De Macao a México, los casinos proliferan más rápido
de lo que se mueven las fichas en una mesa de póquer en Las Vegas. Dirigido
por multinacionales, propagado por Internet y alimentado por el turismo, el
juego progresa en lugares insospechados. ¿Es posible que las apuestas salven
al mundo en desarrollo de sus males?

Es un día laborable por la tarde. En el Sands, un flamante casino situado en
la costa de Macao (región especial administrativa china), se han formado largas
colas en las mesas de blackjack. Los apostantes se arremolinan y empujan,
y en cuanto alguien consigue un taburete, suelta ruidosamente un montón de fichas
sobre el tapete. La segunda planta de esta catedral del juego de 18.000
metros cuadrados revela aglomeraciones similares que abarrotan una gran habitación
llena de mesas de blackjack y juegos de dados. Cuando terminan de arriesgar
su dinero, los visitantes se van a ver un espectáculo estilo Las Vegas o se
dan una vuelta por un centro comercial que hay al lado y curiosean en tiendas
llenas de relojes Cartier y bolsos Louis Vuitton. De este modo, nuevos negocios
continúan abriéndose a medida que en la antigua colonia portuguesa, y en muchas
otras partes del mundo, crece el sector turístico en torno al juego legal.

Aunque en Macao estas actividades se legalizaron en el siglo XIX, hasta hace
poco sus casinos eran todavía antros de mala muerte, tugurios lóbregos donde
hombres solitarios veían pasar el tiempo jugando. Pero, en los últimos cinco
años, el enclave se ha transformado en una meca del juego. El Sands, propiedad
del estadounidense Sheldon Adelson, se convirtió en 2004 en el primer casino
de la ciudad dirigido por occidentales. Steve Wynn, promotor del Bellagio en
Las Vegas, abrió su Wynn Macau –que costó 1.200 millones de dólares (885,61
millones de euros)– en septiembre.

Un
as en la manga:
la alta competitividad
del sector turístico global provoca que el juego legal constituya
una ventaja estratégica.

En la actualidad, la zona tiene 23 casinos de propiedad extranjera y local,
y hay muchos más en proyecto. Sus ingresos por juego, que ascendieron a 6.800
millones de dólares, han superado incluso a Las Vegas, cuya caja roza los 6.500
millones. “Es facilísimo”, les dijo Adelson a los periodistas el pasado mes
de septiembre, mientras explicaba sus planes de expansión en Macao, un enclave
con 2.000 millones de posibles turistas a menos de cinco horas de viaje. “Es
como llevar una manta a alguien que está en un témpano de hielo o agua a quien
está en el desierto”, resume.

El auge de los casinos no es un fenómeno exclusivo de Macao. Durante décadas,
las apuestas legales se restringieron a un puñado de lugares, pero en los últimos
diez años se han expandido más rápido que nunca. PricewaterhouseCoopers estima
que los ingresos del juego alcanzan los 80.000 millones de dólares en todo el
mundo, cantidad que crecerá hasta 125.000 millones en 2010, aunque muchos analistas
piensan que esta previsión resulta demasiado pesimista. En comparación, el segmento
de los cruceros apenas factura 17.000 millones de dólares al año.

La expansión de las apuestas legales ha venido propiciada por una combinación
perfecta de factores. El aumento del gasto destinado a consumo en los países
en vías de desarrollo está proporcionando a los casinos un nuevo mercado, mientras
que la desaparición de regímenes autoritarios en muchos Estados ha permitido
una liberalización de las costumbres. Internet también alimenta el boom,
aunque todavía más importante que eso ha sido la creciente competitividad del
sector turístico.

En una era en la que existe un abanico cada vez mayor de nuevos destinos a
disposición de los viajeros, y en la que los países en desarrollo han elaborado
estrategias mucho más sofisticadas que antes para atraer al turismo, el juego
ha demostrado ser una herramienta indispensable para lograr ventaja, un elemento
estratégico definitivo que puede atraer divisas de lugares lejanos.

