¿Qué significan los hispanos de EE UU para el candidato vicepresidencial republicano?

 

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EE UU
Justin Sullivan/AFP/Getty Images

 

El candidato presidencial republicano Mitt Romney ya ha seleccionado a su compañero de fórmula electoral para noviembre. El escogido para la vicepresidencia es el congresista de Wisconsin, Paul Ryan, un político joven, articulado y que cuenta con el apoyo de la base conservadora del partido republicano.

La decisión refleja la visión del gobernador Romney sobre la campaña electoral estadounidense y el futuro de su partido. En su discurso ante el Comité de Acción Política Conservador (CPAC), Ryan tomó el reto de Barack Obama desde sus propias palabras: la elección no debe ser un referéndum sobre el presidente sino un contraste de visiones sobre el futuro de EE UU. Desde su libro Sin Disculpas, Romney aclaró que buscaría un mandato popular para una agenda conservadora tanto interna como de política exterior. Dada la coincidencia entre algunas de las políticas implementadas por Obama y Romney cuando fue gobernador de Massachusetts -el plan de Salud, por ejemplo-, el candidato republicano ha optado por escoger a un compañero que refuerza el apoyo conservador y a la vez aporta una visión contrastada, no solo con la gestión del presidente sino también con la esperanza que éste ofrece.

La decisión de Romney tiene dos implicaciones para la proyección del partido republicano hacia el mundo hispano de EE.UU. La primera sería que tras las primarias republicanas, donde los precandidatos hicieron todo lo imaginable para quemar los puentes con el electorado latino, Romney, quien incluso dijo que la solución para los más de doce millones de indocumentados es que se “autodeporten”, decidió no reparar el daño con un candidato hispano para la vicepresidencia. La segunda es que el congresista Ryan es uno de los políticos republicanos con el voto más consistente en contra del embargo estadounidense a Cuba, desde que arribó a la Cámara de Representantes. Romney considera que tiene la mayoría del electorado cubano-americano de su lado y que puede capear ese temporal.

Desde esa perspectiva, la decisión del que podría ser el futuro presidente estadounidense fue la correcta. En cuanto a la relación con el electorado latino, éste ha decidido luchar sin improvisaciones, desde el firme tradicional republicano, blanco, anglosajón y protestante. No es que Romney no quisiera un hispano en su fórmula, es que sus opciones conllevaban mucho riesgo. El candidato republicano operó desde la premisa realista de que el electorado latino es lo suficientemente sofisticado para no ser guiado a las tiendas republicanas solo por un apellido. Ni el senador de Florida, Marco Rubio, que aunque respaldó la ley anti inmigrante de Arizona, ha tratado de reparar el daño apoyando un proyecto de ley que otorgaría una vía a la legalización de los niños indocumentados; ni la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez, muestra del éxito de la mujer latina conservadora, con una postura más flexible ante la emigración, eran candidatos probados. Martínez está en su primer mandato en el estado. Rubio es risueño, pero tiene varias tarjetas de crédito ardiendo y una historia familiar cada vez mas contradictoria.

La idea de Romney entonces es usar lo que le queda antes de las elecciones para acercarse al electorado hispano: la convención en Tampa, ahora pospuesta. Allí las opciones se reducen a tres: el discurso de los candidatos a presidente y vicepresidente, los espacios para prominentes latinos en la lista de oradores y la plataforma electoral. En cuanto a la plataforma, el balance ideológico de fuerzas dentro del partido republicano impide un movimiento sustancial hacia una reforma migratoria integral, con soluciones para los millones de indocumentados. Con respecto a los discursos, Romney y Ryan deben cuidarse de resaltar el tópico. Sus posturas no son populares entre los electores de varios estados batalla dentro del colegio electoral como Colorado, Florida y Nuevo México.

Queda entonces ofrecer a algún orador hispano un lugar privilegiado bajo la carpa. Los sectores a favor de la reforma migratoria deben concentrarse entonces en  el escrutinio de los oradores hispanos de la Convención, particularmente el senador Rubio. Si los políticos republicanos hispanos quieren jugar el papel que les han dado, tendrán que alinearse con el mensaje de su candidato pero también expresar discrepancias con las tendencias del partido republicano que enajenan el voto de un segmento importante de sus constituyentes, en particular las posturas contrarias a la reforma migratoria que lindan con el racismo.

Ryan y el voto cubano-americano de derecha

Las posturas del congresista Ryan hacia el embargo de EE UU contra Cuba no son un problema mayor para el candidato Romney. Si el bloqueo ha sobrevivido, a pesar de la oposición de casi el 70% de los estadounidenses, es precisamente porque el país vecino no es una prioridad para los votantes, ni para los intereses más poderosos. Cuando Ryan, en 2009, se preguntó: “Si vamos a tener comercio libre con China, ¿por qué no con Cuba?”; solo repitió posiciones expresadas por todos los candidatos vicepresidenciales republicanos tras la guerra fría. Esa fue la postura de Dick Cheney, que argumentó que “las sanciones unilaterales terminan perjudicando nuestras compañías y abriendo terreno a los competidores de otras naciones”. Esa fue también la postura de Jack Kemp, quien dijo: “Si queremos salir de Castro, abramos Cuba al fax, al e-mail y al poder de la libre empresa”.

Pero la selección de Ryan tiene más consecuencias para la bandería a favor del embargo que meramente dejar al senador Rubio con el ramo de flores ante el altar. A Rubio se le ha descompuesto un calendario político que siempre lo favoreció. En 2016, no solo serán los comicios presidenciales, es su campaña de reelección al Senado. Si quiere llegar más lejos que la Cámara Alta, tendrá que escoger. La presencia de Ryan en el ticket presidencial obligará a los partidarios del embargo contra Cuba a hacer algunas acrobacias políticas que deterioren la credibilidad del candidato vicepresidencial. Además de las declaraciones y votos reiterados para levantar los limites al comercio y los viajes a territorio cubano, Ryan apoya la elección de Jeff Flake al Senado por Arizona. Flake es el político republicano más prominente en la oposición al bloqueo de la isla en el Congreso estadounidense.

Los partidarios del embargo no tienen muchas opciones: en los próximos días tendrán que alinearse con la candidatura de Romney. Ryan contribuirá, por acción u omisión, a repartir entre la prensa dócil el cuento de hadas de que fue educado en las últimas horas sobre Fidel Castro y las sanciones. El bloqueo es más una ofrenda que cada cuatro años las campañas políticas traen al sur de la Florida para que un grupo, cada vez menor de exiliados, haga catarsis. Ryan, que es un político inteligente, sabe que no es una política seria pero lo más probable es que emule al gobernador Romney, buscando en Google su posición de hoy, diferente a la de ayer, distinta a la de unos meses atrás.

Quizás no, quizás sí emule al soldado Ryan, del filme de Spielberg, y rechace el rescate, pues debe hacer lo que EE UU necesita. Al menos, como Dick Cheney hizo con Bush, puede decir que discrepa con el candidato presidencial en el tema. Sería más creíble.