Cerrar Guantánamo suena fácil cuando se cuenta con el apoyo de, digamos, una gran parte del mundo. Pero, como explica a FP Matthew Waxman, antiguo funcionario del Pentágono [Departamento de Defensa estadounidense], no es tan sencillo como Barack Obama cree.

 

Tan pronto como Obama fue elegido presidente, empezaron a llegar las peticiones: “Cierre la prisión de la Bahía de Guantánamo”. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos, los expertos, los aliados de EE UU y muchos miembros del Congreso apoyan la idea, que será, al parecer, una de las mayores prioridades de la agenda de la nueva Administración. “He dicho en repetidas ocasiones que quiero cerrar Guantánamo y lo haré”, aseguró Obama a Steve Kroft el 16 de noviembre en el programa de televisión 60 Minutes. “He dicho en repetidas ocasiones que EE UU no tortura, y me voy a asegurar de que no torturemos. Estas medidas son parte imprescindible de una determinación para recuperar la talla moral de EE UU en el mundo”.

Brennan Linsley/AFP/Getty Images

¿El ocaso de Guantánamo? Cerrar la prisión no va a ser una tarea fácil para Barack Obama.

Pero cerrar Guantánamo no será una tarea fácil. De las 255 personas aún encarceladas en la base militar, 23 están acusados de varios delitos. Trasladar a los prisioneros a territorio estadounidense podría resultar discutible y legalmente complicado. Para resolver estos problemas, la redactora de FP Elizabeth Dickinson ha hablado con Matthew Waxman, ex subsecretario adjunto de Defensa para la población reclusa. Waxman, que inauguró el cargo, fue nombrado tras el incidente de Abu Ghraib, en 2004, para asesorar al entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Sólo alrededor de un año más tarde, Waxman dejó el puesto y entró en el Departamento de Estado, después de haber luchado sin éxito para que la protección de la Convención de Ginebra se extendiera a todos los detenidos acusados de terrorismo.

Foreign Policy: En Estados Unidos y en todo el mundo, muchas personas esperan que una de las primeras medidas de Barack Obama como presidente sea el cierre de la cárcel de la Bahía de Guantánamo, pero parece que no será tan sencillo. ¿Qué problemas legales podrían retrasar la clausura.

Matthew Waxman: El presidente [electo] Obama puede anunciar con rapidez su intención de cerrar Guantánamo, pero yo no apostaría por que lo haga de un día para otro. Los obstáculos operativos son, entre otros: una labor diplomática con los Estados de origen de los prisioneros con la idea de poder trasladar o liberar a algunos de ellos con las suficientes garantías de seguridad, así como de que recibirán un trato humano. Y hay temas logísticos que tienen que ver con dónde se encerrará a los prisioneros y cómo se les custodiará. En cuanto a los presos [de Guantánamo] que queremos mantener detenidos, es de suponer que serán encarcelados en Estados Unidos.

Otra cuestión es delinear las bases legales sobre las que debería continuar el internamiento de los prisioneros. Básicamente hay tres posibilidades. Podemos encausarlos en tribunales estadounidenses, retenerlos como combatientes enemigos o conseguir que el Congreso vuelva a autorizar su prisión preventiva. Cada una de estas opciones tiene subdivisiones. Por ejemplo, en caso de procesamiento de uno de los presos, ¿hay que acudir a la vía penal federal, emplear tribunales militares, comisiones militares o hay que ir al Congreso a pedirle que cree nuevos tribunales? No espero que la Administración de Obama tome decisiones firmes en estos asuntos hasta que haya tenido oportunidad de revisar los casos y decidir quiénes pueden ser llevados ante la justicia.

FP: En un artículo para ForeignPolicy.com, Peter Bergen y Ken Ballen escribieron que “la mayoría de los presos [de Guantánamo] nunca han supuesto un verdadero peligro para Estados Unidos, por la sencilla razón de que, en primer lugar, la inmensa mayoría de ellos no fueron nunca combatientes enemigos”. ¿Qué opina de esta aseveración?

MW: No tengo ninguna duda de que algunos individuos que fueron encerrados en Guantánamo no deberían estar allí, pero también creo que a otros presos se les puso en libertad porque se pensaba que no constituían ninguna amenaza y aquella conclusión resultó ser incorrecta. Sin duda, hay algunas personas extremadamente peligrosas, incluidos algunos de los cerebros de Al Qaeda, como Jalid Sheij Mohamed, pero también hay otros que suponen amenazas menos graves e incluso que no constituyen ninguna peligro serio para EE UU y que deberían ser devueltos [a sus países].

