
La provisión de información sobre la incidencia del delito es clave a la hora de reducir el miedo al crimen en aquellos casos en que las percepciones no se condicen con la ocurrencia real de dicho fenómeno. Esto podría prevenir conductas que afectan negativamente el bienestar de la población.
Los costos del crimen sobre el desarrollo y bienestar no solo dependen de los efectos directos de la delincuencia sobre la salud y el patrimonio de las víctimas, sino también de decisiones que las familias toman a partir de su percepción de la probabilidad de ser sujetas a este problema aun cuando nunca lo hayan sufrido directamente. Es por ello que resulta importante medir y evaluar los determinantes de estas percepciones o del miedo al crimen.
La percepción de inseguridad puede medirse como el porcentaje de la población para el cual el crimen es su principal preocupación. Según la encuesta CAF 2013 este porcentaje es casi 24%, superior al porcentaje de los encuestados que indicaron como principal preocupación la pobreza (13,0%), los servicios de salud deficientes (12,5%) y el desempleo (9,2%).
Si bien un determinante de la percepción de inseguridad está vinculado a que la persona o alguien de su entorno cercano haya sido victimizado, no hay una perfecta correlación entre ambas variables. En la encuesta CAF 2013, por ejemplo, el promedio de los encuestados estimó que el porcentaje de hogares víctimas de algún delito en su ciudad fue 47%, mientras que la tasa de victimización real fue, en promedio, mucho menor (27%).
La percepción de inseguridad puede estar relacionada con factores distintos al crimen realmente ocurrido, como, por ejemplo, el grado de cobertura en los medios, la confianza en las instituciones policiales y la disponibilidad de información estadística creíble. Si eso ocurre, la política de seguridad debe contemplar también estos factores.
¿Son realmente estos otros determinantes de la percepción de inseguridad cuantitativamente relevantes? Una hipótesis que se podría plantear es que deficiencias informativas sobre el alcance real de este fenómeno podrían llevar a magnificar las percepciones, pues la población podría formar sus predicciones sobre la base de información parcial y sesgada, usando como fuentes la incidencia del crimen entre sus familiares y amigos, o la cobertura periodística recibida por ciertos hechos delictivos.
Para evaluar en qué grado la provisión de información estadística confiable sobre crimen podría modificar las percepciones de inseguridad en las ciudades de América Latina, a través de la encuesta CAF 2013, se realizó un ejercicio experimental que consistió en proporcionar información sobre el nivel y la evolución del delito a un subgrupo de hogares elegidos al azar en cada ciudad de la encuesta. En particular, la muestra de hogares se dividió en tres grupos: un tercio de los encuestados recibió información sobre la tasa de victimización en su ciudad procedente de la encuesta CAF del año previo; otro tercio recibió información no solo sobre el nivel sino también sobre la evolución de la tasa de victimización en los últimos ...
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