Rebiya Kadeer, la líder uigur en el exilio, denuncia la guerra desatada por China y pide al mundo que proteja a su pueblo.

 

En otro tiempo fue una próspera mujer de negocios y miembro de un consejo estatal. Pero su firme denuncia de la violencia contra los uigures y las políticas represivas del Gobierno chino desembocó en una condena a dos años de cárcel y, al final, el exilio en Estados Unidos. Hoy es la voz de los uigures, encabezando un órgano mundial representativo y presionando a los gobiernos extranjeros para que les apoyen.

Paul Richards/AFP/Getty Images

Pekín ha acusado a Kadeer de fomentar la violencia étnica que agitó Xinjiang en julio y desató una dura acción represiva del Gobierno. En esta entrevista, habla de las relaciones en la conflictiva región y pide al mundo que proteja a la minoría uigur.

En la entrevista, Zubayra Shamseden hizo de intérprete. El contenido ha sido ligeramente editado por motivos de longitud y claridad. He aquí los extractos:

Foreign Policy: ¿Participó en los disturbios de Xinjiang? ¿Qué responde ante la insistencia de China de que usted ayudó a fomentarlos?

Rebiya Kadeer: No. Soy la voz de esta gente y quiero la paz. El [Congreso Uigur Mundial] y yo llevamos trabajando desde el 26 de junio, con 51 organizaciones de todo el mundo, para protestar contra la violencia y pedir a los gobiernos, parlamentos y senadores de todo el mundo que intervengan.

Me decepcionó mucho [la acusación china]. No me gusta nada, porque están acusándome de [provocar] lo que pasó en Xinjiang, cuando deberían estar preguntándose a sí mismos por qué ocurrió. ¿Por qué salió esa gente a la calle a exigir justicia?

E incluso a pesar de [que me echen la culpa de] lo que ocurrió, deberían preguntarme: “¿Por qué lo hizo?” Entablemos un diálogo. Porque, si las autoridades chinas me escucharan, les diría: Esto es lo que quiere mi pueblo. Esto es lo que mi pueblo quiere de vosotros.

En vez de responsabilizarme de todo, [las autoridades chinas] deberían dejar de reprimir y matar a la gente. Tendrían que parar de hacer lo que han hecho. Deberían tratar de prestar atención a las peticiones de la gente.

Con su propaganda, han conseguido engañar a la comunidad internacional, mentir. Pero es imposible que engañen a la población local, los uigures. No les creerían. No les creen. Ni siquiera los chinos Han les creen. Las autoridades chinas sabían que nadie [se cree] que yo instigué los incidentes.

Me culpan de usar mi nombre, Rebiya, contra ellos. Pero ellos utilizan mi nombre para reprimir al pueblo. Si no fuera yo, encontrarían a otra persona a la que culpar. En el [caso de] Tíbet, suceda lo que suceda, siempre es el Dalai Lama. Siempre él. Es lo que hacen las autoridades chinas en Tíbet desde hace 50 años. Y también en Xinjiang.

FP: Cuéntenos lo que no oímos en los medios. ¿Qué es lo que más le preocupa?

RK: La situación actual en nuestro país es muy grave. No tengo ninguna prueba de algunos de los incidentes que me han contado. Basado en fuentes sin confirmar, hemos oído que las autoridades están deteniendo a gente todos los días. Cientos de personas. A diario.

Después de detenerlos, si aceptan trabajar con ellos como espías, les dejan en libertad. Pero los demás desaparecen. Nadie sabe dónde han ido a parar.

En cuanto a los manifestantes uigures heridos, los llevaron al segundo o tercero de los hospitales locales. No se sabe cómo, desparecieron todos del centro sanitario local. Los llevaron al hospital militar. Y eso es sospechoso. ¿Por qué tenían que trasladarlos allí? Creemos que a algunos los mataron o los metieron en la cárcel. Pero puede haber ocurrido cualquier cosa.

