen económicamente, ya que han tenido que abordar de manera inmediata inquietudes relacionadas con la seguridad. Por ejemplo, Egipto ha iniciado una serie de reformas económicas para mantener su equilibrio presupuestario e intentar rozar los 4.600 millones de euros de inversión extranjera en el presente año.

Las perspectivas de poner fin a las guerras en la región tampoco son alentadoras, por lo que muchos inversores y empresas extranjeras han frenado su actividad en la zona y sectores como el del turismo han experimentado una desaceleración. El Banco Mundial prevé para 2017 un crecimiento del número de turistas del 2,7% frente al 3,5% del año pasado. Sin embargo, como asegura Shahid Khaqan Abbasi, ministro de Petróleo y Recursos Naturales de Pakistán, “la única forma de ayudar a la región es atrayendo capital privado que invierta en reconstrucción e infraestructuras”.

Desde luego ésta no es una tarea nada fácil. “Todo esfuerzo por impulsar cualquier sector económico será en vano sino se frena el desempleo juvenil”, afirma Hafez Ghanem, vicepresidente para la región del Banco Mundial. El 30% de los graduados universitarios están desempleados, según datos del BM. Por lo tanto, la falta de diversificación económica y la alta tasa de desempleo juvenil azota los mercados y amenaza la estabilidad social de los pocos países que, como Jordania, aún preservan la paz dentro de sus fronteras. Ante estas circunstancias cabe preguntarse, ¿cuál será el futuro para la región?

Federica Mogherini, Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad apuesta por la implantación de un plan Marshall como única alternativa de salvación para los países en conflicto: “el plan Marshall será un proceso de liberación económica y por ende una solución a los conflictos que azotan Siria o Irak”. Esta fue la única solución planteada de forma clara durante la Cumbre y que sin embargo, no deja de ser una utopía.

Lo que Mogherini no menciona es que, el problema que verdaderamente diezma la capacidad de reconstrucción de Oriente Medio es un problema de base y estructural. “Uno de cada cuatro niños sufren abusos sexuales por sus padres o algún vecino y el 90% de las madres han experimentado o experimentan algún tipo de violencia de género”, asegura Suleiman Bakhit, fundador y director ejecutivo de Hero Factor y activista jordano, en base a informes de la UNESCO. Precisamente, durante la celebración del WEF, Bakhit realizó una acertada lectura acerca de los problemas que golpean con virulencia el corazón de la región: “en Oriente Medio tenemos un grave problema de sanidad pública que comienza en las escuelas. Necesitamos visibilizar nuestras carencias -falta de aceptación, tolerancia e igualdad de género- e invertir más en investigación, conciencia cultural y empoderamiento de los profesores. Hemos de ofrecer una alternativa a la narrativa de Daesh, que ahora mismo no tenemos”. Según Maj Shweikeh, ministra de Información, Comunicación y Tecnología jordana, “tenemos que ser creativos y capaces de adaptarnos para luchar contra el terrorismo”, en un mundo en el que, como asegura Mohammad Jaafar, presidente y director ejecutivo de Kuwait Danish Dairy Company (KDD), “el 80% de los niños del mundo están expuestos de una u otra forma al radicalismo”. De hecho, Bakhit afirma que, “es imposible acabar con los grupos extremistas de forma inmediata. Históricamente, cada vez que lo hemos intentado han surgido 20 ramificaciones más”.

Existe, por lo tanto, la necesidad de invertir en educación e investigación para combatir la narrativa terrorista. Solo a través de profesores formados y programas educativos que aborden la igualdad de género, la tolerancia y que se adapten a las necesidades de las sociedades en cada región, será posible comenzar a solucionar uno de los graves problemas que desdibuja el mapa geopolítico de Oriente Medio. “Podemos hacer frente al Califato físico, pero no al Califato global”, asegura Ursula von der Leyen, ministra de Defensa de Alemania y copresidenta del WEF sobre Oriente Medio y Norte de África. Por lo tanto, ¿cuáles son las alternativas regionales?

La recuperación económica de esta parte del globo será lenta. “Trabajo, trabajo, trabajo es lo que hace falta en la región”, indica von der Leyen. Es necesario crear un ambiente de seguridad para comenzar a combatir la ignorancia; “necesitamos crear alternativas a Daesh, sin olvidar que la seguridad de Europa comienza en Oriente Medio”, afirma Mohamed Safadi, ministro de Exteriores jordano.

El Foro Económico Mundial pretende ser ese espacio en el que, de forma anual, se estrechen relaciones entre Occidente y Oriente Medio y Norte de África, no solo en el plano político, sino también en el económico y energético. La inversión en renovables está creciendo en la región a pasos agigantados. En los últimos meses Jordania ha implantado 12 centrales de energía solar en la gobernación de Mafraq, situada al norte del país, con una capacidad de 20MW, lo que supone una inversión total de 440 millones de euros, convirtiéndose así en el parque termosolar y comercial “más grande a nivel regional”, según el Ministerio de Energía jordano.

Es necesario, por lo tanto, que, en el marco de esta Cuarta Revolución Industrial, se lleve a cabo una transición política que conduzca a una paz duradera en cada uno de los Estados azotados por las guerras regionales y se trabaje de forma común por la estabilización social y económica, que es el primer paso para atraer a la inversión extranjera. Como aseguró el rey Abdullah II de Jordania durante la Cumbre, “solamente podremos solucionar los problemas de nuestra región cuando reconstruyamos sus fortalezas”.