Afganos en Atenas, Grecia. Milos Bicanski/Getty Images

Los refugiados provenientes de Afganistán son enviados de vuelta al país del que huyen y en el que la violencia crece tras la retirada de la OTAN.

El mundo vive la peor crisis de desplazados y refugiados de la historia, con 65,6 millones de personas que han tenido que abandonar sus hogares y sus vidas. De ellos, dos millones y medio son afganos, según cifras de ACNUR. En el puesto 162 de 163 del Índice de Paz Global y en el puesto número 2 de 163 en el Índice de Terrorismo Global, Afganistán está lejos de ser el país “estable” que la Unión Europea así considera. Al menos, lo suficientemente estable como para que los refugiados puedan regresar a sus hogares sin temor a la violencia y el desplazamiento.

 

El impacto de la retirada de la OTAN

La retirada de las tropas de la OTAN de Afganistán en 2014 ha tenido diversas consecuencias, pero una de las más claras es el recrudecimiento de la violencia. La insurgencia talibán ha recuperado gran parte del terreno perdido durante los años de intervención extranjera, controlando en la actualidad más territorio que en 2001.

La insurgencia talibán controla el norte de la provincia de Herat y la zona fronteriza con Turkmenistán, el norte de la provincia sureña de Helmand, el este de Kandahar, partes de las provincias de Zabul, Ghazni, Patkia, Logar y Kunar en el este, así como Kunduz al norte. Además, hay una fuerte presencia de la rama de Daesh en Afganistán, el Estado Islámico de Jorasán, en Nangarhar, en la frontera con Pakistán.

Esto ha derivado en un incremento de las víctimas civiles. Según cifras de la misión de Naciones Unidas para Afganistán (UNAMA), durante la primera mitad de 2017 se han producido 1.662 fallecidos y más de 3.500 heridos. Este incremento se achaca a los ataques aéreos y artefactos explosivos improvisados.

La violencia ha generado mayor desplazamiento. De acuerdo con el último informe Tendencias Globales de desplazamiento forzado de ACNUR (2016), en Afganistán hay 1,8 millones de personas desplazadas internas (PDI). Durante los años de actividad de la misión de la OTAN, el número de PDI se situaba en torno a los 100.000 al año. En 2015, esta cifra ascendió hasta los 470.00 y en 2016 hasta los 671.000. En lo que llevamos de 2017, 136.00 nuevas personas se han visto desplazadas de sus hogares, pero la Oficina de Coordinación de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA) estima que podrían alcanzar los 450.000.

La retirada de las tropas de la ISAF también ha generado una enorme incertidumbre económica. El crecimiento económico ha caído por debajo del 1% durante 2016 debido a la pérdida de la demanda que suponía el contingente internacional. Esto ha derivado en más desempleo y pobreza, con sólo dos únicas salidas: la migración o el reclutamiento. Según el informe de la Oficina Europea de Apoyo al Asilo (EASO) Afganistán. Reclutamiento por grupos armados, las principales razones son económicas y de desempleo y la inseguridad, quedando relegadas las relativas a ideología o coerción. Aunque no es homogéneo en todas las milicias, es predominante en los talibán y en las fuerzas de seguridad afganas, e importante en Daesh.

 

Refugiados afganos en Europa

Protesta contra la devolución de refugiados a Afganistán, aeropuerto de Frankfurt, Alemania. Daniel Roland/AFP/Getty Images

Los afganos siempre se han encontrado en el top 5 de los solicitantes de asilo en la Unión Europea. En 2012 ocupaban el primer puesto, en 2013 y 2014 el tercero y en 2015 y 2016 el segundo, únicamente por detrás de los sirios. Según el último informe sobre el estado del asilo en la UE 2017 publicado por EASO, las solicitudes de afganos alcanzan la cifra de 190.230.

Los nacionales de Afganistán son el primer grupo, cuyas solicitudes de asilo se encuentran a la espera de ser resueltas, ascendiendo al 21% del total. El stock de casos pendientes de afganos por resolver aumentó un 49% respecto a 2015, situándose en 238.015 casos pendientes, un 54% de los cuales están registrados en Alemania.