FP: Si yo estuviera presa en Guantánamo, ¿cuál sería mi situación legal? ¿Qué derechos tendría?

MW: Los internos son retenidos como combatientes enemigos en un conflicto armado en curso. Según el Gobierno de EE UU, pueden permanecer detenidos hasta el fin de las hostilidades con Al Qaeda. Desde la sentencia del Tribunal Supremo en el caso Boumediene et al. contra Bush, ha quedado establecido que los presos de Guantánamo tienen el derecho constitucional de hábeas corpus -en otras palabras, pueden impugnar los fundamentos legales y las condiciones de su encarcelamiento en los tribunales federales [estadounidenses].

Muchos prisioneros disponen de abogados en este punto. Hay cientos de hábeas corpus en curso -la lucha en los tribunales es muy activa en estos momentos en el campo de las impugnaciones individuales. Si [los presos] fueran trasladados a EE UU, estos pleitos simplemente seguirían adelante. Si se les procesara o se les retuviera de acuerdo con nuevas disposiciones legales, casi con seguridad, se crearían nuevos fundamentos para procesos de hábeas corpus, pero éstos tendrían que volver a presentarse en los tribunales para impugnar los encarcelamientos.

FP: Si algunos de los prisioneros son juzgados en tribunales estadounidenses -personas como Jalid Sheij Mohamed-, ¿hasta qué punto serían válidas sus declaraciones, obtenidas mediante procedimientos tales como el ahogamiento simulado?

MW: Uno de los temas que, con gran probabilidad, surgirá cuando lleguen los juicios de los internos de Guantánamo será la acusación de malos tratos y torturas por parte del personal estadounidense. Y los procesos judiciales no sólo sacarán a la luz el comportamiento de EE UU en el pasado, sino que éste hará imposible que se logre una condena en algunos casos.

FP: Si Guantánamo se cierra, ¿qué opciones recomendaría al presidente electo Obama para estructurar la detención y confinamiento de los futuros sospechosos de terrorismo?

MW: Hay que destacar un punto: el problema de Guantánamo va más allá de los alrededor de 250 individuos encerrados allí en este momento. Estados Unidos seguirá capturando, encerrando e interrogando a sospechosos de terrorismo durante mucho tiempo. Y hay una cuestión más importante que la de si se les confinará en Guantánamo o no, y es una cuestión de potestad legal. ¿Con qué bases legales y según qué normas Estados Unidos podrá retenerlos? Éste es un asunto de enorme importancia que tendrá que resolver el nuevo presidente. Una de las lecciones más importantes de la era Bush es que la respuesta a esta pregunta tendrá que decidirse consultando al Congreso y a los aliados de EE UU.

FP: ¿Cómo describiría el legado de la Administración Bush en cuanto al sistema de detenciones? ¿Qué hizo bien y qué hizo mal? Desde un punto de vista legal, ¿terminó por minar sus propios esfuerzos?

MW: Un error estratégico de la Administración Bush justo después del 11-S fue conceder demasiada importancia a la flexibilidad operativa e infravalorar la legitimidad. Interpretó la legalidad de modo que pudiera maximizar la libertad del Gobierno para encerrar e interrogar sin reconocer los peligros que esto entrañaba para la cooperación de la coalición, para la reputación de EE UU en el extranjero y para los principios legales que Estados Unidos defiende y promueve.

FP: Parafraseando a su antiguo jefe, Donald Rumsfeld, ¿están generando las políticas de detención de Washington más terroristas de los que logran eliminar?

MW: Es imposible saberlo. Por un lado, estas políticas desempeñan un papel importante en la neutralización de amenazas y en la obtención de información crucial. Sin embargo, las encarcelaciones poco claras o la percepción de que se cometen abusos contra los detenidos han dado munición a nuestros enemigos, sin duda, y han socavado el apoyo a las operaciones estadounidenses por parte de quienes más importan. Mirando hacia el futuro, la tarea más importante para la nueva Administración es volver a diseñar las políticas de detención para mitigar todos estos peligros.

 

Matthew Waxman es profesor asociado en la Escuela de Derecho de Columbia (EE UU) e investigador principal adjunto para legislación y política exterior en el Council on Foreign Relations. Fue subsecretario adjunto de Defensa para la población reclusa en 2004 y 2005.

 

 

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