En las calles, hemos oído que la gente encuentra cuerpos [en las alcantarillas]. Y una cadena de televisión ha dicho que se han hallado cuerpos en la universidad médica de Urumqi. Hay muchas historias de éstas, pero las fuentes no están confirmadas. [No creemos que éstas fueran] ejecuciones llevadas a cabo por el Ejército o la policía, sino uigures asesinados por muchedumbres de chinos [de etnia] han. Pero no sabemos. No se habla de ellos.

FP: Una de las tensiones que describe usted es que muchos uigures -aunque no todos- desean vivir en paz con China. Pero el gigante asiático no quiere vivir en paz con ellos, más bien quiere erradicarlos.

RK: Es verdad. Y los chinos también instigaron a propósito la violencia en Xinjiang, al mismo tiempo que enviaban tropas para ponerle fin. Querían que la población han y los uigures se enfrentaran unos con otros. Había funcionarios de la seguridad china vestidos de calle que instigaban a las muchedumbres contra los uigures. No había forma de que la población local supiera que estaban haciéndolo. Y no es posible encontrar en China ninguna información sobre los tiroteos y los asesinatos de uigures.

Al mundo islámico [China] le dice que los uigures son separatistas, y no religiosos. Al mundo occidental, que son radicales. A Turquía, que “Rebiya trabaja para la CIA”.

Lo que dicen las autoridades chinas dentro del país es que los uigures odian la paz. Pero hubo manifestaciones en las que algunos de ellos ondeaban banderas chinas, cosa que nunca hacen. Estaban tratando de decir: somos ciudadanos vuestros, somos vuestra gente. Exigimos el cambio, pero pedimos la paz.

Los uigures no suelen ondear esas banderas, porque China invadió la región hace 60 años. Pekín dijo que iba a conceder autonomía a Xinjiang, pero lo que ha hecho ha sido reprimirla, y ha trasladado a millones de chinos han allí. Nunca se ha implantado el gobierno autónomo. Esto es un genocidio. Quieren destruir nuestra cultura; destruyeron Kashgar, que tenía 5.000 años de civilización y de historia.

FP: ¿Qué le ha ocurrido a usted personalmente?

RK: Me he convertido en la enemiga número uno de las autoridades chinas porque soy la voz de mi pueblo. Me han castigado. Han destruido mi riqueza, mis empresas. Han detenido a mis hijos y acosado a mi familia. Obligaron a mis hijos a salir en televisión y contar mentiras sobre mis actividades. Los expulsaron de sus casas y luego las demolieron. Nos han arrebatado nuestros derechos. La última acción vergonzosa fue que las autoridades chinas obligaron a mi familia a dejar sus hogares. ¿Dónde van a ir? Como son mis parientes, nadie les ofrece refugio.

Además, ahora, están demoliendo dos de mis centros comerciales. En el centro comercial Rebiya trabajan 2.000 comerciantes. Es como un centro al por mayor para todo Turkestán Oriental. Es la última fuente de ingresos para muchos habitantes de la región; es una situación ridícula. A espaldas de ese edificio hay otro, que lleva el nombre de mi hija. En él están viviendo ahora mis hijos. Y las autoridades también van a demolerlo.

Es un acto de venganza [contra] mí.

Tengo cinco hijos y nueve nietos en Turkestán Oriental. Dos de mis hijos están en prisión. La situación es muy grave. Espero que algún país les ayude a salir. A veces me asombro. ¿Por qué no están Naciones Unidas o Estados Unidos preguntando los motivos? Las autoridades están reprimiendo abiertamente a la población. Es un genocidio.

FP: ¿Dónde ha llevado sus esfuerzos para hacer pública la situación de los uigures? ¿Cómo actúa?

RK: Estados Unidos se muestra seguro en su apoyo. Cree que tiene la autoridad necesaria para salvar a gente como la mía. Pero, si EE UU [hubiera intervenido] antes, la situación sería mejor. En cambio, lo que ocurrió fue que las autoridades chinas han demostrado al mundo lo que son capaces de hacer.

A Xinjiang ya sólo puede salvarlo el resto del mundo. Yo intenté resolver estas cuestiones dentro de China, pero no pudo ser. Me metieron en la cárcel y tuve que irme del país. Reprimen a cualquier [disidente]. Cuando alguien ha intentado discutir el problema de forma pacífica, hablar sobre los derechos humanos, el Estado chino ha respondido con la cárcel o, a veces, una condena a muerte.