Puede que en la actualidad el juego legal sea el sector más globalizado del
planeta. Los apostantes de los alrededor de ochocientos casinos de Rusia, como
los situados a lo largo de la Perspectiva Nevsky, la principal avenida de San
Petersburgo, abarrotan estas salas llenas de humo en busca de un encuentro con
la diosa Fortuna. En Occidente, la Asociación Europea de Casinos se enorgullece
de que el Viejo Continente ya albergue más de mil. Estos locales también se
expanden por África, donde generan ingresos de 1.100 millones de dólares sólo
en Suráfrica. Y lo mismo sucede en América Latina. En Argentina, por ejemplo,
hay casi ochenta complejos dedicados al juego, y Costa Rica, que se ha convertido
en un centro mundial del juego por Internet, alberga ya más de veinticinco casinos.
Algunos países caribeños aún más pequeños, como Antigua, donde se han contabilizado
más de cien centros de apuestas en la Red, se han especializado tanto en el
negocio que sus economías dependen en gran medida de esta actividad. Así, detrás
de la extensión del juego en América Latina se encuentra el aumento de la renta
disponible para el consumo. El FMI indica que el crecimiento de su PIB alcanzó
un 4,7% en 2006, haciendo del periodo entre 2004 y 2006 el trienio de mayor
crecimiento desde los 70.

El rápido desarrollo de Asia ha convertido a esta zona en el mayor mercados
del juego. Ya hay casinos desde Australia hasta Vietnam, pasando por Myanmar
(antigua Birmania). Incluso Corea del Norte tiene unos pocos. Singapur, una
isla que siempre ha tenido fama de austera, planea abrir dos complejos al estilo
estadounidense. Y, además, el Estado indio de Goa pretende autorizar cinco casinos
flotantes frente a sus costas, que se sumarán al que ya tiene. “Macao sólo es
el principio” dice Sonny Lo, de la Universidad de Waterloo (Ontario, Canadá).
“Muy pronto habrá juego y apuestas en casi todos los países asiáticos”.

A medida que esta actividad se globalice, su consolidación puede reducir viejos
vicios relacionados con ella, como la delincuencia. Pero la legalización acarrea
también consecuencias no tan obvias. En los países en desarrollo podría fomentar
una deuda de consumo masiva que debilitaría la estabilidad fiscal y política
de estos Estados. De igual modo, permitiría a los dirigentes apropiarse de ingentes
beneficios, y que se creara una nueva clase marginada de desposeídos. Si estos
centros de juego no se adaptan, los nuevos problemas harán que los gánsteres
y las ametralladoras parezcan molestias sin importancia.

Pero si evolucionan, los países en desarrollo descubrirían que esta ruleta
de la suerte puede ayudarles a prosperar en la economía global. La implantación
de casinos no eliminará la delincuencia, que sigue existiendo incluso en sitios
como Montecarlo, pero puede contribuir a reducir su poder. Y lo que es más,
el juego puede proporcionar a los países pobres un modo eficaz de enriquecerse
sin imponer nuevos impuestos.

AFORO COMPLETO
Aunque apostar no sea la profesión más antigua del mundo, probablemente quedó
segunda por poco. Sin embargo, esta costumbre ancestral ha sufrido en los últimos
quince años una notable transformación, a medida que varios factores han generado
un caldo de cultivo propicio para el desarrollo de este sector económico. El
ascenso de la clase media urbana en Europa del Este, América Latina y, especialmente,
Asia hahecho que aumente la población con renta disponible. Además, muchos de
estos países en desarrollo han experimentado cambios políticos, transformando
sus regímenes autoritarios en democracias. Esta modificación ha facilitado que
se acepte la idea de que debe permitirse a los individuos realizar actividades
que, como las apuestas, pueden acarrear efectos secundarios negativos en la
sociedad. En México, donde un Ejecutivo paternalista y la Iglesia católica regían
la sociedad, el poder legislativo ha aprobado normas exhortando a la legalización
del juego.

En Suráfrica, el Gobierno del apartheid instauró estrictos códigos
sociales, y ahora muchos ciudadanos asocian la libertad con actividades antes
restringidas, como el juego. A partir de principios de los 90, la televisión
por satélite también despertó un mayor interés por el juego. A medida que el
póquer se transformó en un deporte con público, su cobertura televisiva se extendió
entre las cadenas. Y, además, al retransmitir en todo el mundo los campeonatos
de fútbol europeos, los canales internacionales crearon una audiencia mundial
para las apuestas balompédicas.

