Manifestantes congoleños sostienen retratos del presidente ruandés, Paul Kagame, y del presidente ugandés, Yoweri Museveni, en una calle de Goma, este de la República Democrática del Congo, junio de 2022. Alain Wandimoyi/AfrikImages Agency/Universal Images Group via Getty Images

El M23, un grupo rebelde que permanecía inactivo y, según informes de la ONU, cuenta con el apoyo de Ruanda, está causando estragos en el este de la República Democrática del Congo (RDC). Los combates han obligado a decenas de miles de personas a abandonar sus hogares y pueden convertirse en una guerra entre terceros que afecte a toda la región.

El M23 controla varias ciudades y tiene rodeada la capital provincial de Goma. En 2013, el grupo cayó derrotado por unas fuerzas de la ONU aumentadas, pero ahora parece estar bien armado y organizado. Está formado por ex soldados congoleños, muchos de los cuales son tutsis, un grupo étnico extendido por los Grandes Lagos de África, y aseguran defender los intereses de la comunidad.

La repentina reaparición del M23 se debe tanto a las tensiones entre los Estados de los Grandes Lagos como a la dinámica local. El Gobierno congoleño había intentado reafirmar su autoridad en el conflictivo este del país, que alberga docenas de grupos rebeldes, incluidos algunos de Estados vecinos. El año pasado, el presidente congoleño, Felix Tshisekedi, invitó a las tropas ugandesas a combatir contra las Fuerzas Democráticas Aliadas, un grupo mayoritariamente ugandés que se proclama parte del Estado Islámico. Parece que el presidente de la RDC también aprobó discretamente operaciones de Burundi en suelo congoleño, lo cual irritó al Presidente ruandés, Paul Kagame. Este consideraba que la presencia de sus vecinos podía impedir que Ruanda tuviera influencia en el este del Congo, donde tiene intereses económicos, igual que Burundi y Uganda, y lleva mucho tiempo combatiendo a los insurgentes de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR, por su siglas en francés), un remanente de la milicia hutu responsable del genocidio de 1994.

Tshisekedi acusa a Kagame de respaldar al M23 para extraer recursos congoleños. Los expertos de la ONU también señalan el apoyo ruandés a los rebeldes y un informe de la ONU filtrado en diciembre de 2022 afirma que hay “pruebas sustanciales” de que el Ejército ruandés intervino directamente en la lucha del Congo contra el M23 y ayudó al grupo con armas, municiones y uniformes. Kigali rechaza las acusaciones. A su vez, él acusa a las Fuerzas Armadas congoleñas de colaborar con las FDLR (algo que Tshisekedi niega, pero que los informes de la ONU también confirman en gran medida).

Una complicación añadida son las elecciones generales del Congo en 2023. Los comicios podrían suponer un paso más para que el país se aleje de sus desastrosas guerras civiles de hace dos décadas. Pero la suspensión de las inscripciones y de las votaciones en el este por culpa de la violencia arrojaría sospechas sobre los resultados. Además, durante la campaña, es posible que Tshisekedi intensifique la retórica anti-Ruanda, lo que pondría en peligro a las minorías a las que algunos congoleños ya tachan de partidarias del M23.

Una misión militar de África Oriental —sin Ruanda, cuyas tropas rechazó Kinshasa— tiene el mandato de restablecer la calma en el este del Congo. La ONU cuenta con una fuerza de mantenimiento de la paz de 14.000 efectivos, muchos de ellos alojados en Goma, pero parece reacia a enfrentarse a los insurgentes y es profundamente impopular entre muchos congoleños. En su lugar, Kenia, dentro de la fuerza regional, tiene la poco envidiable tarea de encabezar la lucha contra el M23.

La sufrida población local tiene grandes esperanzas de que las tropas kenianas puedan hacer retroceder a los rebeldes, pero Nairobi considera, con prudencia, que el objetivo es más bien asegurar Goma y sus principales carreteras circundantes y obligar al M23 a aceptar un alto el fuego. Entonces el grupo podría reincorporarse a las conversaciones de paz entre el Gobierno congoleño y decenas de grupos armados orientales de los que lo habían expulsado debido a los combates.

Conseguir que se sume Ruanda a estos intentos será fundamental, dada su influencia sobre los líderes del M23. La mejor posibilidad de conseguirlo reside en una labor diplomática concertada de los dirigentes de África Oriental para reparar las relaciones entre Kagame y Tshisekedi, una campaña que ha mostrado algunas primeras señales de avances, junto con los intentos de frenar la colaboración entre el Ejército congoleño y las FDLR. En otras palabras, la fuerza de África Oriental ofrece la oportunidad de dejar margen de maniobra a la diplomacia y de luchar contra el M23.

Si la diplomacia fracasa, las tropas kenianas podrían quedar empantanadas en el traicionero terreno del este del Congo. El mero hecho de que haya desplegadas fuerzas de tantos países vecinos en el este del Congo ya entraña el riesgo de que se reanuden las guerras entre terceros que desgarraron la región en los años 90 y 2000.