Además de la discriminación en el estudio de sus casos, los afganos tampoco salen tan bien parados cuando las solicitudes se resuelven. De todos los casos resueltos de nacionales de Afganistán durante 2016, sólo 20.870 obtuvieron el estatus de refugiado, en comparación con los más de 219.000 sirios o los 47.000 iraquíes. 17.870 obtuvieron protección subsidiaria y 22.570, protección por razones humanitarias. 48.605 solicitudes fueron rechazadas, siendo la primera nacionalidad en liderar este ranking.

Finalmente, está la cuestión de los menores no acompañados (MENA), que suponen el 11% de los solicitantes de asilo afganos. 20.000 MENA solicitaron protección en la UE durante 2016, el 37% de todos los registrados en territorio de la Unión. La gran mayoría de ellos tienen entre 16 y 17 años pero un 10% de los mismos tenía menos de 14. Muchos de estos menores huyen de la violencia, la pobreza y del reclutamiento forzoso en los grupos armados de oposición y en las fuerzas de seguridad afganas.

 

En Pakistán e Irán

Refugiados afganos en Peshawar , Pakistán. A. Majeed/AFP/Getty Images

La gestión de la crisis de refugiados por parte de la UE está teniendo su réplica en otras partes del planeta y los afganos también son sus víctimas. Hasta ahora, los grandes receptores de refugiados procedentes de Afganistán habían sido Pakistán e Irán, segundo y cuarto mayores receptores de refugiados mundiales, respectivamente. A comienzos de 2016, se estimaba el número de refugiados en ambos países en un millón de registrados y en 1,5 de refugiados no registrados en cada uno de ellos.

A finales de 2016, Pakistán había deportado más de 600.000 e Irán más de 436.000, aunque la mayor parte de ellos eran indocumentados. Entre 2015 y 2016 más de 1,7 millones de refugiados afganos han sido devueltos entre los dos países. Si bien hay algunos que regresan de forma voluntaria, otros son devueltos contra su voluntad. Muchos de ellos han regresado a un país carcomido por la violencia y la miseria debido al constante abuso policial, palizas y extorsiones, y la estigmatización como “amenaza para la seguridad nacional” de Pakistán, amén de la violación del principio de no devolución llevada a cabo por las autoridades.

De acuerdo con Arne Strand, del Chr. Michelsen Institute y el Norwegian Centre for Humanitarian Studies, “se puede esperar que todas estas personas acaben en las grandes ciudades, poniendo mayor presión sobre las condiciones de vida en las mismas.” Estas personas se sumarían a los casi dos millones de PDI, ya concentrados en áreas como Nangahar, bajo el control de Daesh, y a las verdaderas dificultades de asegurar medios de vida que permitan la reintegración de estas personas en el país.

Por si esto no bastase, todos aquellos rechazados en la UE también deben regresar a Afganistán. En octubre de 2016, la Unión Europea y el Gobierno afgano firmaron el Joint Way Forward, un acuerdo político para gestionar la migración. En la práctica, eurodiputados y organizaciones de derechos humanos lo han calificado de acuerdo de repatriación. Así se desprende su primer artículo: “La UE y el gobierno de Afganistán tienen la intención de cooperar estrechamente para organizar un retorno digno, seguro y ordenado a Afganistán de los nacionales afganos que no cumplan las condiciones para permanecer en la UE”. La magnitud del fenómeno es tal que “ambas partes explorarán la posibilidad de construir una terminal dedicada a los retornados en el aeropuerto de Kabul”.

En los tiempos que corren, los refugiados se han tornado en un arma política y son aceptados o expulsados en base a relaciones con el Estado de origen y no a verdaderas razones humanitarias. Pretender que los afganos que han huido de su país por la violencia pueden estar seguros cuando ésta no para de aumentar es una postura hipócrita cuyo coste se mide en la pérdida de numerosas vidas humanas.