La policía acordona la zona cercana al puente de Londres tras el atentado terrorista. (Carl Court/Getty Images)

He aquí los beneficios que se obtendrían si se mantuviera con vida a los yihadistas.

En la mayoría de los recientes atentados en Europa, incluidos los últimos ataques en Londres, los terroristas resultaron abatidos a manos de las fuerzas de seguridad, que no encontraron otro modo para que no siguieran matando. Sin embargo, los expertos en terrorismo y seguridad reconocen que siempre es mejor poder interrogar a los autores.

Pieter van Ostaeyen, un investigador belga independiente que se ha convertido en referente europeo del análisis terrorista, opina que las fuerzas del orden tienen “opciones limitadas” a la hora de frenar el ataque de personas que matan indiscriminadamente. La investigadora de terrorismo del Real Instituto Elcano (RIE), Carola García- Calvo, coincide. “Los terroristas yihadistas, cuando van a atentar, están predispuestos a morir como un mártir. No se van a dejar amedrentar fácilmente”, recuerda. Además, en el último caso, sobre el puente de Londres y el mercado de Borough, los tres atacantes llevaban chalecos explosivos falsos, que además de infundir miedo generaban un efecto disuasorio a la hora de disparar sin matar, añade la experta. Para Magnus Ranstorp, director de investigación del Centro para el Estudio de la Amenaza Asimétrica de Suecia, la respuesta de los agentes británicos fue “impresionante”: neutralizaron a los atacantes en solo 8 minutos tras recibir la primera llamada de alerta y abatirlos era la única opción, “porque estaban luchando hasta la muerte”. Pero los chalecos explosivos falsos son una excepción en los ataques y, como subraya el experto sueco, “cada caso tiene su propia dinámica”.

Después de las bombas que dejaron 132 muertos en París y 32 en Bruselas, se volvieron a emplear explosivos en el intento fallido de un suicida en la localidad alemana de Ansbach y en el reciente atentado de Mánchester. Pero en 2016 y 2017 los ataques han sido múltiples y los terroristas se sirvieron de armas blancas o vehículos: Berlín, Niza, Wurzburgo (sur de Alemania)… Ahora la primera ministra británica, Theresa May, ha abogado sin rodeos por “disparar a matar”. Pero, ¿y si dispararan sólo de forma necesaria para reducir o parar a los asesinos? El terrorista de Berlín huyó hasta Italia, donde lo abatieron cuando no estaba atacando. “En la mayoría de los casos, abatirlos es la única opción, pero en este concreto, uno puede argumentar que fue excesivo, quizá no quisieran arriesgarse”, analiza Ranstorp.

El cinturón explosivo de uno de los presuntos cabecillas de los atentados del 13-N en París, Salah Abdeslam, finalmente no explotó. Él aseguró tras su detención unos meses más tarde que había cambiado de opinión. Al camionero de Niza que atropelló mortalmente a una multitud lo pararon unos agentes con disparos a bocajarro a través del parabrisas, pero también hubo ciudadanos que intentaron frenarle subiéndose a la cabina del conductor o incluso dejando caer su moto por delante de sus ruedas… ¿Y si los policías hubieran disparado a las ruedas o a él pero de forma que le hirieran sin matarle? En la pequeña localidad francesa donde un par de hombres degollaron a un cura, intentaron huir utilizando a dos monjas como escudos humanos. Les abatieron.

La preparación policial

El portavoz del Sindicato Unificado de Policía (SUP) de España, Ramón Cosío, admite que en un caso como los atentados de Londres o Niza no ve otra solución que matar a los terroristas, “por la inmediatez” y porque lucharán hasta morir. Pero a la vez revela un aspecto clave: “Nadie tiene esa preparación en el día a día de la calle. No eres un experto tirador; para eso hay cuerpos de élite (como los GEO). Si recibes entrenamiento, no es como en las películas: es realmente difícil no disparar a un órgano vital (de un objetivo en movimiento y en cuestión de segundos)”. Explica que él mismo, con 20 años de servicio en Barcelona, se tuvo que enfrentar a un tiroteo en una ocasión y disparó al “bulto, instintivamente” para frenar al agresor. Tuvo “suerte” y acertó en la mano del atacante. Un policía nacional hace prácticas específicas cada tres meses con su arma, pero solo entre el 2% y el 3% de ellos llegan a usar un arma de fuego a lo largo de su carrera profesional. Sin embargo, incluso en el ataque del hacha en un tren cerca de Wurzburgo, el terrorista también acabó muerto a manos de una unidad especial de intervención de la policía alemana (SEK), que le disparó cuando se enfrentó a los agentes con armas blancas.

Los analistas consultados por esglobal coinciden en no culpar a los agentes, que deben tomar decisiones en fracciones de segundos y bajo una alta tensión para evitar más muertes. Pero García- Calvo admite que el autor de un atentado es “una fuente de información importantísima” para saber más sobre el fenómeno yihadista y su red. Para Van Ostaeyen la mayor clave que se puede obtener de un terrorista islamista que ha cometido un atentado es “hasta qué punto estaba realmente ligado al (autodenominado) Estado Islámico”. Aun así él no cree que las reivindicaciones posteriores del grupo terrorista sean “oportunistas” y estima que en más del 95% de los casos al final se ha demostrado que el vínculo era real.

