Refugiados afganos llegan a la costa de Lesbos en Grecia. (Soeren Bidstrup/AFP/Getty Images)
Refugiados afganos llegan a la costa de Lesbos en Grecia. (Soeren Bidstrup/AFP/Getty Images)

La falta de consenso y unas medidas poco realistas y solidarias muestran los mínimos esfuerzos que realizan los países de la UE para asumir la llegada de refugiados.

Las concesiones de asilo se incrementaron significativamente…

Los países de la EU-27 (no están disponibles aún los datos sobre Austria) concedieron algún tipo de protección legal a unos 183.000 solicitantes de asilo durante 2014, según su último informe. Lo que se tradujo en un incremento de casi un 50% de concesiones respecto al año 2013. De esas concesiones, 160.000 fueron otorgadas en primera instancia y unas 23.000 tras una apelación.

El porcentaje de concesiones respecto a las solicitudes revisadas a lo largo del año varía mucho de unos países a otros. La media de aprobación se sitúa en un 44% para las decisiones en primera instancia, y sólo en un 18% tras la apelación. En un extremo, países como Bulgaria, Suecia y Malta que resolvieron de manera positiva un 94%, 77% y 73%, respectivamente, de los expedientes que resolvieron en primera instancia; y en otro extremo Hungría, Croacia y Luxemburgo que sólo concedieron protección en primera instancia a un 9%, 11% y 14% por ese orden.

Pero no todos los países muestran el mismo compromiso

La Unión Europea no cuenta aún con mecanismos de asilo armonizados, de obligado cumplimiento para todos los países miembros. Eso explica, en parte, la disparidad en las cifras de refugiados que acoge cada uno. Desde el punto de vista del solicitante de asilo, esas divergencias se traducen en tiempos de espera en la resolución de sus expedientes, derechos concedidos y perspectivas de futuro muy diferentes según donde soliciten el asilo.

En 2014, los países que más refugiados asumieron, por volumen total de concesiones, fueron Alemania, unos 47.000 500; Suecia, 33.000; Francia e Italia, unos 20.000 600 cada uno; Reino Unido, 14.000 y Holanda, unos 13.000.

España está entre los países que menos compromiso mostraron en 2014 con el respeto al derecho de asilo. Es una de las economías más grandes de la Unión Europea, uno de más poblados y una frontera natural de la UE. Sin embargo, el número de solicitudes de asilo que se resolvieron positivamente ascendieron a 1.600 en total de unas 4.500 revisadas. Mientras que en el caso de otros países europeos se puede discutir si deberían o no, si podrían o no extender la protección a más refugiados cada año, en el caso de España resulta difícil encontrar justificaciones a su política de asilo, que en los últimos lustros ha persistido más allá de los diversos cambios de Gobierno y de las fluctuaciones en la situación económica. Con todo, es sólo uno de los muchos Estados europeos que ha cuestionado los criterios de la Comisión para redistribuir a miles de refugiados llegados a Italia y Grecia entre el resto de socios comunitarios. Entre los argumentos españoles: la elevada tasa de paro y el gran esfuerzo realizado por España en el pasado gestionando a migrantes y refugiados. Pero el premio a las declaraciones contrarias al plan de la Comisión más inasumibles se lo deberían otorgar a las autoridades polacas. Polonia estaría de acuerdo en aceptar un sistema de cuotas voluntarias, que en su caso se traduciría en la admisión de unas pocas familias sirias. Siempre que sean cristianas (aunque este criterio también lo aplican otros Estados miembros). Una postura con aires de extremismo religioso que contraviene radicalmente varios principios esenciales de la Unión Europea pero que no desentona, en su intención final de criba y limitación en el ejercicio de un derecho humano, del marco general de cuotas y cifras tope con el que se contempla el fenómeno de los refugiados admitidos en Europa.

Refugiados sirios en Akcakale esperando volver a sus casas en Tel Abyad, Siria. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images)
Refugiados sirios en Akcakale esperando volver a sus casas en Tel Abyad, Siria. (Bulent Kilic/AFP/Getty Images)

Sirios, eritreos y afganos: las nacionalidades más protegidas

Las nacionalidades que más protección obtuvieron en 2014 fueron, por este orden, sirios (68.000), eritreos (14.600) y afganos (14.000).

En el caso de los refugiados sirios habrá quien diga que la Unión ha realizado un esfuerzo considerable. Hay datos que podrían respaldar esta opinión: el 37% de todas las resoluciones positivas registradas en la UE (cuando eran 27 miembros) fueron para sirios. Respecto a 2013, el número de sirios protegidos se duplicó y se cuadruplicó si lo comparamos con el año 2012. La protección a los solicitantes de asilo sirios, sin embargo, no está siendo igual en todos los países: de las 68 mil concesiones registradas en 2014, un 60% se concentraron en dos países: Alemania y Suecia.

