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Una misa en el monasterio Kiev-Pechersk Lavra, que pertenece a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana –Patriarcado de Kiev, 2018. VOLODYMYR SHUVAYEV/AFP/Getty Images

La Iglesia ucraniana busca la independencia de Moscú. La escisión socavará la visión de Vladímir Putin de un mundo ruso y acelerará la separación cultural de Ucrania y Rusia.

La independencia de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana ha tardado tanto tiempo que parecía que en realidad nunca sucedería. Se han producido muchos intentos de establecer una Iglesia de este tipo (en 1921, 1942, 1990 y 1992), aunque ninguno ha logrado hasta ahora su reconocimiento como “canónico” (oficialmente reconocido por el derecho de la Iglesia ortodoxa). Pero, en agosto, el patriarca ruso salió de una reunión en Estambul con el patriarca ecuménico Bartolomé (cabeza de todas las Iglesias ortodoxas) furioso e incapaz de impedir la noticia de que efectivamente se iba a emitir un “tomos” (decreto oficial). En septiembre, Bartolomé designó a dos exarcas para que viajaran a Kiev a prepararse para la autocefalia (en griego, “con su propia cabeza” o independiente), quienes la describieron ante el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, como un “hecho consumado”. La decisión final se produjo muy poco después de una asamblea de obispos en Estambul (una sinaxis) celebrada los días 9 y 11 de octubre, que condenó el proceso por el cual la Iglesia de Ucrania perdió su independencia en 1686.

Este es un acontecimiento de una importancia histórica potencialmente enorme. Añadirá la religión al lenguaje, la guerra y el patriotismo como factores que están consolidando la identidad nacional ucraniana desde 2014. Poroshenko cree que contribuirá a influir en su reelección en 2019. Más de 12.000 de las casi 35.000 parroquias de la Iglesia rusa están en Ucrania, y perder aunque solo sea un pequeño número de estas sería un golpe terrible para Rusia y para el concepto del presidente Vladímir Putin de un mundo ruso. Sería de hecho tan catastrófico que es poco probable que la Iglesia rusa consienta la pérdida en silencio.

 

Divisiones antes de 2014

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Metropolitan Onufriy, cabeza de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana –Patriarcado de Moscú, en Kiev. VOLODYMYR SHUVAYEV/AFP/Getty Images

Hay nada menos que tres Iglesias ortodoxas principales en Ucrania. ¿Por qué tantas? Una de ellas, la Iglesia Ortodoxa Autocéfala Ucraniana (IOAU) se fundó en 1921, pero fue prohibida por Stalin en 1930. Sobrevivió en la diáspora y regresó a Ucrania en 1990. El actual trío deriva de un intento fallido en 1992, justo después de la independencia política del país en 1991, de negociar una fusión entre la IOAU y la jerarquía ortodoxa existente en Ucrania. La fusión creó una nueva Iglesia, denominada Iglesia Ortodoxa Ucraniana –Patriarcado de Kiev (IOU-PK). Pero se produjo resistencia en ambos lados: muchos en la IOAU se negaron a unirse porque consideraban que la jerarquía ortodoxa existente estaba relacionada con la KGB. La mayor parte de esa jerarquía bajo sospecha se negó a unirse al Patriarcado de Kiev por razones adicionales de “canonicidad”, tradicionalismo y nacionalismo ruso. Permanecieron bajo la Iglesia rusa, pero la renombraron como Iglesia Ortodoxa Ucraniana –Patriarcado de Moscú (IOU-PM). Y, por si fuera poco, hay una cuarta Iglesia, la Iglesia Católica Griega (mitad ortodoxa y mitad católica), prohibida en 1946, pero resucitada en 1989, y fundamentalmente localizada en Ucrania occidental.

El Patriarcado de Moscú ha sido tradicionalmente el más fuerte en el este y sur de Ucrania. Según el RISU (Servicio de Información Religiosa de Ucrania), la IOU-PM todavía tiene la mayoría de las parroquias, 12.251, mientras que la IOU-PK solo tiene 4.508. La IOAU tiene 1.227 y la Iglesia Católica Griega 3.825. Las Iglesias protestantes han crecido rápidamente y ya suman varios miles; hay además comunidades católicas romanas tradicionales, y el islam suní es la fe de los tártaros de Crimea. Pero la ventaja de la IOU-PM es engañosa; muchas parroquias en el este y sur de Ucrania tienen menos creyentes, mientras que la religiosidad es mucho más alta en el oeste y el centro.

