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El septiembre, el Senado estadounidense aprobó por unanimidad un tratado bilateral de inversión con Ruanda, el primer acuerdo de ese tipo con un país del África Subsahariana desde 1998. El Departamento de Estado elogió el pacto y dijo que era una demostración del “compromiso de Ruanda con las reformas económicas que permitirán un desarrollo económico sostenible y más oportunidades”. EE UU confía en que el acuerdo pueda servir de modelo para tratados similares con otros países en el futuro.

Las reformas económicas de Ruanda han recibido muchas alabanzas por ser uno de los pocos casos que están saliendo bien en África, con un crecimiento del 7% durante los últimos cinco años. También se ha aplaudido al presidente ruandés, Paul Kagame, por sus iniciativas ambientales y sus esfuerzos para incluir a las mujeres en el Gobierno (hoy constituyen más del 50% de la Cámara Baja del Parlamento). Visita Estados Unidos con frecuencia y se ha convertido en un asiduo asistente del circuito de las reuniones de prestigio.

Sin embargo, están apareciendo señales inquietantes sobre el compromiso de Kagame con la democracia. Durante la campaña para las elecciones presidenciales del año pasado –que el antiguo líder rebelde tutsi ganó con el 93% de los votos-, el vicepresidente de un gran partido de la oposición y el director en funciones de un periódico crítico fueron asesinados, tras lo que Naciones Unidas exigió una investigación.

Durante los dos últimos años, el régimen de Kagame ha cerrado periódicos que le criticaban, ha detenido a importantes oficiales del Ejército y ha encarcelado a un destacado político de la oposición, acusado de negar el genocidio. Este año, un antiguo jefe militar ruandés que vive exiliado en Sudáfrica sobrevivió a su segundo intento de asesinato, y la policía británica ha advertido a los ruandeses que viven en Londres de que pueden correr peligro.

La Casa Blanca “expresó nuestra preocupación” por las elecciones, pero el Gobierno de Estados Unidos sigue apoyando a Kagame e incluso ha pedido que se desestime una demanda federal existente contra él. Es evidente que Washington ha decidido ponerse del lado de un presidente que, para bien o para mal, ha llevado la estabilidad y el crecimiento económico a su país. Pero, si la tendencia política actual en Ruanda continúa, es posible que esa amistad se convierta pronto en un lastre.