Austria, Viena, Michaelerplatz, Carruaje de caballos frente al complejo palaciego de Viena Hofburg. (Foto de: Education Images/Universal Images Group vía Getty Images)

Conocer la historia y a los intelectuales del Imperio Austro-húngaro nos sirve para ver con una nueva perspectiva los retos a los que se enfrenta la Unión Europea. 

Para muchos lectores de hoy en día, el Imperio Austro-húngaro ha quedado en la memoria colectiva, simplemente, como uno de los poderes europeos que cayeron tras la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, el Imperio de los Habsburgo se enfrentó a retos que no son tan distintos a los que debe gestionar la Europa actual. El multiculturalismo, la desafección política, los enfrentamientos geopolíticos o la tensión imperio-naciones son temas que estaban candentes en la época Habsburgo. Leer libros sobre ese momento puede ayudarnos a ver con una nueva perspectiva los retos que la Unión Europea enfrenta actualmente.

The Habsburg Empire: A New History, de Pieter M. Judson. La historiografía de la Guerra Fría sobre el Imperio Austro-húngaro repitió durante décadas la tesis de que era una “prisión de naciones” destinada a explotar. Sin embargo, los historiadores actuales que tratan la época Habsburgo, como Judson, revelan una imagen bastante diferente. El Imperio Austro-húngaro, en comparación con el resto de potencias, apostó por un fuerte pluralismo y la defensa de las minorías, muchas de las cuales daban un entusiasta apoyo al Imperio. Por ejemplo, los judíos alcanzaron una igualdad de derechos inconcebible en otras partes de Europa. Las minorías más marginadas utilizaban su patriotismo hacia los Habsburgo para luchar por más derechos políticos y lingüísticos. La sociedad multiétnica gobernada por los Habsburgo sirve como ejemplo para una Europa actual cada vez más multicultural, ya sea por los procesos migratorios que llevan en marcha décadas o las más recientes oleadas de refugiados. También sirve de argumento contra los que aseguran que una Europa multiétnica es sinónimo de decadencia y violencia: precisamente, las guerras y limpiezas étnicas en Europa Central se produjeron cuando cayó el pegamento común que representaba el Imperio Habsburgo. El caso de la Bosnia musulmana, incorporada en el Imperio Habsburgo, también es un precedente de comunidad islámica integrada en un proyecto supranacional europeo.

El Danubio, de Claudio Magris. En este atípico libro de viajes, lleno de referencias literarias e históricas, el autor traza lo que sería una descripción de la civilización danubiana, que, en buena parte, coincide con el territorio que ocupaba el Imperio Austro-húngaro. De hecho, Magris es de Trieste, ciudad italiana que formó parte del Imperio Habsburgo. La creación de esta identidad supranacional danubiana, formada por múltiples influencias, suena parecida a la identidad común que Europa busca forjar desde hace décadas. El libro sirve para entender que un sentimiento de pertenencia común se forma de manera mucho más orgánica desde la pluralidad que desde la homogeneización. En el caso de la UE, donde su propia existencia depende del compromiso de los Estados miembros con el proyecto europeo, garantizar este equilibrio entre pluralidad nacional y sentimiento común es todavía más importante. La obra de Magris, además, deja claro que hay cosas que aprender del carácter escéptico, moderado y conservador que representaba el Imperio Austro-húngaro, en contra de las ansias expansionistas y dogmáticas que encarnaban Prusia o Francia.

Unas jóvenes se sientan bajo el monumento al emperador Francisco II en el patio del Hofburg Kaiserappartements, el 28 de junio de 2016 en Viena, Austria. (Foto de Richard Baker / In Pictures vía Getty Images Images)

El mundo de ayer, de Stefan Zweig. Este libro es, seguramente, la lectura obligatoria que se debería implantar en todos los institutos de Europa para fomentar el sentimiento europeo y el deseo de recorrer el continente. Si hay una obra que represente el espíritu del “Erasmus” son estas memorias de Zweig: no es casualidad que sea un libro que hable de su juventud en el Imperio Austro-húngaro, una entidad en la que, como en la UE, los ciudadanos podían viajar libremente entre naciones sin el freno de fronteras internas. El cosmopolitismo y la idea europea de Zweig, en el fondo, están marcadas por el proyecto pluralista Habsburgo que conoció desde niño: viajar en un tren que no conoce confines o debatir eternamente en un café frente a montones de periódicos eran los símbolos de la Europa de Zweig. Que hoy en día le recordemos más como un autor europeo que uno austro-húngaro ejemplifica, claramente, el carácter continental que alcanzó el Imperio de los Habsburgo. También es un triunfo del proyecto europeo que cada vez más jóvenes tengan la oportunidad de recorrer el continente y traben amistades paneuropeas al estilo de Zweig.

