Es fundamental que la comunidad internacional siga ejerciendo presión para garantizar que las conversaciones lleguen a buen fin.

 

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ROBERTO SCHMIDT/AFP/Getty Images

 

Las celebraciones en Juba reflejan el largo tiempo que la población de Sudán del Sur llevaba esperando la independencia. El 9 de julio, después de que el 98,8% de los votantes lo aprobara en el referéndum celebrado en enero, nació oficialmente la República de Sudán del Sur (RSS). La comunidad internacional ha dado una cálida bienvenida al nuevo Estado. El 14 de julio, la RSS se convirtió en el miembro número 193 de Naciones Unidas.

El mensaje de la Unión Europea al nuevo país expresaba la esperanza de que “los líderes de Sudán del Sur aprovechen al máximo la extraordinaria oportunidad” a su alcance y sean capaces de “satisfacer las necesidades y las expectativas de su pueblo”. Construir un país nuevo no es fácil, y las autoridades estatales no sólo tienen la tarea de poner en marcha una nueva moneda, abrir embajadas y firmar contratos con inversores y proveedores de servicios (se espera una ley de minería atractiva para octubre). Además, el Estado afronta enormes retos interiores derivados de su nivel de desarrollo, extremadamente bajo, un índice de analfabetismo del 85% y el hecho de que el 90% de la población vive con menos de un dólar al día. En el exterior, asegurar una relación pacífica con Sudán es crucial, puesto que existe una importante dinámica social y económica que se extiende más allá de la frontera.

Los retos son inmensos, pero existen razones para el optimismo. A pesar de que las perspectivas eran inciertas, al final se respetó el Acuerdo Global de Paz de 2005 por el que el Norte aceptaba que el Sur se escindiera. Pero no fue sencillo. El Sur representaba un tercio de los ingresos del país y poseía la mayor parte de los yacimientos de crudo. El presidente Omar al Bashir, presionado por el sector más inflexible, desempeñó un papel poco claro hasta el 9 de julio, en un intento de reforzar su posición negociadora. Además, Jartum llevaría a cabo ataques violentos contra las zonas fronterizas de Abyei y Kordofán del Sur, que produjeron un número no aclarado de muertos, la destrucción de numerosos pueblos y decenas de miles de desplazados.

Sin embargo, los actores internacionales hicieron que la opción de la violencia fuera muy costosa. Los mayores esfuerzos diplomáticos fueron los del equipo negociador de la Unión Africana, encabezada por el ex presidente surafricano Thabo Mbeki. Mbeki se reunió en Addis Abeba hasta conseguir una zona desmilitarizada en la frontera y que el Norte aceptase el despliegue de 4.200 soldados etíopes en Abyei bajo el mando de la ONU. China y Estados Unidos también contribuyeron a los esfuerzos para alcanzar un acuerdo. La hostilidad de Washington hacia Al Bashir se ha suavizado, y los estadounidenses llegaron a ofrecer a los sudaneses ventajas importantes para endulzar el pacto, como el pacto de sacar el país de su lista de terroristas si dejaba marcharse al Sur en paz. Pekín es el principal aliado de Sudán, pero, dado su interés por el petróleo, está incrementando las inversiones en el Sur y prefiere evitar cualquier conflicto que pueda interrumpir la producción.

Pekín es el principal aliado de Sudán, pero, dado su interés por el petróleo, está incrementando las inversiones en el Sur

Las relaciones de la RSS con Sudán siguen siendo decisivas. A corto plazo, hay importantes negociaciones pendientes sobre cuestiones como los derechos de ciudadanía, la delimitación de las fronteras, el reparto de los ingresos del petróleo, los recursos hídricos y la deuda de 37.000 millones de dólares (26.000 millones de euros). Es fundamental que la comunidad internacional siga ejerciendo presión para garantizar que las conversaciones lleguen a buen fin.

La Unión Europea, que estuvo más bien ausente de la primera línea diplomática en vísperas de la independencia, tiene ahora margen para ahondar en su compromiso. Durante su visita a Juba, la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton, reconoció que “crear un nuevo Estado nunca es fácil” y reafirmó  la voluntad de la Unión de ser su socio “no sólo ahora, sino a largo plazo”. Esta asociación debe centrarse en dos aspectos: por un lado, los esfuerzos diplomáticos para asegurar unas relaciones pacíficas con Sudán y otros vecinos, y, por otro, la ayuda al desarrollo (recientemente la UE se comprometió a entregar 200 millones de euros de ayuda) para permitir que el país proporcione los servicios básicos a sus ciudadanos: agua, servicios sanitarios, educación y sanidad, en especial para las mujeres y los niños (Sudán del Sur tiene la mayor tasa de mortalidad materna del mundo).

Además, tras varios decenios de guerra, las milicias constituyen una amenaza importante contra la paz y la seguridad. Más del 40% del presupuesto del país va destinado a un Ejército hinchado cuyo volumen, según la ONU, debería reducirse a la mitad. La intervención de la UE debe prestar atención especial a la necesidad de hacer una reforma real del sector de la seguridad e impulsar la campaña en favor del desarme, la desmovilización y la reintegración.

La comunidad internacional debe apoyar que la división realizada contribuya a la paz, a la buena gobernanza y a la prosperidad. La independencia de la RSS inaugura un nuevo capítulo en la historia, no sólo de Sudán, sino de toda la región. Es vital que el compromiso europeo no se quede en los retos inmediatos del país. Todavía sigue habiendo graves problemas en Darfur y Sudán está en la encrucijada de dos regiones africanas muy importantes. Tanto la crisis alimentaria y la dinámica regional en el Cuerno de África y África oriental, como las consecuencias de la guerra de Libia en la región del Sahel, hacen que en un futuro inmediato Sudán y Sudán del Sur vayan a seguir siendo un asunto importante en la política exterior de la Unión Europea.

 

 

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