Durante el Euromaidán, todas las Iglesias respaldaron las protestas salvo la IOU-PM, con la excepción de unos pocos sacerdotes. Muchos clérigos del Patriarcado de Moscú respaldaron la anexión de Crimea y la guerra separatista en el este. Algunas parroquias, por lo tanto, abandonaron la IOU-PM después de 2014. Además, en agosto de ese año, el Patriarca ruso reemplazó al anciano líder de la Iglesia, Volodymyr, con Onufri, de la línea dura. La IOU-PM continuó organizando manifestaciones prorusas y “marchas de unidad” en Ucrania, y muchos ucranianos pidieron su prohibición. Pero en 2014 también comenzó con renovado vigor una campaña, dirigida por eclesiásticos, grupos nacionalistas y veteranos, en favor de la autocefalia y para que todas las facciones ortodoxas se unieran bajo esa única bandera. El último intento serio se realizó bajo Viktor Yuschenko en 2008, mientras que Viktor Yanukovich favoreció a la IOU-PM.

 

El “tomos”

Rusia ha abogado con tenacidad por la unidad del mundo ruso. Se negó a asistir a un Consejo Panortodoxo en Creta en 2016 que planeaba debatir sobre la independencia de la Iglesia ucraniana, pero puede que esto haya aislado a Bartolomé. Desde entonces, este ha dejado de dar largas al asunto y ha comenzado a vincularlo a cuestiones similares en Macedonia. Al respaldar la autocefalia para Ucrania y Macedonia, Bartolomé ha encontrado una manera de renovar su propia autoridad dentro del mundo ortodoxo. Además, según los rumores, la formulación del decreto oficial (en terminología ortodoxa un “tomos”) por el que este ordena la independencia ucraniana reabre enormes problemas históricos relacionados con la autoridad canónica de la Iglesia de Moscú, después de que el Patriarca Ecuménico le cediera autoridad en 1686, e incluso posiblemente cuando la Iglesia de Moscú proclamó su estatus patriarcal en 1589. En el siglo XVII, Kiev formaba parte de un Estado semiindependiente, el “Hetmanato”. En el XVI, formaba parte de la Mancomunidad de las Dos Naciones, liderada por Polonia, cuyas fronteras orientales se encontraban alrededor de Smolensk, ahora en Rusia occidental.

 

La opinión pública ucraniana

La opinión pública en Ucrania parece contradictoria. Solo el 30% está a favor de un nuevo estado autocéfalo, mientras que el 20% se opone y la mitad de la población se muestra indiferente. Pero Poroshenko cree que este asunto estimulará a su base política (el 58% en el oeste favorece la autocefalia, mientras que solo el 10 por ciento en el este lo hace).

La IOU-PK tiene más simpatizantes que parroquias. En una encuesta diferente, realizada en agosto de 2018, el 68,8% de los ucranianos dijeron que eran ortodoxos. Pero un número alto y creciente, el 45,2%, de los cristianos ortodoxos ahora se identifica con la IOU-PK, y solo el 16,9% con la IOU-PM. Únicamente el 2,1% de los encuestados pertenecían a la IOAU. Curiosamente, sin embargo, el 33,9% se autodenominó como “ortodoxo general”.

Los ucranianos son más religiosos que los rusos. Hasta el 76% afirma creer en Dios, y el 37% asiste a la iglesia con regularidad. En Rusia las cifras correspondientes son el 56% y el 7%, respectivamente. Ucrania es muy posiblemente la única que cuenta con una nueva festividad cristiana, “Pokrova”, el 14 de octubre. El Día de la Santa Protectora o “Theotokos” se convirtió en día festivo en 2015, y es también el Día de los Defensores de Ucrania, de aquellos que reclaman su protección. Existe un mito persistente de que el Ejército Insurgente Ucraniano de tiempos de la guerra fue fundado en ese día de 1942.

 

Un nuevo sínodo de la Iglesia

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Ucranianos protestas contra la Iglesia Ortodoxa Ucraniana –Patriarcado de Moscú, en Kiev. SERGEI SUPINSKY/AFP/Getty Image

La nueva Iglesia será adecuadamente “pomesna”, que significa localizada y legítima. Lo que los partidarios de la independencia de la Iglesia esperan es que atraiga a suficientes creyentes de las otras Iglesias ortodoxas y a suficientes “ortodoxos generales” como para convertirse en la Iglesia más grande de Ucrania, tanto a nivel institucional como de simpatía entre la opinión pública. Pero será necesario que celebre un nuevo sínodo para reinventarse, establecer nuevas reglas y elegir un nuevo líder. El veterano jefe del IOU-PK, el patriarca Filaret, nació en 1929. Ha dado a entender que podría continuar, pero en realidad ayudaría al diálogo entre las Iglesias que no lo hiciera, dada su larga y maquiavélica carrera vinculada a la KGB. La IOU-PK y la IOAU tradicionalmente han usado el idioma ucraniano en la Iglesia, pero para atraer nuevas incorporaciones de la Iglesia de Moscú pueden tener que ceder en la cuestión del idioma y permitir el uso del eslavo eclesiástico o incluso del ruso. La nueva Iglesia será más europea y más abierta al diálogo con otras Iglesias que la Iglesia Ortodoxa Rusa, pero seguirá siendo bastante conservadora en lo que respecta a valores sociales.

