Las renovables no solo cubren las necesidades energéticas sino que implican también el empoderamiento de los consumidores.
El análisis geopolítico de las energías renovables hay que realizarlo desde una perspectiva temporal cercana por la rápida evolución tecnológica e industrial, así como por el continuado cambio cultural y social que está produciéndose en materia energética.
Si volveríamos a introducir las renovables, como ocurrió hace 10 años, las causas que esgrimiríamos para incorporarlas estarían más centradas en defender una esperada evolución tecnológica y en la necesidad de un compromiso medioambiental, apostando por un cambio de modelo energético. Éste exigiría la incorporación de externalidades al uso de combustibles fósiles y de la energía nuclear o, lo que ha sido el equivalente por no recocer las externalidades de forma explícita, la fijación de ayudas económicas, denominadas primas, a las fuentes renovables para paliar las barreras existentes en su acceso al mix energético de cada país.
Aunque la necesidad de acudir a un análisis macro de generación de valor para fomentar el uso de las energías renovables es real y transparente, su proyección e importancia en la oferta energética las dejaba en un papel testimonial o, mejor dicho, en una consideración más cercana a lo políticamente correcto que a una realidad de mercado,
Sin embargo, la situación en estos 10 años ha cambiado. Con las propias políticas de apoyo y de creación de mercado se ha desarrollado una industria que ha permitido reducir los costes hasta hacerlas competitivas -respecto a fuentes de energía hasta ahora convencionales- mucho antes de lo esperado, sin la necesidad de ayudas o sin que su acceso al mercado sea en base a reconocer ventajas macro en términos medioambientales, de generación de empleo o de seguridad en el suministro.
Hoy podemos asegurar que la generación de electricidad a través de energía eólica o de fotovoltaica es más barata que la que se produciría a base de carbón o de gas natural como lo demuestran las subastas realizadas en países como Brasil, Perú, Chile, México, Estados Unidos, Suráfrica, etcétera.
Esta nueva situación está provocando la resistencia del sector energético tradicional principalmente porque la transición del modelo energético hacia las renovables no se preveía tan cercana y rápida, lo que debería suponer la necesidad de reajustar balances por la pérdida de valor de algunos activos al dejar de ser competitivos o necesarios.
Compañías eléctricas como RWE, EON, GDF o la ampliación de capital de la toda poderosa EDF introducen elementos de análisis adicionales en los que la preocupación de los reguladores está más en cómo salvaguardar el valor de las compañías tradicionales que en cómo ayudar a las energías renovables para que entren en el mercado y se beneficien así los consumidores.
Esta situación está produciéndose además con el mantenimiento por debajo de lo previsto de los precios del petróleo y la consiguiente deriva económica de las grandes inversiones realizadas en Estados Unidos a favor del fracking para la producción de combustibles fósiles paradójicamente denominados “no convencionales”.
El cambio de modelo además se ...
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