Más y mejor Europa

 

El ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, hace un repaso final de las dificultades y los éxitos alcanzados en los seis meses de Presidencia española de la UE.

 

 

Al hacer un balance de la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea nos podemos formular una sencilla pregunta: ¿tenemos más y mejor Europa o, por el contrario, menos y peor Europa que cuando comenzó el semestre español? Mi respuesta es rotunda: tras estos meses de intenso trabajo, hoy tenemos más y mejor Europa.

Era un reto complejo, sobre todo por el escenario descrito por la peor recesión que ha azotado a la Unión en toda su historia. Este año está siendo muy complicado para Europa y para el resto del mundo a causa de una crisis económica y financiera sin precedentes, que ha alcanzado una enorme profundidad y presenta características propias que hacen inservibles las recetas de ocasiones anteriores. Y en segundo término, porque nos ha correspondido poner en marcha el Tratado de Lisboa, que introduce cambios de profundidad en las instituciones, las competencias y los mecanismos de toma de decisiones comunitarios.

En este contexto, la Presidencia Española podría haber optado por un programa de mínimos para cubrir el expediente, alejarse de las dificultades y, en suma, jugar un papel discreto que le asegurara un simple aprobado. Pero hacerlo hubiera sido irresponsable, no se habría correspondido ni con la tradición europeísta de nuestro país ni con sus intereses y, sobre todo, hubiera hecho un flaco favor a la UE, desaprovechando la posibilidad de convertir las dificultades en oportunidades. Durante nuestra Presidencia ha quedado patente una vez más que la Unión es nuestro mejor instrumento colectivo para hacer frente a crisis y dificultades estratégicas.

Combatir la crisis económica y financiera y sus efectos ha sido el primer objetivo de nuestro programa semestral. En este período, la Unión ha puesto las primeras piedras de su gobierno económico, imprescindible para subrayar el éxito del mercado único y la unión monetaria, y para abrir nuevas expectativas de consolidación y profundización del modelo social europeo, de desarrollo sostenible y de creación de empleo de calidad. Frente a los ataques especulativos, Europa ha sido capaz de establecer la solidaridad política y económica con un país socio en graves dificultades (Grecia), crear el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (dotándolo con 750.000 millones de euros), aprobar la tasa bancaria y proponer la tasa sobre las transacciones financieras internacionales, encarrilar el Sistema Europeo de Estabilidad Financiera, así como alentar el debate sobre el fortalecimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, aprobar la Estrategia de Crecimiento y Empleo 2020, y adoptar una postura común sobre la lucha contra el cambio climático para la conferencia de Cancún.

Durante nuestra Presidencia ha quedado patente una vez más que la Unión es nuestro mejor instrumento colectivo para hacer frente a crisis y dificultades estratégicas

Lo mismo ha ocurrido con el segundo objetivo marcado: potenciar el papel de Europa en el mundo como actor global relevante e influyente. Hicimos frente a la terrible crisis humanitaria de Haití, cerramos en Madrid el acuerdo político del Servicio Europeo de Acción Exterior y celebramos con éxito cumbres con acuerdos de alcance: con América Latina y el Caribe (que adoptó y creó un Programa de Trabajo bianual, el Plan de Acción correspondiente, la Facilidad de Inversiones y la Fundación Eurolat), junto con los encuentros subregionales que nos permitieron culminar los acuerdos con Centroamérica y con los países andinos y desbloquear y avanzar sustancialmente en los acuerdos con Mercosur, así como con Marruecos, Canadá y Japón. Finalmente no se convocó la cumbre con Estados Unidos, pero nunca como en este semestre se han firmado tantos y tan relevantes acuerdos con este importante socio: la Declaración contra el Terrorismo, el Acuerdo SWIFT, la Estrategia Común de Seguridad, el Acuerdo de Cielos Abiertos. Tampoco se realizó la convocatoria de la II Cumbre de la Unión por el Mediterráneo, para protegerla de las enormes dificultades del conflicto del Próximo Oriente, con el compromiso de llevarla a cabo en noviembre en Barcelona. Igual intensidad de trabajo hemos aplicado al desarrollo del Tratado de Lisboa: nuestra colaboración estrecha y constructiva con las nuevas instituciones (encarnadas por el Presidente Van Rompuy y la Baronesa Ashton), con la Comisión Europea (que entró en funciones con dos meses de retraso, pero que recuperó terreno a gran velocidad gracias a la excelente colaboración entre Madrid y Bruselas) y el Parlamento. Hemos impulsado medidas tan importantes como el ya citado lanzamiento del Servicio Exterior, la regulación de la Iniciativa Ciudadana europea, al tiempo que se ha desbrozado la adhesión de la Unión a la Convención Europea de Derechos Humanos.

Obviamente, el objetivo de fortalecer la ciudadanía europea tampoco se quedó atrás en cuestiones claves como la lucha contra la violencia de género (Observatorio y Orden de Protección de Víctimas), el Plan de Igualdad Mujer-Hombre, la no discriminación o el programa de Juventud.

Y todo ello, junto con el esfuerzo hecho en España y el conjunto de la UE (a través del programa Hablamos de Europa o de las Jornadas Cívicas Europeas) para promover la participación ciudadana activa en los asuntos europeos.

Mientras seguimos comprometidos en y con el Trío de Presidencias que ahora encabeza Bélgica y luego Hungría, nuestro balance es haber conseguido que la UE actúe como una unión política y empiece a hacerlo como una unión económica. Con humildad y satisfacción podemos afirmar que se ha hecho un buen trabajo y hemos contribuido a construir más y mejor Europa.