MOSCÚ, RUSIA: La gente sostiene flores durante una ceremonia en memoria de Daria Dugina, el 23 de agosto de 2022 en Moscú, Rusia. (Foto de Contributor/Getty Images)

¿Qué consecuencias internas y externas puede tener para Rusia este misterioso asesinato, con la guerra de Ucrania cómo telón de fondo? 

El atentado acaecido el pasado 20 de agosto en Moscú que cobró la vida de Daria Dugina, hija del considerado como "ideólogo del Kremlin" Aleksandr Dugin, abre un escenario inesperado dentro de Rusia. Este contexto, que guarda estrecha relación con el conflicto militar en Ucrania, presentaría igualmente expectativas internas para Rusia en materia de seguridad nacional; así como de posibles realineamientos del poder.

En este sentido, el asesinato de Dugina abordaría la posibilidad de que el conflicto ucraniano ingrese ahora directamente en el plano interno del territorio ruso, un aspecto similar al que se vivió con el terrorismo secesionista checheno, en concreto, entre 1999 y 2009. 

El gobierno de Vladímir Putin apuntó automáticamente a Ucrania como la presunta perpetradora de un atentado realizado en pleno corazón del poder ruso, aspecto que coloca igualmente en primer plano el estado de las fuerzas de seguridad rusas y su capacidad para repeler situaciones similares en el futuro. 

Sin ofrecer pruebas contundentes, Moscú mencionó a Natalia Vovk Pavlova como posible culpable del asesinato de Dugina. Toda vez, desde Kiev negaron inmediatamente esas acusaciones, señalando al mismo tiempo a los servicios de seguridad rusos como eventuales perpetradores del mismo. 

¿Quién está detrás del atentado?

En este clima de incertidumbre que acrecienta la propaganda y la desinformación principalmente entre Rusia y Ucrania, un ex diputado ruso disidente  en el exilio, Iliá Ponomarióv, aseguró que el atentado fue realizado por un actor hasta ahora desconocido: el Ejército Nacional Republicano (ENR).

Este grupo estaría compuesto por una especie de "partisanos rusos" que luchan para "derribar el usurpador régimen de Putin" y así "evitar la destrucción de Rusia", poniendo el foco en la situación militar en la guerra en Ucrania y la posibilidad de que el Kremlin no alcance claramente sus objetivos iniciales.

No obstante, y más allá de la revelación de Ponomarióv, una estela de misterio e intriga envuelve todo lo concerniente al ENR. No se sabe con certeza cuándo se formó, cuántos son sus militantes y efectivos, cuál es su capacidad para golpear al gobierno de Putin y, principalmente, si tiene algún tipo de apoyo popular.

Pero la declaración de "evitar la destrucción de Rusia" que Ponomarióv atribuye al ENR podría definir varias interpretaciones. La más relevante tendría relación con los altibajos de la estrategia militar y política del Kremlin en Ucrania y cómo ello podría eventualmente desencadenar situaciones de posible inestabilidad interna en Rusia, incluso alimentando tensiones secesionistas y del complejo equilibrio centro-periferia en caso de que el conflicto ucraniano se prolongue más allá de lo previsto por el Kremlin.

Los Dugin como clave del poder de Putin

¿Quiénes son y cuál es la importancia de Aleksandr Dugin y su hija Daria para ser objeto de un atentado de este calibre? En los últimos años, Aleksandr Dugin ha sido calificado como presunto "cerebro" e "ideólogo" geopolítico de Putin, particularmente como impulsor de las tesis eurasianistas que enfocan un papel histórico para Rusia a la hora de contener la influencia de la hegemonía occidental. Esta tarea ha sido continuada por su hija Daria, ferviente defensora de los postulados de su padre.

