Pese a carecer de reconocimiento internacional, Somalilandia se ha convertido en uno de los enclaves más ansiados en la creciente competición geopolítica que tiene lugar en el Mar Rojo. ¿Cuáles son las razones de este interés y cómo puede influir en su reconocimiento internacional y en su futuro político y económico?

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Unos hombres vendiendo en las calles de Hargeisa, Somalilandia. Eric Lafforgue/Art in All of Us/Corbis via Getty Images

Somalilandia fue una colonia británica hasta su independencia en 1960. De facto independiente por unos días, en aquel momento, los somalilandíes decidieron integrarse en la unión de la Somalia italiana, que buscaba unir a todos los somalíes en la Gran Somalia. Sin embargo, la independencia de Yibuti en 1977 y la integración del Ogadén en el modelo etno-federal etíope y de la provincia del norte de Kenia pusieron fin a dicho proyecto.

Las relaciones entre el norte y el sur empeoraron bajo el mandato del dictador Mohamed Siad Barre, resultando en una guerra civil a partir de 1988 en la que las tropas somalíes se enfrentaron al Movimiento Nacional Somalí (MNS). La presión de las guerrillas y partidos interesados en derrocar a Barre resultó en la desintegración de Somalia, aprovechando la situación Somalilandia para declarar su independencia en mayo de 1991.

Treinta años después, este enclave aún añora el reconocimiento internacional, pero en el ínterin han aprovechado para reconstruir sus instituciones y economía, basándose en un modelo democrático que incluye elementos liberales y tradicionales y en la importancia de las remesas y del tejido empresarial en el desarrollo económico.

Sin embargo, el futuro del Estado no está exento de desafíos. El primero de ellos es garantizar la estabilidad y la pervivencia de la democracia. En 2021 tendrán lugar elecciones parlamentarias por primera vez desde 2005, después de que gobierno, oposición y comité electoral se hayan puesto por fin de acuerdo. Por otro lado, organizaciones como Reporteros Sin Fronteras han denunciado la persecución a los periodistas y los límites a la libertad de expresión. “Somalilandia es un país que ha avanzado mucho, pero no es el paraíso de la democracia. De lo que se prometió en el año 2000 a lo que pasa 20 años después hay una diferencia”, apunta Pablo Arconada, investigador predoctoral en el Observatorio de Estudios Africanos de la Universidad de Valladolid.

Por otro lado, la economía enfrenta enormes desafíos. Las principales fuentes de ingresos son la agricultura, la exportación de ganado y la pesca, así como las remesas (más de 1.0000 millones de dólares que suponen entre el 35% y el 70% del PIB), pero los suministros del país dependen en gran medida de las importaciones, desequilibrando la balanza comercial (en 2019 el déficit comercial ascendió a 360 millones de dólares). Aunque el PIB ha crecido en los últimos años (un 4% en 2019), alcanzando los 2.300 millones de dólares en 2016, y el PIB per cápita ha pasado de 290 dólares en 2003 a 626 en 2016, el 52,7% de los somalilandeses vive con menos de dos dólares al día, y el desempleo alcanza el 61,5% en las zonas urbanas y el 40% en las zonas rurales. Pese a que no se ha visto enormemente afectado por la pandemia de la COVID-19, con 7.730 casos registrados en toda Somalia, sí ha visto mermados sus ingresos por el descenso de exportaciones de ganado a los países del Golfo Pérsico y por las plagas de langostas que han arrasado el Cuerno de África durante 2020.

 

La nueva centralidad geopolítica regional de Somalilandia

El momento actual ofrece una oportunidad única para Somalilandia de adquirir una mayor relevancia internacional, impulsar su economía y presentar una mayor fortaleza frente al gobierno federal de Somalia en su lucha por el reconocimiento internacional. Varios son los factores que contribuyen a esta centralidad.

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Mánager del puerto de Berbera hablando por teléfono, Somalilandia. The Washington Post via Getty Images

El primero de ellos es su posición estratégica clave. Somalilandia está situada justo en el Golfo de Adén y en la entrada al estrecho de Bab al Mandeb, por donde fluye el 10% del comercio mundial. Ello ha motivado que el puerto de Berbera se haya convertido en la joya de la corona que se disputan varios actores. Por ejemplo, ha habido rumores del interés ruso en construir una base naval en Berbera, donde ya la antigua Unión Soviética tuvo una. “Los países buscan asegurarse un sitio estratégico y ese es la base militar de Berbera, el centro comercial de Somalilandia, donde Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Etiopía están invirtiendo un montón de dinero”, señala Arconada. En 2016, Somalilandia firmó un contrato por 30 años la compañía emiratí DP World para gestionar y expandir este puerto, una operación conjunta en la que DP World ostenta el 51%, el gobierno de Somalilandia el 30% y Etiopía el 19%, y que se espera sea inaugurada en marzo de este año. Esto también ha permitido lanzar proyectos de infraestructura, como la construcción de una carretera que conecta la frontera etíope con Berbera por valor de 400 millones de dólares y que compite directamente con la línea férrea entre Addis Ababa y Yibuti financiada por China.

