Este año el hub político dominante pasa a ser Bruselas, en gran parte, a causa del Brexit. La red que se articula en torno a Washington pierde tamaño por la indiferencia de la Administración Trump hacia los centros y expertos más influyentes. La gran novedad es la emergencia de una pequeña subred que trabaja en áreas de análisis de políticas públicas rusas.

La influencia política es un factor intrínseco a todo think tank, pero se muestra de manera desigual, asimétrica y depende de los contextos y objetivos en los que se enmarca cada centro de pensamiento. Generar tendencias en ideas y convertirlas en propuestas para los policy-makers (legisladores) es lo que llamamos “influir” y para medir la influencia de los think tanks debemos ser capaces de comprender sus relaciones. El mapa de influencia de estas organizaciones no mide la actividad de los influyentes sino las relaciones que generan en su actividad.

Red de think tanks

Para entender las dinámicas de estos intereses organizados debemos preguntarnos: ¿cómo gestionan los think tanks dicha influencia y en qué contextos?

A este respecto, suele ser particularmente útil echar mano del modelo de la teoría de juegos que Scott Ainsworth y Randolph Sloof, entre otros académicos, utilizaron en los 90 para analizar las relaciones entre lobbies y policy-makers.

Al igual que los grupos de interés analizados en el siglo pasado por sociólogos, politólogos y economistas, los think tanks del siglo XXI tienen, en ocasiones, diferentes enfoques políticos a los asumidos por el propio legislador y, aunque el acceso a la información se ha hecho más ágil y rápida en los últimos 20 años, la gestión de los recursos tecnológicos y una buena estrategia de comunicación se presentan, al igual que en el siglo XX, como elementos básicos para alcanzar los objetivos marcados.

Además, el análisis de la acción política tanto de los lobistas del siglo pasado como de los actuales think tanks es difícil de medir debido a que en ambos casos entran en juego diferentes factores difícilmente cuantificables como la ideología, los niveles de acceso a la información no pública, sus estructuras de comunicación o la reputación de cada institución dentro de su sector.

Los procesos de influencia de los think tanks definen sus relaciones tanto con el legislador, como con otros centros de pensamiento y grupos de interés y es en el estudio de estas relaciones donde nos situamos para definir el mapa de influencia política en 2017.

Utilizamos Twitter porque entendemos que es una herramienta que genera redes de una manera natural y nos ofrece una instantánea rápida y fácil de interpretar sobre las relaciones y los intereses de los think tanks como prescriptores de otros influyentes, factor que nos interesa más que la propia actividad de la red identificada.

El Real Instituto Elcano propone por tercer año un análisis de relaciones de 695 think tanks y analistas vinculados que conforman una pequeña pero influyente red en política internacional y en las diferentes áreas de estudio de las Relaciones Internacionales.

Como en años anteriores, en 2017 se identifican cinco módulos o subredes circunscritas a nuestra red de influyentes, tres de ellos muy similares a los de años anteriores y que giran alrededor de tres hubs políticos que acaparan el interés de la red: Bruselas, Londres y Washington. Un cuarto módulo se articula alrededor de Moscú como un emergente hub político y la última subred identificada se comunica, principalmente, en español.

En 2017, el hub dominante pasa a ser Bruselas, siendo la red europea la que más crece. Europa está más presente que años anteriores, sin embargo, Washington no pierde su centralidad dentro de la red ni su influencia sobre los think tanks de Asia Oriental.

A este respecto, la red europea aprovecha el impacto del Brexit sobre los centros de análisis británicos para ampliar sus relaciones. Muchos de los influyentes británicos miran a Bruselas para entender los posibles escenarios previstos ante la salida de Reino Unido de la UE. Parece ser que la influencia en Bruselas se paga más cara que otros años y se convierte en una subred más densa e impenetrable.

Por su parte, el módulo británico se hace más homogéneo y se especializa en políticas públicas con enfoque económico. Londres continúa siendo el eje estructural de la influencia en temas globales como el desarrollo, las políticas contra el cambio climático o los procesos de globalización económica, pero también genera fuertes vínculos con la red europea. Lejos de difuminarse, una parte de Londres mira a Europa con la intención, no tanto de influir en una red europea cada vez más polarizada, sino también de entender las diferentes posiciones sobre el Brexit y sobre el futuro de Europa.

El mal llamado “módulo Latinoamericano” cambia de enfoque y crece al aumentar la modularidad de la red. Se puede interpretar que América Latina gana interés, pero lejos de ello, se diluye en una subred en la que el castellano y los rasgos latinos pierden peso en favor de lo global y de la economía internacional.

El módulo ruso es la gran novedad de la red de think tanks en 2017. Desaparecida en años anteriores, esta emergente y aún pequeña subred se comunica mayoritariamente en ruso y trabaja en áreas de análisis de políticas públicas rusas. Teniendo en cuenta nuestra red de influyentes de 2016, se aprecia como una parte de los think tanks de Rusia han dejado de tener actividad en Twitter aunque algunos mantienen su red de relaciones.

La red norteamericana que gira alrededor de Washington se especializa en temas de seguridad global y pierde tamaño, quizás por la indiferencia de la Administración Trump ante esta red de influyentes del siglo XXI. El módulo norteamericano incluye algunos think tanks británicos, turcos, australianos, canadienses y otros europeos dedicados al análisis de la seguridad internacional y la geopolítica. Es una red muy dominada por los temas de Relaciones Internacionales clásicos e incluye algunos think tanks con enfoques más locales y políticas públicas estadounidenses.

La victoria del presidente Donald Trump y su particular visión de lo que algunos han denominado la nueva diplomacia pública de la Casa Blanca ha provocado cierta indiferencia entre nuestra red de prescriptores. Los diferentes canales de Twitter de la presidencia de EE UU se desvinculan de nuestra red, que escucha y cada vez interactúa menos con los poderes fácticos de Washington.

Con esta “nueva diplomacia pública digital” la Administración Trump parece haber blindado el acceso a cualquier tipo de influencia política procedente de elementos externos, al menos de momento.