Por otro lado, Internet constituye un vehículo perfecto para el sector, ya
que combina acceso instantáneo al crédito con juegos diversos, y además la falta
de regulación permite jugar prácticamente a cualquier persona. Esta circunstancia
hace que las fronteras pierdan su sentido, puesto que un jugador de Estados
Unidos puede operar en un lugar como, por ejemplo, Antigua, fuera del alcance
de las autoridades norteamericanas. Los ingresos del póquer en la Red se dispararon
desde los 92 millones de dólares en 2002 a los 4.000 millones en 2006. Su crecimiento,
en cualquier caso, no muestra signos de ralentizarse. En concreto, se espera
que el mercado de las apuestaspor Internet escale desde los 15.000 millones
de dólares hasta los 24.000 millones, en 2010.

Muchos países se han dado también cuenta de que necesitan nuevos reclamos con
los que atraer a visitantes extranjeros. De hecho, el turismo se ha convertido
en una de las principales fuentes de divisas fuertes para los países en desarrollo
y constituye uno de los mayores sectores y principales empleadores de la economía
mundial, con unos ingresos globales anuales de alrededor de medio billón de
dólares. La Organización Mundial del Turismo vaticina que el número de turistas
internacionales subirá desde los 693 millones de 2001 hasta los 1.560 millones
en 2020.

Consideremos un ejemplo de hace 20 años. Muchas de las naciones vecinas de
Botsuana estabanenvueltas en conflictos o marginadas internacionalmente, por
lo que el país tenía pocos competidores para sus compañías de safaris. Pero
hoy casi todo el sur de África está en paz, y en países como Namibia y Zambia
las empresas de viajes están reconstruyéndose y rehaciendo su imagen. Así que
Botsuana necesita ventajas adicionales y se ha lanzado en busca de casinos con
los que atraer visitantes: el juego arrastrará al turismo y éste, a su vez,
será una fuente potencial de jugadores.

La situación es similar en Asia y Europa del Este, donde los Estados en desarrollo
están creando marcas turísticas potentes. En Singapur, el Gobierno ha dado la
bienvenida a los casinos de lujo, con los que espera competir con destinos turísticos
como Camboya o China, que disponen de un patrimonio histórico y cultural mayor
que el de este Estado insular. El primer ministro Lee Hsien Long ha afirmado
que su nación necesita otro “factor X” para atraer turistas, y ha apoyado con
firmeza la introducción del juego legal.

No obstante, construir casinos no garantiza que vengan más turistas y, en países
con sistemas legales débiles e historiales de corrupción, es posible que los
ingresos generados no repercutan en el Estado, sino que se repartan entre los
empresarios o acaben en manos de intermediarios. Aun así, incluso en estos casos,
parte de los beneficios acaban filtrándose a la población en general, y además
los gobiernos tienen potestad para gravar con impuestos a los casinos. A fin
de cuentas, este tipo de negocios tiene elevados costes irrecuperables y no
es fácil llevárselos a otro lugar, por lo que los dirigentes disponen de cierta
capacidad de presión sobre las empresas. En Suráfrica, por ejemplo, el Gobierno
convenció a Sun Internacional, que gestiona cinco complejos lúdicos en la zona,
para invertir el 1,5% de sus ganancias en programas sociales.

EL BUENO, EL FEO Y EL MALO
Suráfrica no es la única que ha conseguido obtener de los casinos ingresos impositivos
muy importantes. El juego legal no sólo capta fondos fiscales que de otro modo
se habrían perdido en las apuestas ilegales sino que, además, puede compensar
la imposibilidad de gravar otros tipos de ganancias. En países con altos niveles
de evasión fiscal, como México o Rusia, resulta fácil cobrar tasas por juego.
Incluso los Estados frágiles, que no son capaces de recaudar impuestos
sobre la renta, pueden gravar a los casinos.

La ciudad de Mong La está situada en la zona nororiental de Myanmar, una de
las regiones más pobres de uno de los países más pobres de Asia. Es un lugar
insólito para un centro del juego, pero eso es en lo que se convirtió Mong La
a finales de los 90. Gracias al dinero invertido, según se dice, por el Ejercito
del Estado Wa Unido –una organización que trafica con droga en medio de la anarquía
reinante en el noreste de Myanmar– los empresarios de esta ciudad fronteriza
levantaron salas de juego con billares, luces de neón y mármol de imitación.
También trajeron otros entretenimientos: por unos pocos billetes, los jugadores
podían hacerse fotos acariciando a bailarines travestis llegados de Tailandia.

