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Fuegos artificiales durante una celebración previa por el 50 aniversario de la independencia del país, agosto 2015. Roslan Rahman/AFP/Getty Images
El Singapur cincelado por Lee Kuan Yew, el padre de la patria al que la población venera con devoción, es un modelo de éxito. Séptimo Estado por PIB per cápita, entre los 10 menos corruptos y con una clase media floreciente que disfruta de uno de los mejores niveles de vida del mundo. Mas ahora, 50 años después de su independencia, una nueva generación educada en las más prestigiosas universidades reclama un nuevo país. Uno en el que recuperen sus derechos y libertades, pero que no ponga en riesgo su prosperidad.
En los 60, Singapur era un lugar paupérrimo. Un pequeño rincón del Imperio Británico enclavado entre barriadas olvidadas por el que ratas y perros callejeros deambulaban entre la basura. No queda rastro en nuestros días de aquel Singapur. Sus calles son ahora una geografía de rascacielos cristalinos en las que mascar chicle está prohibido y escupir o arrojar desperdici...
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