Precisamente el segundo factor se refiere a la saturación de Yibuti, que acoge varias bases militares y es el principal puerto de Etiopía. Esta saturación sitúa a Somalilandia como una importante alternativa de diversificación para otros países en términos de bases militares y utilización de puertos comerciales. Las autoridades somalilandesas esperan captar el 50% del tráfico comercial etíope, 95% del cual en la actualidad va a Yibuti. Sin embargo, más que enfrentar a ambos Estados, la cooperación entre los mismos podría ser beneficiosa a nivel económico y político. Por un lado, el intenso crecimiento de la economía etíope asegura beneficios para ambos. Por otro, el reconocimiento de la independencia de Somalilandia por parte de Yibuti les convertiría en aliados frente al aislamiento del triángulo Somalia-Eritrea-Etiopía.

Un último factor es la estabilidad política. En comparación con el resto de los países del Cuerno de África, Somalilandia es un oasis de estabilidad. Esto le otorga una ventaja en relación con Somalia, imposibilitada de desarrollar sus puertos de Kismayo, Mogadiscio y Bosaso. “Si la situación fuera estable, los puertos de Somalia vivirían un auténtico boom. Etiopía, con el primer ministro Abiy Ahmed, tiene todo el interés, pero la inestabilidad imposibilita las inversiones”, apunta Arconada. Esta estabilidad resulta en una percepción positiva a nivel internacional. “Somalilandia ha sido muy activa en la lucha contra el terrorismo y la piratería y va a ser un actor muy dinámico en la región, no sólo estableciendo relaciones con el resto del mundo, sino demostrando su fortaleza explotando sus recursos y creando crecimiento económico”, señala Mohamed Farah Hersi, director de la Academia para la Paz y el Desarrollo (APD) de Somalilandia.

 

El nuevo contexto del Mar Rojo

Una de las principales características de la política exterior de Somalilandia es su independencia. El hecho de que ningún país reconozca su soberanía también le ha librado de estar a merced de los intereses de sus vecinos u otros Estados, otorgándole una fortaleza a la hora de negociar con países mucho más poderosos que ella.

Pese a no reconocer su soberanía nacional, Etiopía siempre ha actuado como el apoyo en la sombra, movido por intereses de seguridad en su frontera y comerciales. “Aunque Etiopía no reconoce a Somalilandia como Estado, ya que todo el mundo le señalaría como una potencia disgregadora de Somalia, sí se trata de un apoyo fundamental”, señala Arconada. Sin embargo, esta relación ha cambiado con la llegada al poder en Etiopía de Abiy Ahmed y su alianza con Eritrea y Somalia. A modo de ejemplo, el nuevo Gobierno etíope no nombró un representante diplomático para la oficina de enlace en Hargeisa.

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Representantes de Taiwan y Somalilandia en la ceremonia a apertura de una oficina de representación taiwanesa en el enclave africano. Walid Berrazeg/SOPA Images/LightRocket via Getty Images

Aunque algunos autores han hablado de “lucha por la frágil Somalilandia”, lo cierto es que su posición no podría ser de mayor fortaleza. Prueba de ello es la creciente relación con Egipto, tradicional defensor de una Somalia unida y que ha vetado tratar el caso de Somalilandia en numerosas ocasiones en la Unión Africana (UA). Sin embargo, la creciente disputa entre El Cairo y Addis Abeba por la construcción de la Gran Presa del Renacimiento ha hecho que Egipto mueva ficha, aprovechando el malestar por el “abandono” de Etiopía para reunirse con las autoridades somalilandesas y discutir relaciones comerciales, inversiones y el establecimiento de representaciones diplomáticas. “Egipto está interesado en los somalíes. No sólo en Somalilandia, sino también en Somalia, para contrarrestar la expansión de la economía etíope”, apunta Hersi. Pero la estrategia unitaria de Egipto no ha dado resultado y parece haber cambiado de rumbo. “Evidentemente, en un año no te da tiempo a asegurar que Egipto te vaya a apoyar, pero sí que se ve ese cambio. Según cambia Etiopía, puede cambiar Egipto”, explica Arconada.