Así, se estima que en su época de mayor esplendor Mong La llegó a recibir 350.000
turistas chinos al año, pero el juego nunca llegó a estar verdaderamente regulado.
Tras una velada apostando, los visitantes chinos solían irse de juerga a los
karaokes, donde contrataban prostitutas y bebían whisky escocés. Las salas de
juego de la ciudad acumularon unos ingresos totales de 5.000 millones de dólares
entre 1998 y 2004. “Uno podía ir a la frontera y contar por cientos los turistas
chinos que entraban para ir a Mong La”, asegura Songpol Kaoputumtip, un periodista
tailandés que trabajó en la ciudad en aquella época.

Las
Vegas en Birmania:
las apuestas
ilegales incrementaron el narcotráfico en la ciudad de Mong La.

Parte de aquel dinero sirvió para dotar a esta población de infraestructuras.
Pero, al carecer de regulación, gran parte de los beneficios probablemente acabaron
destinándose a actividades corruptas. La Junta Militar birmana, uno de los peores
regímenes del mundo, se llevó su tajada, sin duda. Otra parte del dinero seguramente
acabó en manos del Ejército Wa, que pudo invertirlo en introducir grandes cantidades
de anfetaminas y heroína en China, Laos y Tailandia. Al final, las autoridades
de Pekín, preocupadas por la proximidad de Mong La a China, restringieron los
visados que concedían a sus ciudadanos para cruzar la frontera. A mediados de
2006 muchos casinos de la ciudad habían cerrado sus puertas y tapado las ventanas
con tablas. La mayoría de los bailarines volvieron a Tailandia.

También Macao sufrió los efectos negativos del juego no reglamentado. A finales
de los 90 la ciudad fue escenario de una guerra de bandas lideradas por mafiosos
con apodos como Diente Roto, que se liaron a tiros por asuntos de prostitución
y blanqueo de dinero. El responsable de regularizar el juego recibió un disparo
en la cabeza, y se produjo un atentado contra un investigador de la policía.
En un desafortunado intento de aplacar el miedo de los turistas, el jefe de
la policía aseguró que los visitantes no corrían peligro porque las bandas usaban
“asesinos profesionales que nunca erraban sus objetivos”.

No obstante, Macao creció y pronto recogió los frutos de haber legalizado el
juego. A medida que la antigua colonia lusa atrajo hacia sus casinos inversiones
de multinacionales que rendían cuentas ante sus accionistas y ante los organismos
de control occidentales, el enclave adoptó medidas enérgicas frente a la violencia
de las bandas, así como leyes estrictas contra el blanqueo de fondos. El porcentaje
de asesinatos ha disminuido, y la tranquilidad reinante ha abierto la posibilidad
de potenciar aún más el turismo. “La imagen de Macao ha cambiado por completo.
Ahora los turistas vendrán, se darán una vuelta por la zona, visitarán los lugares
de valor cultural”, explica Gary Ngai, ex vicepresidente del Instituto Cultural
de Macao.

Los casos de la ex colonia lusa y de Mong La ponen de manifiesto las consecuencias
críticas que tienen el crecimiento y la globalización del juego legal. En el
segundo, sin regulación, el dinero de las apuestas ilegales puede ser fácilmente
canalizado hacia traficantes de droga y mafias. En cambio, la legalización del
juego en Macao forzó a los casinos a implantar estándares internacionales para
atraer inversiones y poder cotizar en las grandes Bolsas. Además, permitió que
el Estado ejerciese un mayor control sobre las empresas y tomase medidas contra
el blanqueo.

Pero, por mucho que un país legalice sus casinos, éstos no se transforman en
negocios limpios de la noche a la mañana. De este modo, la regularización debe
ir acompañada de medidas estrictas contra la delincuencia. De hecho, el lavado
de capitales prolifera en los casinos legales, que ofrecen oportunidades de
cambiar sumas en metálico. El Fondo Monetario Internacional estima que cada
año se blanquean 1,5 billones de dólares, gran parte en estos locales.