El país nórdico es el único Estado europeo que ha asumido el compromiso de otorgar automáticamente la residencia a todos los refugiados sirios que lleguen al país, facilitando además la reunificación familiar. Del esfuerzo que realizan países como Suecia, no debe deducirse que el país asume esa labor porque le sobran medios y le falta oposición interna. En las últimas elecciones, la extrema derecha obtuvo un 13% de los votos y en sus programas no destaca precisamente el acogimiento de refugiados como medida preferida. El desempleo juvenil está en dobles dígitos, por encima del 25%. Además, tienen problemas, al igual que el resto, para facilitar casas a todos los refugiados y los entes públicos encargados de gestionar el flujo de refugiados necesitarán en los próximos meses y años un incremento considerable de sus presupuestos.

Una concentración similar de concesiones de asilo se produjo respecto a los refugiados eritreos: tres cuartas partas de las concesiones totales en la UE-27, unas 14.600, se produjeron en tres países, Suecia, Holanda y Reino Unido. Respecto a los afganos, de esas 14.000 concesiones, la mitad tuvieron lugar en dos países, Alemania e Italia.

Las cifras más importantes para valorar adecuadamente el esfuerzo de la Unión a la hora de ayudar a los refugiados sirios no se encuentran en Eurostat. Las proporciona ACNUR: más de 3 millones de sirios se han convertido en refugiados, a los que habría que sumar 6,5 millones de desplazados internos. La mayoría han huido a los países vecinos, principalmente a Líbano, Irak, Jordania y Turquía. En Líbano, con unos 4,5 millones de ciudadanos, se refugian ya más de 1 millón de sirios. En Turquía viven ya casi 2 millones de refugiados sirios (aunque el Gobierno ha anunciado ya su intención de cerrar sus fronteras, y lo ha cumplido; hace unos días cientos de sirios desesperados saltaron las vallas fronterizas). Frente a la inmensidad de estas cifras se debe situar y valorar el papel de la UE en estos últimos años.

¿Contribuyen la UE y Estados Unidos en la atención de los refugiados y desplazados internos en los países vecinos a Siria?

En la última conferencia de donantes organizada por la ONU a finales del pasado marzo se lograron compromisos por parte de los donantes de unos 3.500 millones de euros. Más de los 1.766 millones comprometidos en la anterior donación pero muy por debajo de los 7.700 millones que había pedido Naciones Unidas.

Ni siquiera es seguro que las cifras comprometidas vayan a ser finalmente entregadas, a pesar de ascender a menos de la mitad del dinero necesario para hacer frente al desastre humanitario. Portavoces de la ONU recordaron al término de la conferencia de donantes que las cantidades comprometidas en anteriores conferencias no se habían entregado en su totalidad.

La UE ha anunciado una contribución de 1.100 millones de euros, 500 de los cuales provendrán del presupuesto propio de la Unión y el resto de las donaciones de los países miembros. Casi un tercio de los fondos totales, por tanto, provendrán de Europa. España ha comprometido 5 millones de euros. El cálculo es sencillo: dividiendo esos 3.500 millones entre los 9,5 sirios que ACNUR calcula que son refugiados o desplazados internos se obtiene una cantidad anual apenas superior al euro por persona y día. Si a esa cifra le restamos los gastos de logística, los salarios de trabajadores humanitarios y las fugas varias frecuentes en este tipo de operaciones humanitarias, la cantidad final que podrá emplearse en atender a esos millones de personas será mucho menor.

Por su parte, Estados Unidos entregará a la ONU unos 472 millones de euros para ayudar a los refugiados y desplazados sirios. En la conferencia de donantes, la embajadora estadounidense ante la ONU, Samantha Power comentó que tanto su país como el resto deberían hacer un esfuerzo mayor para acoger a los desplazados por el conflicto sirio. El Gobierno ha anunciado su compromiso para aceptar en los próximos meses a miles de refugiados de varios conflictos, incluido el de Siria. Hasta que ese compromiso comience a materializarse, las cifras de refugiados sirios que han conseguido entrar en territorio de EE UU son desoladoramente bajas: 524 desde el comienzo de la guerra en 2011 hasta finales de 2014.

¿Y ahora qué?

La Unión Europea está demostrando, una vez más, que los problemas reales a los que se enfrenta se complican aún más por su falta de cohesión interna. El 16 de junio se reunían en Luxemburgo los ministros del Interior de la UE para debatir qué medidas se van a tomar para gestionar el flujo de refugiados que está llegando a Europa, en especial a través del Mediterráneo. La reunión concluyó sin un acuerdo. Los países se sentarán a negociar de nuevo el 25 y el 26 de junio.

Desunión interna

Varios países europeos insisten en rechazar el plan de la Comisión para asumir cuotas obligatorias de refugiados que han llegado en los últimos meses a Italia y Grecia. Pero no se están planteando alternativas adecuadas para gestionar los flujos de refugiados -ni de migrantes- que siguen llegando a las fronteras europeas.