Mezcla de nostalgia imperial zarista, nacionalismo mesiánico populista, devoción por la ortodoxia religiosa y pinceladas de marxismo-leninismo soviético, Dugin ha plasmado mediáticamente esta ideología a través de su web Geopolitika y su canal de comunicación Katehon, con impacto dentro del ultraconservador canal Tsargrad TV propiedad del oligarca Konstantin Malofeev

La exposición de pancartas políticas de estilo pop-art del artista emigrante ruso Anton Myrzin se inaugura en el vestíbulo del Parlamento ucraniano, el 21 de febrero de 2017 (Foto de Sergii Kharchenko/NurPhoto vía Getty Images)

Por otro lado, Dugin es un prolífico autor de textos divulgativos en los que defiende el eurasianismo calificándolo como una "Cuarta Teoría Política", un ideario en que arremete contra el liberalismo occidental y la "globalización totalitaria neoliberal". La guerra en Ucrania verificó para Dugin la vigencia de esas tesis, que también defienden la recuperación del poder ruso dentro del espacio euroasiático ex soviético. Desde la década de 1980, Dugin también ha sido defensor del movimiento "nacional-bolchevique", coloquialmente conocido como "nazbol" o "rojipardo", que acicalan las expectativas diseñadas en torno a la "Nueva Rusia" de Putin

Por otro lado, Dugin ha sido un ferviente defensor de la independencia del Donbás y de su anexión a la Federación rusa. Sus ideas le han permitido trazar una notable conexión con Denis Pushilin, líder de la autoproclamada República de Donetsk, un aspecto que Kiev observa con atención y que ha alimentado las acusaciones rusas de que Ucrania estaría detrás del asesinato de Dugina, tal y como afirmó en su momento el propio Pushilin.

No obstante, a menudo se ha sobredimensionado en los medios occidentales esa presunta influencia de Dugin como "ideólogo" de Putin. Incluso existen versiones más contradictorias que minimizan el impacto real de influencia de Dugin, cuestionando esa supuesta alianza irrestricta con el presidente ruso. 

Aún así, y observando el contexto derivado de la invasión militar rusa a Ucrania, es perceptible que las ideas eurasianistas de Dugin han calibrado una buena parte de la orientación geopolítica rusa, mucho más persuadida en sostener alianzas con actores euroasiáticos (Turquía, Irán, India y China) incluso recuperando el peso de foros globales emergentes (BRICS) como respuesta a las sanciones y el aislamiento occidental.

El día después: ¿caos o reforzamiento del poder de Putin?

En este clima de misterio, especulaciones e intrigas, el escenario tras el asesinato de Dugina abre varias interrogantes con no menos especulaciones: ¿cómo afectará este atentado a la estructura de poder de Putin?; ¿es verosímil sostener la presunta implicación ucraniana?; ¿puede esto suponer la presencia de una especie de "quinta columna" ucraniana dentro de Rusia, con capacidad para extender este conflicto a esas fronteras?; ¿o más bien estamos ante un efecto insurgente de malestar social contra el Kremlin, tal y como asegura Ponomarióv? El exilio ruso, ¿tiene algún papel en este contexto?

Por otro lado, ¿puede este acto presagiar escenarios de posible caos interno en Rusia, atizando tensiones separatistas, aprovechando la situación de "empantanamiento" y eventual "chechenización" de la guerra en Ucrania? Así mismo, ¿estamos cerca de observar un punto de inflexión por parte de Rusia a la hora de intensificar su ofensiva militar en Ucrania para alcanzar sus objetivos geopolíticos?

Dentro de este clima de especulaciones está presente también la censura y represión mediática por parte del Kremlin sobre lo que ocurre en Ucrania bajo el velo de la "operación militar especial". Tras el asesinato de Dugina, la propaganda oficial rusa ha venido fortaleciendo aún más el sentimiento nacionalista con la intención de asegurar el apoyo popular a la guerra. 

Con todo, es igualmente pertinente observar cómo la opinión pública rusa interpretará este atentado en términos de seguridad nacional, tomando en cuenta que retrotrae a la memoria los tiempos del activo terrorismo checheno presente desde 1999, a pesar del visible estado de finalización del conflicto checheno y de su errática capacidad de irradiación fuera de sus fronteras.

El pasado 17 de agosto, el servicio de seguridad ruso FSB informó sobre la desarticulación de una célula islamista en Crimea, un aspecto no menos inédito y enigmático como lo fue el reciente atentado de Dugina. El Kremlin aseguró entonces que esa célula tendría conexiones vía "emisarios en Ucrania", dando a entender la presunta implicación de Kiev, a tenor de los recientes ataques a centros militares rusos en esta península bajo soberanía rusa desde 2014.

El asesinato de Dugina calibraría también la posibilidad de la presencia de grupos paramilitares ucranianos con actividad en territorio ruso, pujando así por extender este conflicto en el seno de la sociedad rusa, tal y como sucedió anteriormente con el caso checheno.