Aun así, todo es cuestión de comparar: es más fácil vigilar las actividades
de la mafia en casinos legales que en los centros ilegales. El juego por Internet
es otro negocio en expansión, pero no resulta tan atractivo para quien quiera
blanquear dinero. En el ciberespacio puede quedar constancia de la identidad
de los clientes, cosa que no ocurre en los casinos tradicionales.

A la larga, la regulación puede evitar que se abran casas de juego en lugares
donde habrían socavado la estabilidad del sistema político. La expansión de
las apuestas legales también puede aportar beneficios económicos y sociales
significativos, reduciendo el número de jóvenes expuestos a caer en la delincuencia.
En Argentina, un país asediado por la crisis económica, este sector emplea a
unas 55.000 personas, mientras que en Singapur se prevé que los casinos creen
35.000 puestos laborales (en un país de sólo 2,3 millones de trabajadores).

HASTA LA BANCARROTA
La globalización de este fenómeno acarrea otros problemas no tan evidentes.
En el mundo en desarrollo, este proceso, en combinación con la generalización
del uso de tarjetas de crédito, podría provocar una deuda de consumo masiva.
En Asia, Europa del Este y América Latina los bancos de préstamos a particulares
se han lanzado a la conquista de sociedades que hasta entonces funcionaban solamente
con dinero en efectivo. En Rusia, los créditos a particulares aumentaron desde
los 1.000 millones de dólares en 2000 hasta los 15.000 millones cuatro años
más tarde.

En sociedades con poca tradición crediticia y una normativa débil, esto ha
provocado una epidemia de personas arruinadas. Por una parte, el juego podría
agudizar estas bancarrotas personales y, por otro, hundir a las instituciones
financieras de esos países, en los que los bancos disponen de carteras de crédito
pequeñas y de poco capital. Corea del Sur, por ejemplo, tras recuperarse de
la crisis económica de finales de los 90, eliminó parte de su normativa con
el fin de liberalizar la emisión de tarjetas de crédito: casi inmediatamente
los coreanos empezaron a endeudarse por encima de sus posibilidades. Esta circunstancia
estuvo a punto de hacer quebrar varias compañías financieras, que tuvieron que
ser rescatadas por sus acreedores, y provocó que el crecimiento económico del
país se redujese a la mitad en 2003, el año álgido de la burbuja.

Peor aún, el juego legal puede impedir que las economías en desarrollo asciendan
en la cadena de valor. Los casinos generan puestos de trabajo, pero no crean
productos ni aumentan la cualificación profesional de los trabajadores, salvo
para una élite de directivos. John Warren Kindt, experto en economía del juego
de la Universidad de Illinois (Estados Unidos), explica que “no se puede alcanzar
la prosperidad a base de jugar”. Además, la mayoría de estos nuevos puestos
de trabajo son empleos para trabajadores poco cualificados. “La apertura de
casinos ha generado muchas oportunidades de trabajo en Macao, demasiadas en
demasiado poco tiempo”, opina Cathy Hsu, editora de un libro sobre estos centros
en Asia.

En este contexto, los trabajadores sienten que no se están beneficiando lo
suficiente del negocio y pueden dirigir su ira contra el gobierno. Como muestra
un botón: en Macao el juego ha permitido alcanzar casi el pleno empleo, pero
el pasado mayo hubo una manifestación de 5.000 personas, la mayor protesta desde
que el enclave pasó a formar parte de China, en 1999. Los manifestantes acusaban
al Ejecutivo de connivencia con el sector privado y se enfrentaron a la policía.
No les faltaban razones para quejarse: las estadísticas indican que los salarios
no han crecido al ritmo de la economía.

La protesta también hizo hincapié en otro peligro de este entramado. “El Gobierno
es cada vez más y más rico (…), pero ¿dónde está el dinero?”, preguntaba uno de los asistentes a la marcha. Al igual que ocurre
con el petróleo, los fondos de los casinos pueden ser
recaudados por el Estado, ya que el juego legal suele
ser gestionado por un reducido número de empresas
que pagan sus impuestos directamente al gobierno.

