Un repaso a las posibilidades y riesgos que implicaría la negociación entre el Gobierno maliense y algunos de los líderes yihadistas del país.

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Iyad Ag Ghali, en el centro. Patrick ROBERT/Corbis via Getty Images

La revolución tuareg de 2012 trajo consigo la explosión del yihadismo en Malí. A pesar de que los grupos terroristas de la zona están vinculados con Al Qaeda (JNIM) o Daesh (EIGS), los líderes de los grupos terroristas del Sahel no vienen de Afganistán ni Irak, sino que son líderes comunitarios, religiosos o jefes de tribus. Por un lado, Iyad Ag Ghali, líder del grupo terrorista de Ansar Dine, perteneciente a la red yihadista JNIM, fue un jefe tuareg que lideró la revolución de los 90 e incluso fue un consejero del cónsul maliense en Arabia Saudí. Por otro, Amadou Koufa, líder de Katiba Macina, perteneciente a la red JNIM, fue una autoridad religiosa y un erudito del Corán. El hecho de que los yihadistas sean locales implica también que están arraigados en sus comunidades y que parte de sus aspiraciones sean locales, a diferencia de los discursos de Daesh que llama a una yihad global.

De hecho, los líderes terroristas conocen a la perfección los problemas sociales de sus comunidades y se aprovechan de ellos adaptando su discurso para captar seguidores. Desde las tensiones intercomunitarias hasta los impuestos, los líderes yihadistas dan una salida a todos los problemas sociales de las comunidades con el islam radical que predican. En las zonas rurales del centro de Malí, oeste de Níger y norte de Burkina Faso, la falta de presencia del Estado y de sus instituciones ha permitido al discurso yihadista penetrar rápidamente en las comunidades que se sienten marginadas y olvidadas. De acuerdo con el experto Adam Thiam, entre sus técnicas, estos grupos se colocan en la posición del Estado proporcionando servicios básicos de seguridad y justicia en lugares donde el Estado ha sido incapaz de hacerlo de manera eficaz debido a la inseguridad y la falta de personal. Gracias a la utilización de esta estrategia, a pesar de los intentos del Gobierno y las fuerzas internacionales de acabar con el yihadismo en Malí, desde 2012, el número de grupos y de ataques terroristas no ha hecho más que aumentar. En 2012, el terrorismo se concentraba en la región del norte del país, con la reciente creación de MUJAO y Ansar Dine, ambos provenientes de la rama de Al Qaeda en el Magreb. En 2020, el terrorismo se ha extendido por el centro de Malí con el surgimiento de Al Mourabitoun y Katiba Macina, en el norte de Burkina Faso con el grupo Ansaraoul Islam y en el oeste de Níger con el Estado Islámico del Gran Sahara en la región fronteriza con Malí.

Tras el golpe de Estado de agosto, el nuevo Gobierno civil está planteándose la posibilidad de negociar con estos líderes yihadistas previamente mencionados para acabar con la espiral de violencia. En el pasado, el ex presidente maliense Ibrahim Boubacar Keïta ...