Un contrabandista libanés muestra dinero. Oseph Barrak/AFP/Getty Images

Cómo el tráfico de personas que huyen de la guerra y la miseria se ha transformado en un gran negocio.


Traficantes de personas. El negocio de los secuestros y la crisis de los refugiados

Loretta Napoleoni

Paidós, Barcelona, 2016


“Desde el 11-S, el número de secuestros se ha multiplicado exponencialmente al mismo ritmo al que lo han hecho las sumas exigidas como rescate. En 2004, 2 millones de dólares eran suficientes para liberar a un rehén occidental en Irak. En la actualidad, pueden llegar a pagarse más de 10 millones de dólares para ese mismo fin”, escribe la experta en terrorismo Loretta Napoleoni en las primeras páginas de Traficantes de personas. En estos últimos tres lustros cientos de millones de euros se han transferido a las arcas de grupos de secuestradores. Algunos sin reivindicaciones políticas o religiosas –los piratas somalíes, por ejemplo– y otros con actividad salafista yihadista que han encontrado en el negocio de los secuestros un buen modo de financiar sus luchas militares.

Economista de formación, Loretta Napoleoni lleva escribiendo algo más de una década sobre las finanzas de los grupos terroristas internacionales, en especial los relacionados con las órbitas de Al Queda y Estado Islámico, al que dedicó su anterior libro publicado en 2014, El fénix islamista. En este último libro, Napoleoni se centra en el estudio de la financiación de los grupos terroristas, insurgentes y delincuenciales relacionadas con el tráfico de migrantes y los secuestros (principalmente de occidentales). En algunos casos, este negocio ha sustituido a otras actividades delictivas tradicionales –como el contrabando de tabaco en el Sahel– con menores réditos económicos: “Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) se creó, en parte, con los ingresos del contrabando y, en parte también, con el dinero del rescate del primer gran secuestro de extranjeros en la región”. En 2003, una facción escindida del GIA argelino secuestró a 32 extranjeros por los que obtuvieron unos 5,5 millones de dólares.

El cuadro de tráficos ilegales en el Sahel se completa con el tráfico de cocaína procedente de los países bodega de la costa occidental africana y con otro gran negocio que se ha ido consolidando en los últimos lustros: el tráfico de migrantes que recorren las rutas controladas por organizaciones como AQMI.

Napoleoni abre su libro con el ejemplo de AQMI y el Sahel para describir las dinámicas esenciales que, con variaciones, se han desarrollado en otras partes del planeta: principalmente, aunque no sólo, en la ya mencionada Somalia, regiones tribales de Pakistán y algunos países de Oriente Medio, como Irak y Siria.

Por lo que respecta a la industria de los secuestros, Napoleoni coincide con otros analistas del fenómeno al afirmar que la intromisión de los Estados en los procesos negociadores ha distorsionado al alza un mercado que, contra lo que pudiera pensarse, responde a ciertas reglas fijadas por la interacción económica de compañías de seguros internacionales, negociadores profesionales y grupos de secuestradores. La autora presenta las historias ...