LA BANCA SIEMPRE GANA
Estos problemas no son irresolubles. A pesar de los efectos secundarios negativos,
el juego legal puede beneficiar a las economías y fomentar la armonía de los
países en desarrollo. Pero para eso es necesario que los mandatarios se interesen
por esta actividad y sus riesgos. En los casos más afortunados, los países que
legalizan el juego apenas adoptan las medidas imprescindibles para paliar los
efectos más dañinos sobre sus ciudadanos. A veces limitan la introducción de
maquinas rápidas. O bien establecen precios elevados para entrar en
los templos del azar, como planea hacer Singapur con el fin de garantizar
que los individuos más pobres no puedan apostar demasiado. Otros aprueban leyes
instando a estos negocios a que donen un porcentaje de sus beneficios a programas
para el tratamiento de los jugadores compulsivos, o cedan terrenos para equipamientos
como museos.

Al mismo tiempo, los países que han implantado con éxito el juego legal pueden
asegurarse de que no sólo no perjudique al ciudadano corriente sino que, además,
beneficie al Estado. Cambiarse a puestos de trabajo de mayor valor es importante,
pero en los pobres la amenaza más inmediata para el crecimiento y la estabilidad
política es el desempleo, un problema para el que los casinos ofrecen un remedio
rápido. “No hablamos sólo de poner gente en las mesas de los casinos”, dice
Gilian Koh. Esta experta del Instituto de Estudios Políticos de Singapur cree
que esta actividad tiene un efecto multiplicador: “Van a crear a su alrededor
un amplio abanico de servicios relacionados”.

Los países en desarrollo que dispongan de gobiernos más fuertes e instituciones
más legítimas, como Singapur, se adaptarán con más facilidad. Mientras, otros
pueden tardar décadas. Pero, entre tanto, se enfrentan al desafío de sanear
el juego. Quizá Suráfrica constituye el referente para los países que consideran
la posibilidad de legalizar el juego. A diferencia de Estados Unidos, este Estado
africano es un país en desarrollo, con elevadas tasas de delincuencia y corrupción.
Sin embargo, en la última década ha endurecido las restricciones al blanqueo
y ha adoptado medidas enérgicas contra el crimen organizado. A ello hay que
añadir que, desde 1996, su sector del juego ha sido el responsable directo de
la creación de al menos 16.000 puestos de trabajo, y de al menos otros 30.000
en actividades relacionadas. Además, Pretoria ha puesto en práctica medidas
paternalistas, instando a los casinos a invertir dinero en seguridad social
y creando un órgano encargado de vigilar y frenar el juego compulsivo.

A medida que Macao crece, se puebla de grúas y la isla comienza a parecerse
a Las Vegas de los 70, cuando la ciudad estadounidense levantó un imperio a
partir de la nada. Sin embargo, la competencia es más dura y el mercado más
concurrido que antes, por lo que puede que los magnates que levantan templos
del juego
en este diminuto territorio chino se arriesgan más de lo que
lo hicieron sus predecesores americanos hace 30 años. Pero, en un mundo globalizado
donde las economías pequeñas tienen que abrirse su propio hueco, puede que Macao
no tenga otra alternativa mejor.

 

¿Algo más?
Para conocer la historia del juego desde la edad
de piedra hasta la de Internet, es recomendable Roll
the Bones: The History of Gambling
(Gotham, Nueva
York, 2006). Su autor, David Schwartz, dirige
el Centro de Investigaciones Lúdicas de la Universidad de
Nevada, en Las Vegas, que dispone
de una importante biblioteca en su web gaming.unlv.edu.
Otro sitio con información exhaustiva acerca
de las noticias de actualidad relacionadas con el juego es gamingresearch.blogspot.com.

Para conocer desde dentro el caos y la excitación del floreciente
mundo de los casinos
en Macao, lea The Great Game (Time Asia,
31 de enero de 2005), de Michael Schuman. Cathy
Hsu ha editado Casino Industry in Asia Pacific: Development,
Operation, and Impact
(Haworth
Hospitality Press, Hong Kong, 2006), que ofrece una perspectiva
general de la
legalización y la regulación del juego en Australia,
China, Japón, Corea del Sur, Macao y varios
países de sureste asiático. El investigador Simon
Holliday localiza tendencias y estadísticas
sobre el juego en el mundo. Puede verse una instantánea en
Perder por azar (FP edición española,
abril/mayo 2006).