El poder simbólico de una Iglesia ucraniana con sede en Kiev será enorme. El poder simbólico de la Cristianización de Kiev, que se remonta al año 988, dará un impulso enorme a la identidad ucraniana, especialmente si la nueva Iglesia puede hacerse con el control del complejo de la Cueva de Pechersk, en el centro de Kiev, declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. La mitad superior del complejo pertenece al Estado, que puede asignarlo a quien quiera. Pero muchos partidarios de la autocefalia también quieren que la mitad inferior, más antigua y el lugar donde realmente están situadas las cuevas, sea transferida de manos de la IOU-PM.

El efecto sobre los católicos griegos, la otra Iglesia nacional ucraniana, es difícil de juzgar. Puede obligarlos a volver a ser una Iglesia más regional, con sede en Ucrania occidental. O El Vaticano podría finalmente otorgarles el estatus de Patriarcado para poder competir con la nueva Iglesia ucraniana.

 

Consecuencias para Rusia

Todos los posibles escenarios parecen malos para Rusia. La idea del mundo ruso sufrirá un duro golpe. Podría romper con Constantinopla para intentar crear un segundo centro de ortodoxia mundial, en Moscú. Durante una reunión de su Santo Sínodo, el 14 de septiembre, la Iglesia rusa amenazó con “romper la comunión eucarística” con Bartolomé, lo que significaría no asistir a reuniones bajo su autoridad y eliminar su nombre de la liturgia. La Iglesia rusa ha enviado una carta a las 14 Iglesias ortodoxas reconocidas instando a un “debate panortodoxo” del problema de Ucrania. Esto podría empujar a otras Iglesias ortodoxas a oponerse a la autocefalia ucraniana, pero Rusia también saldría perdiendo si se produjera una división aún mayor dentro de la ortodoxia mundial. Por el momento, el Kremlin está haciendo hincapié en la unidad de la Iglesia.

Pero la Iglesia rusa solo seguirá siendo la Iglesia ortodoxa más grande del mundo si retiene la mayoría de sus parroquias en Ucrania. Es difícil imaginar, no obstante, que Rusia se vaya a dar por vencida fácilmente, o que se retire hacia el tipo de ortodoxia introspectiva pura rusa, que propugna Tijon, el metropolita de Pskov, aunque en el pasado haya gozado del favor de Putin. Rusia se aferrará al mito del origen en Kiev. Y en Crimea, donde hasta ahora ha dejado a las parroquias ortodoxas locales bajo la IOU-PM. Podría absorberlos en la Iglesia rusa propiamente dicha. Una situación similar existe en Abjasia, donde Moscú ha dejado parroquias locales como parte de la Iglesia Ortodoxa de Georgia. La Iglesia ortodoxa en Bielorrusia es mucho menos independiente y mucho más leal, pero incluso esta podría verse afectada por cualquier decisión que reconozca las cambiantes fronteras entre 1589 y 1686, cuando lo que ahora es Bielorrusia era parte de los territorios de Lituania (para ser más exactos, “Litva”) de la antigua  Mancomunidad de las Dos Naciones, no del Principado de Moscú.

 

¿Se avecina un conflicto?

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El Presidente ucraniano, Petro Poroshenko, da la mano a patriarca Filaret, Kiev. GENYA SAVILOV/AFP/Getty Images

El asunto se intensificará durante la próxima campaña electoral de Ucrania. Los carteles más recientes de la campaña de Poroshenko proclaman “¡Ejército! ¡Idioma! ¡Fe! ¡Vamos por nuestro propio camino! ¡Nosotros somos Ucrania!”.

Kiev ha prometido respetar el pluralismo religioso afirmando que no habrá conversiones forzosas; la Constitución de 1996 separa la Iglesia y el Estado. Pero parece posible que se produzcan conflictos civiles. Los nacionalistas ucranianos están profundamente resentidos por el papel que la Iglesia rusa ha desempeñado en la guerra en el este. En casos tristemente famosos, la IOU-PM parece haber sido utilizada como conducto por los agentes rusos, como en el del sacristán Romashka, que estaba a cargo de una unidad separatista en Sloviansk en 2014. En la “República Popular de Donetsk” y en la “República Popular de Lugansk” una variante militante de la ortodoxia rusa importada en gran medida de Rusia ha presidido la severa persecución de todas las religiones rivales. En Crimea, la IOU-PM está exprimiendo a sus rivales ortodoxos más pequeños.

Tanto si la Iglesia ucraniana ayuda a Poroshenko en su campaña electoral, antes de la votación prevista para marzo de 2019, como si no, las posibles ramificaciones son enormes. Ucrania se volvió política pero no culturalmente independiente en 1991. La guerra que comenzó en 2014 ya ha abierto una brecha entre Rusia y Ucrania; una auténtica autocefalia ucraniana ahora ampliará la división. La reiterada afirmación de Putin de que Rusia y Ucrania son “prácticamente una nación” perderá aún más credibilidad. Un mundo ortodoxo más pluralista, que ya no esté dominado por Moscú, adquiere una relevancia enorme.

 

La versión original en inglés ha sido publicada con anterioridad en ECFR.