De ser esto cierto, estos grupos paramilitares ucranianos lograrían asestar un golpe propagandístico de notable impacto mediático y político no sólo por el hecho de conseguir penetrar en territorio del enemigo invasor, sino también con la finalidad de ejercer algún tipo de influencia dentro de la opinión pública rusa a la hora de dar a conocer una versión diferente a la oficialmente ilustrada por el Kremlin: que en Ucrania existe una guerra y no una "operación especial"; que el invasor ruso estaría cometiendo presuntas atrocidades contra la población civil y que la resistencia ucraniana no sólo está teniendo éxito a la hora de repeler la invasión rusa sino también capacidad de respuesta y de ataque en pleno territorio enemigo. 

Con ello, estos "partisanos" ucranianos buscarían ejercer algún tipo de efecto disuasivo similar a lo que ocurrió con la resistencia afgana durante la invasión soviética (1980-89). Con la perestroika de Mijaíl Gorbachov (1985-1988), y mientras la guerra se prolongaba en Afganistán, aparecieron voces discordantes contra la versión oficial dentro de la sociedad civil soviética (en especial por parte de asociaciones de madres de los soldados) exigiendo respuestas a las autoridades sobre la situación de sus hijos en el frente afgano.

No obstante, y salvo a través de voces discordantes como la periodista y disidente Anna Politkóvskaya(asesinada en 2006), la insurgencia chechena no obtuvo el mismo éxito ‘moral y reflexivo’ ante una sociedad civil rusa ‘domesticada’ por la censura del régimen de Putin que interpretó este conflicto bajo el barniz de la "guerra global contra el terrorismo". Un factor que bien valdría la pena tomar en cuenta ante el contexto actual de la guerra en Ucrania. 

MOSCÚ, RUSIA: El presidente de Rusia, Vladimir Putin, observa antes del desfile militar del Día de la Victoria en la Plaza Roja, que marca el 75º aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. (Foto de Sergey Pyatakov – Host Photo Agency vía Getty Images)

Pero, por otro lado, también sería igualmente relevante atender la revelación de Ponomarióv sobre la existencia de ese ENR como motor de descontento dentro de Rusia con la guerra en Ucrania y la consecuente mala imagen internacional del país. En concreto, ante los síntomas de "rusofobia" que se han visto desde el exterior.

Por otro lado, y toda vez podría resultar de algún modo temerario desde la perspectiva analítica, sería interesante comparar el contexto actual con algunos símiles históricos que, si bien suelen ser materia de controversia, al mismo tiempo contribuyen a arrojar ciertas luces a la hora de interpretar los acontecimientos presentes. 

En este sentido, y sin ánimos de establecer una comparación histórica irrestricta con la actualidad, el asesinato de Dugina recuerda al ocurrido en 1934 con el líder comunista Serguéi Kirov, entonces justificado por Stalin como "piedra de lanza" para iniciar la tristemente célebre etapa de la "Gran Purga" en la URSS de finales de la década de 1930. Un hecho histórico que también trasluce todo tipo de controversias a la luz de investigaciones recientes.

Para Putin, la presunta "trama ucraniana" detrás del asesinato de Dugina sirve también como efecto disuasivo ante la opinión pública rusa con la finalidad de justificar el nacionalismo a ultranza que implique conservar sin fisuras el apoyo popular y de la estructura política y militar ante una posible nueva fase en torno a la "operación especial" en Ucrania. La atención estaría en observar el peso político que tendrán a partir de ahora los servicios secretos y de seguridad, en particular la denominada clase de los siloviki que ocupa altos mandos en el Kremlin desde la llegada de Putin al poder en 1999.

Este proceso de reacomodo de fuerzas no estaría exento de posibles purgas internas dentro del entramado de poder en el Kremlin, tal y como se ha observado desde febrero pasado con la invasión militar a Ucrania. Bajo esta perspectiva, está por ver cuáles serán las consecuencias políticas dentro de Rusia derivadas del asesinato de Dugina, sobre todo observando si el mismo provocará cambios sustanciales en la estructura de poder del Kremlin que definan el posible nuevo rumbo que asumirán Putin y los siloviki, con la guerra de Ucrania como trasfondo.