Tras una estancia corta en nuestro país, Graeme Wood (‘Los Estados del limbo’, febrero/marzo de 2010) descalificó a Abjasia como un país “falso”, lleno de “funcionarios con corbatas”, cuyo idioma es un auténtico “espectáculo lingüístico”. El tono frívolo de Wood muestra una falta de respeto hacia nuestra población e historia. Su manera de deformar Abjasia, en su pasado y en su presente, es totalmente decepcionante y desalentadora.

El 12 de diciembre, con una asistencia a las urnas del 73%, 100.740 abjasios votaron a su presidente del Ejecutivo. El presidente Sergei Bagapsh fue reelegido con un 59,4% de los votos en una campaña muy competida, declarada justa y libre de fraude tanto por observadores internacionales como por organizaciones no gubernamentales locales.

Éstas son las terceras elecciones presidenciales llevadas a cabo en mi país desde que obtuviera la independencia de Georgia en una guerra sangrienta, hace 16 años. A pesar de las hostilidades de nuestro vecino, Abjasia está intentando reconstruir los hospitales y colegios derruidos durante la guerra, y reescribiendo su legislación para cumplir con los estándares internacionales.

Estamos ampliando nuestras relaciones con países como Rusia y Turquía, modernizando nuestra industria en el sector del turismo para que los visitantes a las Olimpiadas de Sochi en 2014 puedan disfrutar de nuestras playas, y reconstruyendo bibliotecas para que, así, las próximas generaciones tengan una visión histórica y podamos evitar los errores del pasado.

Estoy de acuerdo con Wood en una cosa: no se ha creado un método satisfactorio para determinar la legitimidad de un país tras la guerra fría.

Aún así, mientras el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya debate sobre la legitimidad de los marcadores que otorgan categoría de Estado, la población de Abjasia ha sacrificado su vida y su sustento por la independencia, y entiende que ya ha asumido su responsabilidad como nación. Apreciamos esa oportunidad. Esperamos que algún día Wood vuelva a nuestro país con una mente abierta y con disposición de ver lo que estamos creando: una nación, indivisible, con libertad y justicia para todos.

  • Nadir Bitiev
    Presidencia de la República de Abjasia, Sukhum, Abjasia

 

Agradezco el análisis de Graeme Wood sobre los llamados “Estados del limbo”, pero me temo que su artículo se quedará en una serie de bocetos muy coloridos de amena lectura. Sus referencias a los países “falsos” y “aspirantes a Estados” parecen estar escritas en tono irónico, pero debilitan el importante papel llevado a cabo por los denominados de manera más correcta “Estados de facto”.

La contribución real que realizan los Estados de facto al buen gobierno y a la democracia, tanto de forma regional como en sus propios territorios, va más allá de la producción de figuritas con banderas para el escritorio. La descripción simplista de los somalíes que “mueren por su tierra y por sus espaguetis” no sólo no hace progresar nuestra comprensión del problema, sino que, aún peor, existe el riesgo de que nos creamos falsas percepciones.

Resulta decepcionante la poca atención que se le ha dado al hecho de que muchos Estados de facto viven en una democracia más vehemente y cuentan con mayor responsabilidad constitucional que muchos países miembros de Naciones Unidas. Este punto del artículo corresponde a Maxim Gundjia, ministro de Exteriores de Abjasia, al referirse a la calidad de vida en Afganistán.

Deberíamos preguntarnos por qué existe tanta reticencia, en un mundo globalizado, a ampliar las Naciones Unidas por encima de sus 192 Estados actuales. Después de todo, es una comunidad de naciones y, si así se hiciera, significaría la democratización del sistema internacional.

El artículo de Wood se añade a los estudios sobre los Estados de facto, y esperemos que no sea su último artículo sobre este tema. Nos hubiera gustado que se moviera en algún terreno más novedoso, pero de todas maneras es importante asegurarse de que el propio debate sobre el futuro sistema global no se mantenga en un Estado de limbo.

  • Marino Busdachin
    Secretario General, Organización de Naciones y Pueblos No Representados, La Haya, Holanda

 

Graeme Wood responde:

A Nadir Bitiev y a Marino Busdachin les gustaría que me tomara a los Estados del limbo más en serio. Les aseguro que suelo tratar a países más estables con igual o mayor indiferencia en mis artículos, y que la experiencia me dice que la falta de capacidad para saber acoger una pequeña burla es una muestra de que un país es un recién llegado. Debo corregir una impresión falsa. Bitiev asume que mi descripción del idioma de Abjasia está escrita con malicia, cuando de hecho es envidia lo que siento. Me gustaría poder hablar un idioma tan excéntrico como el suyo. El idioma de Abjasia (que por cierto, ha producido grandes obras literarias, algunas de ellas traducidas) tiene 67 consonantes y sólo una vocal, lo que supone una de las mayores proporciones sesgadas de cualquier lengua. Como muchos Estados del limbo, Abjasia fue creada en un momento de conflicto étnico, en este caso relacionado con el temor comprensible de los abjasios de ocupar un segundo plano en Georgia. Parte del orgullo étnico es el orgullo lingüístico, por lo tanto puedo entender los motivos de irritación ante este asunto. Pero me gustaría animar a los abjasios a comprender la singularidad de su lengua, como he hecho yo en mis intentos fallidos de aprender el idioma.