Es posible que no tarde en invertir  sus ahorros para la jubilación en  la madre naturaleza. La razón: el  aumento de los bonos cat. Forma  abreviada para “bonos de catástrofe”,  estos títulos transfieren los riesgos  financieros aparejados a desastres,  como huracanes y terremotos, de  las compañías aseguradoras a los  mercados de capital.

Perjudicados por la tempestuosa  economía global, los gestores de  inversiones están recurriendo en  masa a este tipo de obligaciones, en  un intento por diversificar el riesgo  y dejar a un lado los activos demasiado  vinculados a los segmentos de  mercado que más están sufriendo la  crisis, como los títulos con garantía  hipotecaria. Aunque los meteorólogos  pronostican que se producirán  más desastres graves, no faltan inversores  dispuestos a apostar en los cat. 

¿Cómo funciona un fondo de  catástrofe básico? Una compañía de  seguros vende un bono a inversores  que apuestan que, por ejemplo, un  huracán no castigará Miami y no  causará 1.000 millones de dólares  (unos 700 millones de euros) en  daños el año que viene. Si no se produce  el huracán, los inversores obtienen impresionantes ganancias.  Pero si lo hay y las  pérdidas superan esa  cifra, la compañía  de seguros  se libra y los inversores pierden.

El crecimiento de este mercado ha  sido rápido. Durante los dos años  posteriores al Katrina, que devastó  Nueva Orleans (Estados Unidos), casi  se triplicó, alcanzando más de 13.000  millones de dólares. Goldman Sachs  estima que superará los 23.000 millones  de dólares a finales de 2008, y  John Seo, gestor de fondos de cobertura  (hedge funds) de Fermat Capital  Management, espera que crezca, al  menos, hasta los 150.000 millones  de dólares en los próximos diez o  quince años.

Hasta ahora, las compañías de seguros  y los inversores consideraban los cat una apuesta ventajosa para ambas  partes. Después del Katrina, las aseguradoras  se dieron cuenta de que sus  bolsillos no tenían suficiente capacidad  como para cubrir otra gran catástrofe.  Con estos bonos, las compañías de  seguros tienen, cada vez más, la oportunidad  de desprenderse de una parte de  los riesgos que asumen,  en especial en  las costas vulnerables.  “Cada 10 años,  se multiplica por dos  el valor de las propiedades  que se  construyen en  cada kilómetro  cuadrado a lo  largo de las franjas  costeras estadounidenses”, explica  Seo. “Nuestras pérdidas por catástrofes  se van a duplicar cada década”.  Y los bonos han sido un buen  negocio para los inversores, al generar  unos beneficios anuales medios  del 11% desde 2005.

Pero, dado que los inversores están  ahora apostando miles de millones  contra el clima, sus beneficios sólo  pueden ser tan elevados como lo permita la madre naturaleza.