Otro ejemplo de esta creciente fortaleza es el establecimiento de relaciones con Taiwán. En julio de 2020 ambos países sorprendieron al mundo anunciado que establecían representaciones diplomáticas mutuamente en una alianza simbólica entre dos Estados de facto no reconocidos a nivel internacional. Taiwán tiene interés por invertir en sectores como la minería, la exploración de hidrocarburos, la pesca o el ecoturismo, siendo así, además de un aliado diplomático, un modelo para Somalilandia en el plano político y económico a través del “milagro económico taiwanés”. Al igual que en el caso anterior, esta relación ha despertado el recelo de China, que reaccionó enviando una delegación para ofrecer inversiones a cambio de cortar lazos diplomáticos con Taiwán, consiguiendo únicamente enfadar al presidente somalilandés, Muse Bihi. Finalmente, Pekín ha cesado en sus demandas de adhesión a la política de “Una sola China”. “Estas inversiones crearán empleo para las mujeres y los jóvenes y cambiarán por completo la economía de Somalilandia”, señala Hersi, quien cree que el interés de Taiwán en Somalilandia es genuino. “Una de las razones por las que Taiwán ha establecido ahora relaciones es su interés comercial en la región, y en Somalilandia han encontrado a un buen socio debido a un trasfondo histórico compartido”, apunta el director de APD.

Otro país que está siendo clave es Kenia. El pasado diciembre, Somalia rompió relaciones con su vecino del sur después de que el presidente keniata, Uhuru Kenyatta, invitase al presidente Bihi de visita oficial y se firmase un Memorándum de entendimiento que será formalizado en marzo. Los acuerdos incluyen la apertura de una misión diplomática keniana en Hargeisa, el establecimiento de vuelos comerciales directos y las consiguientes oportunidades de inversión. Este reconocimiento tácito de Nairobi puede abrir la puerta a otros países africanos y no africanos, muchos de los cuales ya reconocen el pasaporte somalilandés, como la propia Kenia, Suráfrica, Sudán del Sur, Etiopía, Tanzania e, incluso, Arabia Saudí.

 

¿En camino hacia un posible reconocimiento?

Son muchos los que se cuestionan si esta creciente importancia geopolítica podría resultar en el reconocimiento internacional. “No creo que haya un reconocimiento”, apunta Arconada, quien añade que “ser el primer país en reconocer a Somalilandia es ser responsable de abrir la caja de Pandora”. Por otro lado, Hersi cree que es un buen momento para que Somalilandia venda su causa y que varios países africanos estén más interesados en la misma.

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Un monumento que conmemora la separación de Somalia por parte de Somalilandia, Hargeisa. Eric Lafforgue/Art in All of Us/Corbis via Getty Images

Los somalilandeses comparan su caso con el de otras federaciones que se crearon y deshicieron, como la República Árabe Unida (RAU) entre Egipto y Siria, o sus propios vecinos Etiopía y Eritrea. Pero el principal requisito pasa por que Somalia reconozca la independencia de Somalilandia, algo muy lejos de la realidad.

“Se dijo que el primer paso para el reconocimiento internacional era la democratización, pero ¿qué ha pasado? Que ha llegado la “democracia”, se ha conseguido estabilidad y, aun así, el reconocimiento internacional no ha llegado”, apunta Arconada para explicar que Somalilandia seguirá apostando por la vía unilateral y que son pocos en Hargeisa los que defienden la integración en un estado federal roto.

“El contexto internacional no es favorable. Los países occidentales no se quieren meter en ese embrollo, sobre todo por ser señalados como neocolonialistas. Además, siendo realista, pueden mantenerse relaciones con Somalilandia sin necesidad de reconocerlo”, apunta el investigador, quien cree que la UA también ha tenido mucho que ver al respecto con su política de evitar secesiones en el continente.

La comunidad internacional teme que el reconocimiento aumente la inestabilidad en Somalia. “Insisten en la reunificación para que Somalia sea más estable, pero esto no es factible. No va a suceder. Somalilandia ha estado ausente del proceso político en Somalia durante los últimos treinta años”, explica Hersi, siendo esta una de las principales razones por las que su país no ha conseguido la independencia.

“Somalilandia es el único país estable y democrático en el Cuerno de África. Con más crecimiento económico, la democracia florecerá y las élites políticas no podrán utilizar estas inversiones para hacer descarrilar el proceso democrático en el que ha estado inmersa Somalilandia durante los últimos veinte años”, concluye Hersi.