
El liderazgo regional de Irán pasa por la necesaria modernización de su economía, que cuenta con grandes recursos energéticos pero también tiene importantes desafíos por delante. Las tensiones sectarias y la pugna por la hegemonía regional entre Teherán y Riad presentan un escenario futuro marcado por la inestabilidad.
Ha pasado un año desde la firma del acuerdo nuclear entre el grupo P5+1 (EE UU, China, Rusia, Francia, Reino Unido, Alemania y la UE) con Irán, y sobre sus resultados no pesa el escrutinio mundial bajo el que sí estuvieron las negociaciones. El acuerdo, conocido como Plan de Acción Comprensivo Conjunto (JCPOA, en sus siglas en inglés), levantó entonces uno de los debates internacionales más encendidos, extensos e interesantes de los últimos años.
Los detractores del acuerdo argumentaron que gracias al levantamiento de sanciones Irán emergería como la nueva potencia hegemónica en Oriente Medio y potenciaría sus actividades más repudiables: la financiación del terrorismo −según el Departamento de Estado, el régimen iraní ha sido el principal patrocinador del terrorismo en el mundo desde 2012, información que secundan, entre otros, el Clarion Project, una organización que lucha contra el extremismo islámico y promueve el diálogo−, las violaciones de derechos humanos −en el último año Irán ha ejecutado a más personas que ningún otro país de la ONU y ha alcanzado su cifra más alta en 25 años−, o su implicación directa en los conflictos regionales que asolan Oriente Medio −Siria y Yemen− en los que, indirectamente, se enfrenta a Arabia Saudí, también activa en estos conflictos. En este sentido, el JCPOA sólo buscaba frenar el programa nuclear de Irán. Nada más. Los efectos beneficiosos, resaltados por los defensores del acuerdo, estarían relacionados con la normalización de las relaciones con Occidente, el fin de la proliferación nuclear en la región y la diplomacia como nueva vía de resolver los problemas de Oriente Medio como posibles efectos secundarios a medio plazo.
Indudablemente, durante los próximos 15 años, plazo del compromiso alcanzado en el acuerdo, Irán va a ser un país clave en el futuro de Oriente Medio, de acuerdo con el análisis del general israelí Amos Yadlin. Irán pugnará con los países suníes, con Arabia Saudí a la cabeza, por la hegemonía en la región, modernizará su economía, continuará con su agenda política e, internamente, vivirá una lucha de poder entre la línea dura y la línea moderada del régimen.
Hegemonía geopolítica: otra vez, suníes contra chiíes
Si leemos el preámbulo de la Constitución revolucionaria de 1979, la República Islámica de Irán nació con aspiraciones globales: “[La Constitución] proporciona la base necesaria para asegurar la continuación de la revolución [islámica] en casa y en el extranjero […] La Asamblea de Expertos elabora esta Constitución con la esperanza de que este siglo será testigo de la creación de un gobierno santo universal y la caída de todos los demás”; uno de los objetivos de su ...
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