
Cómo y en qué medida el emergente eje euroasiático trazado por Rusia, Turquía, Irán y Qatar puede transformar la geopolítica regional es una clave estratégica que, sin embargo, deja varias interrogantes sobre su consistencia y continuidad.
Tras la cumbre trilateral de Sochi, que reunió a los mandatarios de Rusia, Turquía e Irán con la finalidad de sentar las bases del posconflicto sirio y, principalmente, con la posterior visita a Ankara del presidente ruso Vladímir Putin, la atención informativa se ha enfocado en la eventual constatación de un nuevo eje geopolítico entre Oriente Medio y el espacio euroasiático, inicialmente integrado por Rusia, Turquía e Irán pero al que se ha unido recientemente un inédito aliado como Qatar.
Las expectativas en torno a este eje, en el cual Rusia y Turquía juegan un papel esencial, estarían cifradas en la eventualidad de recomponer el equilibrio de fuerzas en la región, particularmente destinadas a minar la política de EE UU. Para Washington, esta perspectiva es preocupante en los casos de Turquía y Qatar, teniendo en cuenta que Ankara es miembro clave de la OTAN desde 1952 y hasta hace un par de décadas, un irrestricto aliado occidental, y que el emirato qatarí ha sido también un aliado militar estadounidense en el Golfo Pérsico.
De forma paralela, el reciente reconocimiento de Jerusalén como capital histórica del Estado de Israel por parte del presidente estadounidense Donald Trump, ha sacudido el tablero estratégico regional, hecho que también ha incidido en el eje geopolítico euroasiático.
Turquía ha sido precisamente el principal detractor de esta decisión de Trump, contando con el tácito apoyo iraní pero más moderado en los casos ruso y qatarí. La oportunidad parece clave para el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien ha aprovechado la crisis por Jerusalén como herramienta para sus ambiciones de erigirse como un nuevo líder el mundo islámico.

Para ello, Erdogan convocó en Estambul el pasado 13 de diciembre a una reunión de emergencia de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), así como del Movimiento de No Alineados (MNOAL), a fin de reforzar sus críticas por el cambio de estatus de Jerusalén, acentuando así su desafío hacia EE UU y Occidente tras su viraje geopolítico a favor del eje euroasiático de Putin. Esta cumbre declaró a Jerusalén como la “capital de Palestina”, a su vez Erdogan también anunció la apertura de una embajada turca en Jerusalén Este como “capital palestina”. Este anuncio puede intuir las intenciones del presidente turco por erigirse como el “nuevo benefactor de la causa palestina”.
Por el contrario, la tibia reacción al respecto por parte de Arabia Saudí implica observar con atención en qué medida Washington está también reorientando sus ...
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