La cripta de los capuchinos, de Joseph Roth. En esta novela de Roth, los personajes dan por sentado los beneficios, derechos y existencia permanente del Imperio Austro-húngaro, adoptando una actitud frívola y una desafección irresponsable hacia las instituciones. Cuando el Imperio Habsburgo cae, la lección es clara: vivíamos bien y no lo sabíamos. En esta novela podemos ver fuertes paralelismos, no con las corrientes euroescépticas contra la Unión Europea, sino con aquellos ciudadanos y fuerzas políticas que dan por sentada la inmortalidad de la UE y que creen que los beneficios y derechos que de ella se derivan han aparecido de la nada. La obra también advierte que, cuando caen estas estructuras supranacionales, los más perjudicados suelen ser las clases y grupos más desfavorecidos, bien representados por un Roth que había nacido en la región periférica ucraniana de Galitzia. Un proceso similar pasa con los Estados de Europa Oriental más recientemente incorporados en la Unión, donde la comparativa entre el antes y el después es mucho más clara y, por tanto, también su optimismo, compromiso y necesidad del proyecto europeo.

La Viena de fin de siglo, de Carl E. Schorske. Esta obra de referencia sobre las relaciones entre cultura y política analiza cómo en la Viena de los Habsburgo se desarrollaron movimientos intelectuales, políticos, artísticos y literarios que marcarían la Europa del siglo XX. Viena, en esa época, fue una ciudad que combinó la aparición del psicoanálisis de la mano de Freud, el uso moderno del antisemitismo político  a través de Karl Lueger, o el radicalismo en pintura vía Gustav Klimt. En concreto, esta explosión en el campo de las artes fue posible por un ecosistema económico en el que la burguesía vienesa vio que, para parecerse a la aristocracia tradicional, el mejor camino para aumentar su prestigio era financiar la cultura y codearse con pintores, músicos y escritores famosos. Un paradigma que contrasta con la Europa actual en la que el Estado, mayoritariamente, ha asumido el papel de financiador de la cultura, y en el que la burguesía apuesta por otros ámbitos, como el humanitario o científico, para ganar capital social.

Un oficial de policía se ve a través de la bandera de la UE durante las celebraciones del Día Nacional de Hungría, que también conmemora la Revolución Húngara de 1848 contra la monarquía de los Habsburgo, en Budapest, Hungría, 15 de marzo de 2016. (Foto de Arpad Kurucz/Anadolu Agency/Getty Images)

Los días contados, de Miklós Bánffy. Esta obra es la primera parte de la “trilogía transilvana” de Bánffy, escritor pero también noble húngaro, ex ministro y diplomático que vivió en primera persona los momentos más críticos del Imperio Austro-húngaro. Ese es el telón de fondo de esta novela: aunque los personajes buscan el amor, la identidad o el rumbo de sus vidas, lo hacen en un trasfondo de tensiones cada vez mayores entre Viena y Budapest, las dos capitales de la monarquía bicéfala del Imperio Austro-húngaro. Bánffy representa en su obra los conflictos entre la entidad supranacional que encarnaba el Imperio (Viena) y la nación que representaba Budapest (Hungría). Pero también el creciente populismo y demagogia que floreció en el parlamento de la capital húngara. Viéndolo desde la Hungría actual de Viktor Orbán, el ejemplo más paradigmático de estado en conflicto con Bruselas y a la vez buque insignia del populismo europeo, todo ello parece premonitorio. 

The Grand Strategy of the Habsburg Empire, de A. Wess Mitchell. Durante su existencia, el Imperio Habsburgo tuvo que enfrentarse a una situación geopolítica desfavorable: estaba rodeado por los cuatro costados por potencias rivales y era más débil que ellas. Prusia, Francia, Rusia y el Imperio Otomano tenían, en general, un ejército más avanzado, mayor cantidad de soldados y una estructura más centralizada de la que poder extraer recursos. Viena, sin embargo, tenía que negociar constantemente con Hungría para conseguir soldados y no paraba de tener problemas económicos para financiar la guerra. ¿Cómo consiguió sobrevivir? Según Mitchell, los Habsburgo crearon la mejor estrategia militar de Europa, que utilizaba los recursos limitados que tenían (geografía, fortalezas, alianzas) para conseguir el objetivo último de sobrevivir como potencia. Incluso en la época de Metternich posterior a las guerras napoleónicas, a pesar de no ser para nada la potencia más poderosa de Europa, el Imperio Habsburgo se supo posicionar de manera estratégica para controlar el destino del continente. Ahora la rivalidad UE, que no puede competir con el poderío de un Estados Unidos o una China, podría prestar atención al gran impacto que, contra pronóstico, consiguió una potencia menor como el Imperio Habsburgo. Es más: la Viena de Metternich, después de la depredación de Napoleón, se erigió como defensora de los pequeños estados de Alemania e Italia frente a potencias agresivas y revisionistas como Francia y Prusia, un papel similar al que está jugando ahora la UE frente a Rusia en Ucrania.