De momento, Francia y Austria han incrementado el control de sus fronteras con Italia, y están procediendo a devolver a suelo italiano a los migrantes que tratan de entrar en sus territorios. Los responsables políticos de esos países se justifican diciendo que los migrantes entraron en la UE por Italia y que, por tanto, según la ley, ha de ser ésta la que se encargue de ellos. En el fondo del debate se encuentra el reglamento europeo conocido como Dublin II, que tiene por objeto determinar qué Estado europeo ha de gestionar las solicitudes de asilo: como regla general, tendrá que ser por el que los migrantes hayan entrado en el espacio europeo de forma irregular. ¿Creen los líderes europeos que Dublin II puede seguir aplicándose para gestionar el flujo actual de refugiados? Para el primer ministro italiano, Matteo Renzi, Dublin II ha de replantearse. Ha advertido ya a los otros jefes de gobierno europeos que si no se alcanzan compromisos para ayudar a Italia con el flujo de refugiados, extenderá visas a los refugiados que les permitan moverse libremente por Europa. Muchos de los refugiados que llegan a las costas italianas y griegas no tienen la menor intención de quedarse en esos países, puesto que le ofrecen menos derechos y perspectivas de futuro. Por su parte, Alemania ha respondido con contundencia: no se comprometerá a acoger más refugiados si las autoridades italianas no incrementan el ritmo de deportaciones de los inmigrantes por razones económicas.

Proyección exterior

Internamente, la UE no logra acordar líneas de actuación útiles y consensuadas para ofrecer una política de asilo a la altura de las circunstancias, en el exterior las perspectivas no son mucho más esperanzadoras.

Gran parte del discurso europeo sobre el elevado flujo de refugiados se ha centrado en el papel de las mafias que trafican con personas, especialmente en las riberas del Mediterráneo. La Alta Representante para la Política Exterior Europea, Federica Mogherini, solicitaba en mayo el apoyo de Naciones Unidas para una operación militar en Libia que tendría como objetivo “salvar vidas y prevenir más fallecimientos en el mar”. También se ha tratado de contar con el apoyo de la OTAN. En el punto de mira de esa misión estarían los traficantes de personas y la eventual destrucción de las embarcaciones –muchas de ellas compradas a pescadores- que usan para el tráfico de personas. El objetivo es loable, pero cabe preguntarse si los medios militares son los más adecuados para lograrlo. La última intervención militar europea en Libia no fue precisamente un éxito.

Conviene recordar que, además de propiciar una guerra civil, el derrocamiento del Gadafi puso fin a los acuerdos entre varios países europeos, como Italia, y el régimen libio para controlar -sin unas medidas de protección de derechos mínimas- el flujo de migrantes. La situación actual de Libia impide que la Unión Europea pueda caer en la tentación de llegar a acuerdos como los que se han establecido con Marruecos para el “control de la migración irregular”, y que en la práctica supone alejar las fronteras europeas para que el país magrebí se encargue del trabajo de contención menos grato: control de fronteras y deportaciones.

Otra de las medidas que podría tomar la UE, y que ya se ha planteado en los debates que se han producido hasta la fecha, tiene que ver con el establecimiento de campos de refugiados en países africanos. Renzi ha sugerido la posibilidad de establecer campos en los países del Sahel, como Níger y Sudán, en los que, con la ayuda de la ONU, se concentraría a los refugiados. En otras palabras, alejar el problema de las fronteras de la Unión tanto como sea posible. Está por ver cómo se establecerían esos campos y si, de verdad, servirían como escala intermedia hacia Europa mientras se gestionan las demandas de asilo. Los antecedentes no son prometedores: el Gobierno australiano tomó una medida similar concentrando a los solicitantes de asilo en campos de Papúa. ACNUR ha manifestado ya su preocupación tanto por las condiciones de los refugiados internados en Papúa como por la falta de derechos y garantías legales en esos.

Pensando en los eritreos que están llegando a Europa -su número ha aumentado mucho en los últimos meses-, hay que tener en cuenta que muchos escapan de los campos de refugiados establecidos desde hace años en Sudán o Etiopía. Si los nuevos campos replican la preocupante realidad de los ya establecidos, los refugiados seguirán tratando de llegar a las costas europeas. Tal vez porque los políticos europeos lo saben, estarían tratando de llegar a acuerdos con el régimen eritreo -una especie de modelo perfecto del autoritarismo represivo más contumaz- para que refuercen el control de sus fronteras: un pacto (con el diablo) para complicar aún más la huida de los eritreos que, con toda razón, ya se sienten encerrados en su país.

Otra medida que podrían acordar los países europeos podrían ir en la línea de replicar las acciones de Israel contra sus refugiados eritreos y sudaneses: el Gobierno israelí ha llegado a acuerdos económicos con países como Ruanda y Uganda para deportar a esos países a miles de refugiados sudaneses y eritreos que viven en su territorio. Refugiados a cambio de dinero: una nueva forma de globalización.