Alemania busca un socio fiable, con personalidad y dispuesto a aportar ideas.

 









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España ha perdido mucho tiempo diplomático en los últimos tres años. Precisamente en tiempos de máxima incertidumbre financiera y de enorme tensión política, Madrid se ha permitido el lujo de no mantener bien lubricados los lazos con la Cancillería, el ministerio de Exteriores y el departamento de Finanzas de la República Federal. Las últimas cumbres bilaterales han sido breves e insustanciales e incluso algún año ni siquiera se han celebrado “por dificultades para cuadrar agendas”. Para complicar un poco  más las cosas, Mariano Rajoy, el candidato a la presidencia del Partido Popular, al que todos los sondeos presentan como el próximo ocupante del Palacio de la Moncloa, es un perfecto desconocido para la élite política y empresarial alemana.

En los últimos tres años Rajoy ha visto a Angela Merkel en dos ocasiones. Una vez, en una breve visita de cortesía a Cancillería, hace tres años y en el marco de una reunión del Partido Popular Europeo en Berlín. La segunda vez, el pasado mes de abril, en un encuentro destinado a garantizar a Merkel que España era un socio fiable y que con un futuro gobierno del PP se continuaría por la senda de reformas que nos exige Europa. En ninguno de los dos encuentros la prensa pudo constatar in situ si el entendimiento entre ambos líderes había sido el puramente protocolario o si existía sintonía personal y política. Sí resultan significativos dos detalles: en la conferencia que Mariano Rajoy pronunció en la Fundación Konrad Adenauer (KAS) de la CDU después del encuentro con Merkel no estuvo presente ni el presidente de la KAS, Hans-Gert Pöttering, ex presidente del Parlamento Europeo, ni ningún miembro destacado de la democracia cristiana alemana. Segundo detalle: a pocos días de la celebración de elecciones generales en España, la mencionada Fundación Adenauer no tiene ningún experto o analista dispuesto a hablar de la figura política de Mariano Rajoy, según ha podido constatar esta corresponsal.

El nuevo gobierno de España no puede continuar con esta política de no presencia o de escasa presencia en Alemania. El mantra oficial que se repite una y otra vez es que las relaciones bilaterales son buenas. Pero probablemente tan buenas como con Malta o con otro país sin peso en Europa. Sin apenas roce y, en consecuencia, sin apenas tensiones. En momentos en los que se está hablando de una casi inevitable división de Europa el futuro gobierno de España no puede seguir asumiendo el papel de socio servil, silencioso e irrelevante. Tiene que recuperar el tiempo perdido y Rajoy debería ser fiel a lo que dijo en su debate televisivo con Rubalcaba: “nos hemos olvidado de Europa… Europa debe tener de nuevo un papel importante en nuestra política exterior”. Bien es verdad que tampoco dio muchos más detalles acerca de cuál es su visión personal de ...