Mientras EE UU sigue cuestionando el fenómeno del cambio climático,

las compañías de seguros lo consideran una realidad. ¿Por

qué? Porque también el mercado lo hace. Según Matthew

Patterson, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Ottawa

(Canadá), "la capacidad de las aseguradoras para predecir el riesgo

es dudosa" porque el tiempo es impredecible. Y es mucho lo que está en

juego: las catástrofes medioambientales, en los años críticos,

han costado a las compañías de seguros más que los 21.000

millones de dólares de los atentados del 11-S.

La industria (cuyos ingresos, si se midieran como el PIB, equivaldrían

a la cuarta economía mundial) ha respondido apostando por una acción

global sobre el cambio climático y por la investigación. Una

de las empresas líderes, Swiss Re, ha copatrocinado un informe sobre

cambio climático, y la aseguradora británica Aviva avala un premio

a la investigación en este ámbito.

Otros sectores, como el del petróleo o el gas, son más escépticos,

pero también hacen lobby. Andrew Dlugolecki, del británico Centro

para la Investigación sobre el Cambio Climático, señala

que las aseguradoras frenan los esfuerzos de los grupos de presión empresariales

en las conferencias internacionales sobre este tema: recurren a mecanismos

como elevar los precios de las primas de las estructuras costeras en peligro

debido al aumento del nivel del mar.

Pocos gobiernos escuchan, sin embargo. Después de la presión

de la Asociación de Aseguradoras Británicas, Londres destinó recientemente

una partida de 150 millones de euros anuales para mejorar las defensas fluviales.

Pero quienes se preocupan por el calentamiento global dudan de que las acciones

de un gobierno o una industria sean suficientes para frenar la creciente marea

global.

Mientras EE UU sigue cuestionando el fenómeno del cambio climático,

las compañías de seguros lo consideran una realidad. ¿Por

qué? Porque también el mercado lo hace. Según Matthew

Patterson, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Ottawa

(Canadá), "la capacidad de las aseguradoras para predecir el riesgo

es dudosa" porque el tiempo es impredecible. Y es mucho lo que está en

juego: las catástrofes medioambientales, en los años críticos,

han costado a las compañías de seguros más que los 21.000

millones de dólares de los atentados del 11-S.

La industria (cuyos ingresos, si se midieran como el PIB, equivaldrían

a la cuarta economía mundial) ha respondido apostando por una acción

global sobre el cambio climático y por la investigación. Una

de las empresas líderes, Swiss Re, ha copatrocinado un informe sobre

cambio climático, y la aseguradora británica Aviva avala un premio

a la investigación en este ámbito.

Otros sectores, como el del petróleo o el gas, son más escépticos,

pero también hacen lobby. Andrew Dlugolecki, del británico Centro

para la Investigación sobre el Cambio Climático, señala

que las aseguradoras frenan los esfuerzos de los grupos de presión empresariales

en las conferencias internacionales sobre este tema: recurren a mecanismos

como elevar los precios de las primas de las estructuras costeras en peligro

debido al aumento del nivel del mar.

Pocos gobiernos escuchan, sin embargo. Después de la presión

de la Asociación de Aseguradoras Británicas, Londres destinó recientemente

una partida de 150 millones de euros anuales para mejorar las defensas fluviales.

Pero quienes se preocupan por el calentamiento global dudan de que las acciones

de un gobierno o una industria sean suficientes para frenar la creciente marea

global.