[Hace poco, oí hablar] de un grupo, una delegación, que fue a Pekín a dialogar con las autoridades sobre una resolución pacífica. Fueron detenidos.

Ahora tengo que obtener el apoyo de los países democráticos. Acudimos a parlamentos, organizaciones religiosas, mezquitas y organizaciones de derechos humanos. Los uigures dependen en estos momentos del mundo. Es lo único que tenemos. Lo que hago, cuando visito parlamentos y gobiernos, es pedir que el pueblo uigur entre a formar parte de su [agenda de] política exterior.

Acudimos a países occidentales como Estados Unidos, Canadá, Australia y Suecia. También estamos recurriendo al mundo islámico, porque [China está] impidiendo que los uigures de Xinjiang practiquen su religión. Las autoridades chinas han dicho al mundo islámico que no tienen ningún problema con el ejercicio de la religión. Dicen que permiten budistas, cristianos, musulmanes, pero eso no es verdad.

China es un país muy táctico, y con dos caras. Al mundo islámico le dice que los uigures son separatistas, y no religiosos. Al mundo occidental, que son radicales. A Turquía, que “Rebiya trabaja para la CIA”. Los chinos poseen diferentes versiones de esta propaganda. Quieren que nos encontremos solos en el mundo.

FP: ¿Cuál es su objetivo? ¿Qué cree que pasará en Xinjiang?

RK: ¿Qué queremos? La paz. No depende de los uigures, sino de las autoridades chinas. Si permiten la autodeterminación y el diálogo, entonces se resolverá de forma pacífica. China debe cumplir el convenio de la ONU sobre la autodeterminación en Xinjiang.

Y veremos cómo sigue la situación. A ver qué hacen las autoridades chinas con esos miles de presos inocentes en la cárcel. Deben dejar de detener, poner en libertad a los inocentes, volver a traer a los uigures a los que han expulsado por la fuerza de Turkestán Oriental. Veremos también como resuelven la cuestión de las escuelas uigures y han.

Pero ahora saben que los uigures no van a parar. Nosotros proponíamos la paz, pero ellos nos reprimieron sin cesar. Advertimos a los uigures de China que iban a reprimirlos y a matarlos, pero no nos hicieron caso. Dijeron: “Lo único que nos queda es nuestra alma. No tenemos nada más que nuestra alma”.

FP: ¿Qué más tenemos que saber? ¿En qué más debemos pensar?

RK: Estaba viendo CCTV, una cadena de televisión china [controlada por el Estado] y vi una información que decía que “Estados Unidos llegó a Afganistán con un Ejército. Nosotros entraremos en Afganistán con dinero”. Luego aparecieron imágenes de casas uigures ardiendo. No lo dijeron, pero ése es uno de los motivos por los que quieren eliminar a mi pueblo. Porque lo que separa Afganistán de China es una montaña. Una montaña y la provincia de Xinjiang y mi pueblo.

Fue visto y no visto, un mero instante de televisión. No pude grabarlo. Pero el Departamento de Estado de EE UU debería verlo.

China quiere hacer negocios en Afganistán. Gas e infraestructuras. Y no quiere violencia. Desde 2001, cuando EE UU invadió este país, ha habido mucha más violencia en Xinjiang porque [la región está más intranquila] y porque, en cuanto [el presidente estadounidense George W. Bush] envió soldados a Afganistán, Pekín comenzó la represión. Piense por qué pudo ser. Para acabar con la violencia y hacer negocios. Por eso están llevando a cabo un genocidio, y por eso destruyeron una ciudad de 5.000 años de antiguedad.

Pero el genocidio de los uigures es similar a lo que ocurrió con los faraones [en el antiguo Egipto], cuando los conquistaron y [se perdió la cultura]. Es igual que lo que pasó con ellos.

 

Rebiya Kadeer es la líder en el exilio de los uigures, jefe del Congreso Uigur Mundial y autora de la autobiografía Dragon Fighter: One Woman’s Epic Struggle for Peace with China.