La policía en España detiene a una mujer marroquí sospechosa de pertenecer a Daesh en España. (Jose Jordan/AFP/Getty Images)

La investigadora del Real Instituto Elcano explica que por lo general en el caso español, los terroristas yihadistas nunca reconocen los hechos en los juicios. Cosío confirma que los interrogatorios policiales son poco efectivos a la hora de extraer información de un terrorista que está dispuesto a morir. Tiene que ser un agente “muy persuasivo” el que pregunte al sospechoso, opina Ranstorp. Pero a la vez todos admiten que siempre puede haber alguien dispuesto a hablar, aunque sea con el paso del tiempo. García-Calvo rememora una ocasión en la que hubo una “sentencia pactada” con una mujer que dio información sobre estrategias y la red de contactos que tenía cuando la detuvieron en su intento de irse a Siria para unirse a Daesh.

El caso Abdeslam

Salah Abdeslam, el terrorista de París arrestado, está guardando un silencio absoluto durante las diversas vistas judiciales a las que ha sido citado desde que entrara en la cárcel. Si bien sus abogados renunciaron a su defensa después de que éste se negara a hablar ante la justicia, durante su primer interrogatorio, sí había confirmado los nombres de los demás autores de los ataques en la capital francesa, entre otros asuntos. Pero al terrorista le enfadó que la Fiscalía diera a conocer datos de aquel interrogatorio tras ser detenido en Bélgica en marzo de 2016, según el diario francés Le Parisien. Y de acuerdo con uno de sus exabogados, Frank Berton, tampoco le gustó nada ser grabado las 24 horas del día en la prisión a la que fue trasladado a las afueras de la capital.

Pero fuera de los tribunales sí ha vuelto a hablar, a través de una carta que escribió a una mujer de identidad desconocida en respuesta a las misivas que ésta le había enviado a prisión. El juez que investiga a Abdeslam en Francia, Christophe Teissier, estimó que el manuscrito, cuyos extractos publicó en exclusiva el diario Libération el pasado enero, resultaba “útil a la manifestación de la verdad” y guardó una copia. En el texto, el terrorista reconocía no avergonzarse de quién es. También pedía a su interlocutora que no lo adorara, pues “el único que merece ser adorado es Alá, el Dios del universo”. La caligrafía del terrorista era pequeña y regular, apuntó además el periódico.

A pesar de todo, el investigador belga Van Ostaeyen se muestra escéptico con el silencio público de Abdeslam y cree que puede tratarse de la versión oficial, de forma que “aún esté cooperando” con la investigación sin que ello ponga en alerta a otros posibles miembros de su red. Además, se espera otra cita ante los tribunales para un caso aparte después del verano en Bruselas, junto a uno de sus presuntos cómplices en Bélgica, Sofiane Ayari. Quizá Abdeslam cambie de estrategia ante la Justicia belga, o Ayari esté dispuesto a hablar.

Ranstorp insiste en que la información que pueda ofrecer un terrorista detenido es limitada, “habitualmente no dicen mucho; dicen más sus huellas, ordenadores… por supuesto siempre es mejor conseguir un interrogatorio (que matarlos)”. Puede ofrecer detalles de lo que sucedió, de su red, de datos específicos. Por otra parte, el experto sueco recuerda que “los terroristas deberían ser juzgados y las sentencias tienen que ser más severas que en los crímenes normales”. 

Recortes versus seguridad

Van Ostaeyen opina que debería invertirse más en la seguridad policial y que los agentes de mayor rango estén especialmente formados en la comprensión de la ideología yihadista. Señala errores al no “seguir más de cerca” a personas fichadas, como dos de los autores del último atentado en Londres; uno de ellos, Khuram Shazad, incluso tenía presuntos vínculos con los atentados de julio de 2005 en la capital británica. En el caso de Reino Unido, May ha recibido duras críticas por recortar la plantilla policial en 20.000 agentes cuando era ministra del Interior.

Cosío apunta a los recortes, que también afectan a España, como otro aspecto relevante para entender la respuesta policial. “Somos 11.000 policías menos de los que tendríamos que estar (y) todavía no hemos conseguido chalecos antibalas para todos (los que somos)”. A finales de 2017, al fin esperan tener 35.000 chalecos para 65.000 policías. “La seguridad está reñida con la austeridad. No es compatible”, subraya el portavoz del sindicato policial mayoritario en nuestro país. Eso sí, destaca el “altísimo” nivel de “compromiso y abnegación” de sus compañeros y no duda de que en caso de darse un atentado como los mencionados en España, los agentes volverían a entregarse para proteger a los ciudadanos.

García- Calvo explica la gran dificultad de frenar a los terroristas actuales: “Lo que enfrentamos ahora son objetivos blandos, lugares con mucha población civil desarrollando actividades normales, lo que lo complica muchísimo”. La investigadora del RIE sugiere mejoras en la aplicación de una metodología de evaluación de riesgos e indica que la formación es “fundamental”: “ahora la policía debe prepararse para afrontar o mitigar esta amenaza”. Pero a su vez apunta a que la propia ciudadanía necesita estar mejor preparada para “saber responder” ante esta nueva situación, una amenaza que continuará durante las próximas dos décadas -calcula Van Ostaeyen- y que no acabará cuando se derrote al movimiento terrorista Daesh.

Matar a los terroristas que atacan en Europa se está convirtiendo en algo habitual, por la inmediatez que requiere reaccionar contra asesinos dispuestos a morir y por la insuficiente formación de los cuerpos de seguridad. Todos los expertos coinciden en que sería mucho mejor que los terroristas siguieran con vida. Así existirían mayores opciones de obtener -por ejemplo- más pistas sobre sus redes, su modus operandi o aprender sobre sus motivaciones. Aunque el silencio sea su respuesta preferida, siempre hay excepciones. Por ellas, y por ofrecerles el juicio justo que defiende el derecho comunitario, debería ser un objetivo a cumplir en la lucha antiterrorista.